La máxima distinción española, por servicios civiles contra el terrorismo, le fue impuesta al Príncipe de Septimio-Bathzabbay El Tadmur en una íntima ceremonia con motivo de su 36avo. cumpleaños, por un Oficial de Inteligencia Militar DAEM. EMGE, de la República de Guatemala, quien recibiera dicha encomienda por Actos de Valor y Mérito, en defensa de la población civil de Palos Blancos, en 1993,por el Excmo. Señor presidente Don Alfredo Cristiani.
La visita que tuvo lugar en el día de ayer, fue un reconocimiento a la Casa de Tadmur, por la búsqueda del diálogo, y la razón antes que las armas, y el holocausto de la guerra contra inocentes.
La Casa de los Septimio-Bathzabbay El Tadmur hace reserva de la identidad del alto funcionario guatemalteco, por razones impuestas en el marco de la Ley Antiterrorista vigente.
PERFIL DE LAS NUEVAS AMENAZAS TERRORISTAS
Por Horacio Calderón (*)
Los recientes ataques contra blancos estadounidenses en Nueva York y Virginia (Pentágono) constituyen un hito en la escalada de ataques terroristas lanzados por una organización multinacional de autoproclamada religión islámica.
La amenaza terrorista en el ámbito global nace a partir de los cambios operados en la arena internacional durante los últimos años y muy especialmente a partir de la desintegración del bloque político, económico y militar liderado por la hoy desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y del surgimiento del “mundo” unipolar o “nuevo orden internacional” liderado por los Estados Unidos de Norteamérica.
No resulta ocioso reiterar que el grado de globalización que se ha alcanzado como consecuencia del acelerado desarrollo de la política internacional, acompañada de un progreso científico y tecnológico en permanente evolución, ha convertido al mundo en una aldea global, compuesta por un conjunto de partes donde repercuten y estallan con violencia conflictos que se originan y desarrollan en lugares remotos y que en épocas no tan lejanas hubieran pasado prácticamente desapercibidos.
La velocidad en las comunicaciones actuales permite conocer en tiempo real sucesos que tienen lugar en lugares opuestos del planeta y sobre todo hechos de violencia que ocurren en teatros lejanos como consecuencia de conflictos entre naciones, pueblos, etnias, grupos religiosos o de fuerzas irregulares contrarias al poder de jure o de facto en determinado país.
Lo grave de la situación radica en que los enfrentamientos mencionados trascienden el marco geopolítico en que se han generado y desarrollado, para estallar de manera violenta en otros teatros, mediante ataques terroristas, dirigidos a captar la atención de la audiencia planetaria y conmover al enemigo en sus propios cimientos.
La globalización del mundo, con sus méritos y deméritos, arrastra como uno de sus más infames efectos el crecimiento del terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado, que en muchos casos colaboran entre sí, aumentando notablemente su grado de peligrosidad. Como si eso no fuera suficiente, también se ha sumado la amenaza permanente de sectas mesiánicas y apocalípticas, que inauguran su presencia en esta aldea global en que el progreso nos ha convertido, con ataques suicidas tan sangrientos como los registrados en EE.UU.
Se ha alcanzado tan dramática situación gracias al estado de alienación que sufren los líderes y / o dirigentes de organizaciones terroristas que han decidido destruir el mundo en que vivimos y que incluyen entre sus métodos el martirologio suicida, con voluntarios que son seducidos por el premio del supuesto “paraíso”, que habrían de alcanzar como fruto de su inmolación para destruir un blanco enemigo.
El acceso de fuerzas terroristas y de los Estados que las patrocinan a la más sofisticada tecnología en materia de armamentos y medios de destrucción masivos, son factores desequilibrantes de ecuaciones sin cuya positiva resolución resultarán imposibles, no sólo la continuidad histórica de muchas naciones, sino también la misma paz mundial.
Desde 1979, cuando estalló en Irán la revolución liderada por el Ayatolá Rohollah Jomeini, se produjo en el seno de la comunidad islámica mundial y en la región del Medio Oriente un cambio que alteraría profundamente las reglas hasta entonces vigentes en la guerra basada en una estrategia sin tiempo entre los estados Arabes e Israel.
El “martirologio suicida”, utilizado por las organizaciones terroristas, no sólo se ha expandido como forma de lucha en la región o en los inmensos territorios que -en varios continentes- encierran una comunidad islámica de más de mil trescientos cincuenta millones de almas, sino que es utilizado para realizar atentados cruentos contra blancos remotos indefensos y desprevenidos.
La Argentina sufrió en 1992 y 1994 ataques terroristas suicidas, como consecuencia de una serie de factores que incluyen sin duda la importancia de la colectividad judía en nuestro país, el conflicto árabe-israelí y la alineación irrestricta de la política exterior con los EE.UU. El ataque contra blancos civiles lanzados por la multinacional terrorista liderada por Osama Bin Laden, coloca sin duda nuevamente a nuestro país frente a un tremendo desafío histórico, que no sólo puede girar en torno a su potencial participación en una coalición internacional antiterrorista, cuya necesidad no se discute, sino también de cara al deber de preservar las vidas y bienes de los ciudadanos argentinos.
Los atentados contra la Embajada de Israel en 1992 y la sede de la AMIA en 1994, han dejado huellas profundas en la historia de la Argentina, que vio inaugurado así su condición de país blanco del terrorismo internacional de signo religioso, en ambos casos inspirado por Irán y ejecutados por comandos suicidas que actuaron bajo órdenes del Hizballah o “Partido de Dios” libanés.
Las denuncias por mí realizadas desde 1992, acompañadas de numerosas exposiciones en sede judicial y en medios masivos de comunicación, dejan a buen resguardo el espíritu pacífico de la enorme mayoría de musulmanes, árabes o no, que no sólo aman la paz, sino que sienten una segura repugnancia por los ataques terroristas que levantan falsamente las banderas del Islam. La situación actual y los acontecimientos que pueden producirse en la Argentina, como consecuencia de su
renovada alineación con los EE.UU., en este caso en el combate contra el terrorismo internacional, obligan sin duda a organizar a la Nación en la defensa de todos sus ciudadanos. Esto implica acentuar la seguridad de aquellos que puedan ser los más afectados en un futuro, miembros de colectividades como la árabe y la judía, que habitan el suelo argentino y rechazan y repudian el uso ilegítimo de la violencia contra blancos civiles y / o no combatientes, que es la esencia del terrorismo disolvente y criminal.
EL TERRORISMO EN LA HISTORIA
Desde tiempos muy remotos, no ha sido poco usual la utilización de prácticas terroristas, en el marco de luchas religiosas, étnicas y políticas.
Los celotes, una secta judía milenaria que luchó contra la ocupación romana de Palestina entre los años 66 y 73 de la Era Cristiana, llevaron adelante una importante sucesión de actos terroristas, entre los que pueden destacarse asesinatos individuales y colectivos y envenenamiento de pozos de agua y graneros. Su audacia los llevó hasta el punto de sabotear el suministro de agua a la ciudad de Jerusalén.
Los asesinos, secta religiosa desprendida de la rama chiíta del Islam en tiempos de las Cruzadas, que dio origen a esa palabra, que significa “comedores de hashish”, dejó un rastro de muertes a lo largo de su prolongada y misteriosa existencia. Los asesinos, liderados por un jeque conocido como “el viejo de la montaña”, acostumbraban acuchillar a sus víctimas, luego de cumplir con el ritual de beber un compuesto de hashish especialmente preparado para esas ocasiones.
Los thugs de la India, estrangulaban a sus víctimas, por lo general desprevenidos viajeros, para ofrecerlos a su divinidad, la diosa Kali. Durante una campaña que duró seiscientos años y que sólo finalizó con su exterminio a mediados del siglo XIX, los thugs asesinaron aproximadamente un millón de personas; todo un récord, si consideramos que las víctimas fueron estranguladas individualmente. Esta secta de la India encabeza el promedio histórico de asesinatos, con 1.666 muertes por año.
Celotes, asesinos y thugs, cuyos nombres han engrosado enciclopedias y diccionarios como sinónimos de fanatismo, crimen y terror, constituyen los más importantes antecedentes históricos de prácticas terroristas basadas en creencias religiosas.
Sin embargo, hasta pocas décadas atrás, el terrorismo secular motivado por ideologías, aspiraciones separatistas y luchas étnicas, prevaleció sobre el terrorismo religioso.
DEFINICION Y CLASIFICACION DEL TERRORISMO
No existe hasta el momento en el concierto de las naciones una definición uniforme sobre terrorismo, organizaciones terroristas, acciones terroristas y todo aquello que involucre este delicado asunto.
Dentro de un gran espectro político mundial, se han producido una serie de definiciones sobre terrorismo, como también diversas distinciones entre terroristas y luchadores de la libertad (“freedom fighters”) o entre terroristas y movimientos de
liberación. Muy recientemente y ante los enfrentamientos entre la India y Pakistán por el contencioso de Cachemira, el Presidente del último país dijo precisamente que sus conciudadanos eran precisamente “freedom fighters”.
De hecho, una definición contundente y concertada entre las naciones se hace aún esperar, a efectos de facilitar el encuadramiento legal y la represión de acciones consideradas como delictivas por la ley internacional.
Como las cosas suelen verse según el color del cristal con que se miren, ocurre que lo que para algunos son organizaciones terroristas, para otros son movimientos de liberación o luchadores de la libertad.
Los recientes ataques criminales contra blancos civiles, obliga a quienes directa o indirectamente están comprometidos en la lucha contra el flagelo terrorista, a definir con la mayor claridad posible la naturaleza del enemigo al cual nos enfrentamos.
Terrorismo es el uso ilegal y premeditado de la fuerza o violencia dirigido contra no combatientes o propiedades, con el objeto de intimidar o coaccionar un gobierno, la población civil o un sector de la misma, para la consecución de objetivos políticos o sociales.
El término no combatiente incluye, además de civiles, a personal militar que en el momento de ser afectado por un acto terrorista, se encuentre desarmado o fuera de servicio.
La Argentina podría adoptar también la posición de considerar como un acto terrorista, cualquier acción dirigida contra instalaciones militares propias o de terceros países situadas en lugares donde no existan conflictos u hostilidades.
Terrorismo doméstico es aquel que involucra a grupos o individuos cuyas actividades están dirigidas contra objetivos situados dentro del territorio nacional y que carece de dirección exterior.
Terrorismo internacional es el tipo de terrorismo que involucra el territorio o grupos y ciudadanos de más de un país. Su accionar envuelve la actividad terrorista cometida por grupos o individuos basados en el exterior y / o dirigidos por países o grupos fuera del territorio nacional o cuyas actividades exceden sus propias fronteras.
Terrorismo emergente es la incipiente y / o probable incorporación de tácticas terroristas, por parte de organizaciones o grupos políticos u organizaciones criminales.
Terrorismo de Estado es el uso ilegal y premeditado de la fuerza o violencia dirigido contra civiles, no combatientes y propiedades, tanto dentro en el país en cuestión como más allá de sus fronteras nacionales, con el objeto de intimidar o coaccionar a opositores, la población civil o un sector de la misma, para la consecución de objetivos políticos o de otra índole.
TERRORISMO SECULAR Y TERRORISMO RELIGIOSO
Aunque organizaciones como el IRA irlandés, sus enemigos protestantes y diversos grupos similares a lo largo del mundo estén impregnadas por elementos profundamente religiosos, sus acciones tienen en principio una motivación puramente política.
La característica anteriormente señalada, se mantiene inalterable casi sin excepciones hasta la década del 70 de este siglo, cuando irrumpen numerosos grupos terroristas de origen religioso, que utilizan los voluntarios suicidas como una de sus principales y más letales armas.
Debe sin embargo señalarse que en materia de ataques suicidas, son los separatistas tamiles de Sri Lanka quienes llevan la delantera en esa triste estadística.
En síntesis, durante las últimas décadas se ha desarrollado y propagado una nueva forma de terrorismo religioso, que suma a técnicas de destrucción masivas altamente sofisticadas, la utilización del factor suicida, que tiene como centro a voluntarios -por los general jóvenes- que se inmolan como tributo a lo que entienden es un deber sagrado.
Los actos terroristas lanzados por grupos religiosos tienen una notable diferencia con aquellos perpetrados por organizaciones seglares: mientras los primeros luchan por asaltar el poder constituido a efectos de producir un cambio violento en el sistema establecido, los segundos se consideran totalmente extraños al mismo y sólo aceptan la sustitución de un orden viejo por un orden nuevo sin rastro alguno del anterior, o de lo contrario la destrucción lisa y llana del mundo en que viven, que dicho sea de paso es también el nuestro.
Asimismo, mientras los ataques originados en grupos seglares buscan lograr en el “auditorio” al cual están dirigidos efectos concretos como la intimidación pública y el chantaje político, entre otros, el “auditorio” exclusivo de las acciones criminales de las organizaciones con raíces religiosas son sus propias fuerzas, con el objeto de alentar a los núcleos endurecidos existentes y de fertilizar el semillero de futuros adeptos.
EL FRENTE EXTREMISTA ISLAMICO
El hablar de terrorismo musulmán -es importante repetir- no implica de manera alguna involucrar al Islam en su conjunto, con sus mil trescientos cincuenta millones de fieles esparcidos a lo largo y a lo ancho del mundo, en esta tragedia contemporánea que nos ha sumergido en un lodazal de sangre.
Hasta los más enconados enemigos de la causa árabe y de las reivindicaciones palestinas, reconocen que el Islam es una religión increíblemente rica y pacífica que le ha dado al mundo un magnífico legado cultural.
Históricamente, la dureza de las acciones registradas está dirigida no sólo a la captación de nuevos activistas, aportes financieros y otro tipo de apoyos que las organizaciones terroristas puedan recibir desde distintas regiones del mundo, sino
también a definir el resultado de la lucha sorda que libran extremistas enrolados en las principales ramas del Islam: la mayoría sunita y la minoría shiíta liderada por Irán.
Las organizaciones extremistas de signo musulmán no sólo han proliferado en los últimos años, sino que han expandido sus áreas de influencias a regiones lejanas al Medio Oriente, como Gran Bretaña, Francia, Canadá, Estados Unidos y América del Sur, al amparo de condiciones que favorecen las corrientes inmigratorias.
La extensión del presente trabajo impide enumerar la gran cantidad de organizaciones y grupos terroristas activos en el mundo. Lo más importante es señalar que muchas de ellas, como Al-Qaida, Hamas y Hizballah, para mencionar sólo algunas, lograron montar en numerosos países aparatos de superficie y clandestinos y hasta verdaderos centros militares de comando, comunicaciones, control, inteligencia e informática (C3 I2), como la primera en Afganistán. Además, centros de recaudación, reclutamiento y movilización que facilitaron tanto la procuración de armamento altamente sofisticado, como la adquisición y / o desarrollo de ingenios infernales, basados en países occidentales y los mismos EE.UU. y Gran Bretaña.
El potencial uso del Arma bacteriológica ha pasado de ser una advertencia no tenida en cuenta por las autoridades de países que son un blanco primario para el terrorismo, como los EE.UU. y la Argentina, a una triste realidad difícil de controlar desde el punto de vista de una previa vacunación contra las principales enfermedades, como al ántrax o la viruela.
LOS ESTADOS PATROCINADORES DEL TERRORISMO
Desde el estallido de la Revolución iraní liderada por el Ayatollah Ruhollah Jomeini, el denominado “mundo islámico” se ha convertido en un terreno fértil para el reclutamiento, formación religiosa y entrenamiento de elementos terroristas, agrupados
en células casi imposibles de penetrar y cuya misión es luchar con todos los medios a su alcance por el establecimiento de un Estado mundial shiíta. Al día de la fecha, tales objetivos están lejos de alcanzarse, aunque queda como saldo una huella imborrable de asesinatos masivos y selectivos.
Resulta importante comentar, dejando a salvo a aquellos seguidores pacíficos de la religión islámica, que la teología chiíta augura la reaparición del duodécimo y último de los imanes o sucesores de Mahoma, para instaurar los dictados de la ley de Dios (Alá) sobre la tierra. Forma parte de sus dogmas que el último de los imanes se encuentra en estado de ocultación desde el momento de su desaparición ocurrida hace siglos y que volverá algún día a cumplir los fines sagrados esperados por sus fieles.
La Sunna -cabe explicar- es para los devotos de esta rama del Islam -los sunnitas-un complemento sabio y sagrado del Corán y consiste en la tradición, el comportamiento de su profeta Mahoma, el “camino recto”, que convalida la creencia y aporta reglas de vidas para los hombres.
Para los fanáticos terroristas chiítas todos los gobiernos del mundo son insanablemente ilegítimos, con excepción claro está de Irán, que luego del movimiento revolucionario de 1979 y del liderazgo espiritual y político de Jomeini, ha comenzado a implementar -violencia incluida- su versión de lo que es el “verdadero Islam”.
Hay organizaciones terroristas sunnitas que indudablemente no van a la zaga de los chiítas. Ambas son sin embargo una perversión del verdadero Islam cuyos miembros pacíficos aborrecen como cualquier ser humano el asesinato de víctimas inocentes en aras de una religiosidad vacía de contenido y descalificada como tal.
Las acciones terroristas no sólo involucran a organizaciones y grupos religiosos musulmanes chiítas iraníes u orientados por Irán como el Hizballah libanés u otras dispersas por Medio Oriente y numerosos países de otras regiones. Por el contrario, este país no sólo patrocina actividades terroristas de tipo religioso de organizaciones pertenecientes a otras ramas del Islam, como la mayoría sunnita, tal el caso del Hamas, sino también a organizaciones seculares que puedan ayudar a satisfacer el logro de sus objetivos primordiales. Por ejemplo, el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP), el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y la ORGANIZACION ABU NIDAL, materialmente apoyadas por IRAN, si bien tienen algunos elementos religiosos, responden a las características del terrorismo secular.
La conferencia realizada en la ciudad de Teherán en octubre de 1991, incluida en mi informe al ex Presidente de la Nación, Dr. Carlos S. Menem del 27 de marzo de 1992, fue el punto de partida para la consumación de los atentados en la Argentina. Tal denuncia sobre la reunión de Teherán precedió en un mes la difusión y las implicancias de ese evento, dadas a conocer por el Embajador A. Peter Burleigh, Coordinador para Contraterrorismo del Departamento de Estado de EE.UU.
Durante las numerosas entrevistas televisivas que me realizaran durante 1994 importantes periodistas de la televisión argentina, evité profundizar los pormenores de esa reunión, dado el impacto masivo que podían causar las amenazas de los grupos extremistas islámicos en la opinión pública. Sin embargo, la realidad ha superado hoy ampliamente las presunciones que ya formaban parte de mis hipótesis de trabajo sobre un potencial ataque masivo y el uso del Arma Bacteriológica, alguna de ellas asentadas en documentos anteriores a los ataques del 11 de septiembre.
La reunión de Teherán en octubre de 1991 fue una acción destinada a establecer una oposición coordinada al proceso de paz iniciado en Madrid ese mismo mes. Resulta importante revalidar tal importante hecho, a diez años de producido, no sólo por los efectos sobre nuestro país, sino por la presencia de representantes estadounidenses.
El encuentro fue titulado “Conferencia Internacional para apoyar la Revolución del Pueblo de Palestina".
Participaron de la Conferencia representantes del Hizballah encabezados por el entonces Secretario general, jeque Abbas Al-Musawi y su líder espiritual, jeque Mohammed Hussein Fadlallah. Otros participantes importantes -ya mencionados- fueron: representantes de Hamas, Jihad Islámico para la Liberación de Palestina, Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General, liderado por el militar sirio Ahmed Jibril, de la Organización Abu Nidal y de Abu Musa, perteneciente a la oposición a los acuerdos de paz dentro de Al-Fatah.
Asistieron también representantes de Argelia, EE.UU., Indonesia, Filipinas, Etiopía, El Líbano y Suiza.
El representante de EE.UU. fue Muhammad Al-Asi, del Centro de Educación Islámica, localizado en Potomac, Maryland. Esta persona es considerada el predicador líder de Washington. Al-Asi manifestó en la Tercera Sesión General de la Conferencia, que la seguridad del gobierno estadounidense estaba directamente ligada a la existencia ilegítima de Israel en suelo palestino. Asimismo, señaló como una necesidad la coordinación y declaración unificada de fatwas y la toma de decisiones futuras. Las fatwas son sentencias teológicas irrevocables de la religión islámica, como la dictada contra el escritor Salman Rushdie. Cuando se emite una fatwa contra un país o una persona, ningún miembro religioso del Islam tiene potestad para revocarla.
Otro conspicuo miembro de la Conferencia fue Kalim Saddiqui, Director del Instituto Musulmán, situado en Londres, quien también profirió amenazas contra Israel durante su alocución.
Al cierre de la reunión internacional, se formó un frente de rechazo a las negociaciones de paz, cuyo nombre es Frente Nacional Democrático e Islámico, que incluyó tanto a organizaciones extremistas islámicas ya descriptas, como a facciones de la resistencia Palestina de signo secular, igualmente mencionadas.
Durante reuniones secretas que se realizan periódicamente entre las organizaciones extremistas, la Argentina fue señalada como blanco entre los futuros ataques a países alineados con los EE.UU. e Israel.
La amenaza fue cumplida en 1992 y 1994, con la voladura de la Embajada de Israel y de la sede de la AMIA.
Los comunicados emitidos por la Jihad Islámica y por el subgrupo Ansar Allah, reivindicando los atentados perpetrados en Buenos Aires, aunque luego hayan sido
desmentidos, fueron posteriormente confirmados por declaraciones de los mismos dirigentes del Hizballah, entre ellos su líder espiritual, jeque Mohammed Hussein Fadlallah.
El jeque Fadlallah -al acusar a Israel del secuestro del dirigente de su organización Mustafá Dirani-, contestó a Shimon Peres quien había dicho que el brazo de los sionistas es largo, con una frase que es más que elocuente y que da por tierra con
cualquier otro tipo de hipótesis que no se ajustan a la realidad y que han circulado últimamente sobre los atentados en la Argentina. Fadlallah dijo exactamente el 30 de mayo de 1993 en una transmisión radial: “Yo pensé que nuestros santos guerreros ya la habían enseñado a él (a Simón Peres) que sus brazos son más largos cuando ellos alcanzaron a los israelíes en la Argentina”.
Aunque valga aquello de que “a confesión de partes, relevo de pruebas”, la sucesión de reivindicaciones seguidas de desmentidos es parte del juego táctico del Hizballah, en el marco de la estrategia de expansión revolucionaria mundial inspirada y dirigida por Irán al momento de los atentados en la Argentina.
Basados en la experiencia de fracasos anteriores, cuando dirigentes y militantes del Hizballah acusados de cometer atentados terroristas complicaron la existencia misma de la organización, sus líderes decidieron cambiar sus tácticas. Surgieron entonces diversos grupos y subgrupos dependientes, que realizan atentados criminales como los de Buenos Aires, en nombre de los mismos ideales proclamados por la organización terrorista libanesa, pero sin comprometer a su Consejo Supremo o “Shura”, que incluye personalidades religiosas y militares iraníes.
El Subsecretario General del Hizballah, Naim Qassem, también había declarado poco tiempo antes de la voladura de la AMIA que el campo de batalla con Israel era muy abierto.
El nombre de la Argentina no ha sido de manera alguna removido de la lista de blancos seleccionados por el extremismo islámico, ni mucho menos la nómina de quienes integran una suerte de “lista negra” para otro tipo de alternativas.
Aunque el escenario mundial está actualmente ocupado por Al-Qaida, los Talibán y sus líderes, Osama Bin Laden y el clérigo talibán afgano Mohammed Omar, las organizaciones terroristas orientadas por Irán no han sido de manera alguna desactivadas.
Irán, sin embargo, deberá rendir debida cuenta de su responsabilidad por las acciones criminales cometidas en la Argentina por el Hizballah y que contaron con el estratégico apoyo de ciudadanos de su país e incluso de diplomáticos acreditados en su embajada en Buenos Aires, como el religioso shiíta Mohsen Rabbani, quien se encuentra prófugo.
Las organizaciones terroristas suelen adecuarse a las condiciones imperantes en el terreno seleccionado, e incluyen además de ataques con bombas otras alternativas cruentas, como atracos, asesinatos, raptos seguidos de muerte y secuestros extorsivos con rehenes. Los tipos de blanco pueden incluir a personalidades oficiales, dirigentes
políticos, diplomáticos, militares y miembros de fuerzas policiales y de seguridad, periodistas, empresarios, exiliados, aerolíneas, medios de transporte e instalaciones claves de todo tipo.
Las medidas de seguridad adoptadas en la Argentina no alcanzan a cubrir todos los tipos de plataformas de lanzamiento de ataques suicidas; es que las autoridades parecen limitarse a prevenir atentados con automotores sin tener en cuenta antcedentes registrados en otros países, donde se han utilizado personas-bomba, pequeños helicópteros, avionetas, motocicletas, bicicletas y transportes acuáticos, submarinos y de superficie.
Hasta hace pocas semanas era posible pensar que un tercer atentado al estilo del de la AMIA podría repetirse. Hoy, hay que pensar en términos de guerra química y o bacteriológica, o de ataques aéreos suicidas de la dimensión de los ocurridos en los EE.UU.
EL MARTIROLOGIO SUICIDA
El martirologio suicida no sólo no es una cuestión menor, sino una de las armas fundamentales de las organizaciones terroristas en sus sangrientas campañas, ya que el concepto tradicional de seguridad es fácilmente vulnerable. Es que el éxito de sus acciones depende precisamente de uno o varios individuos decididos a inmolarse para destruir un blanco determinado, entre cuyas preocupaciones no se cuenta la posibilidad de arrestos, interrogatorios y humillaciones públicas.
Mucho se ha discutido últimamente sobre la lógica del terrorista suicida al ofrecerse como voluntario para tal misión, los motivos que lo animan, y otras razones que, además, resultan imposibles de analizar con el cristal que los occidentales solemos anteponer a nuestros ojos.
El voluntario suicida no suele ser un psicótico depresivo que ofrece su vida para terminar con una vida que en el fondo odia como consecuencia de su particular patología. Por el contrario, decide inmolarse por una causa que ama y de paso ganarse el prometido y supuesto “paraíso” que le prometen una serie de clérigos inescrupulosos. Suelen estos suicidas ser personas que viven con la alegría de pertenecer a un ejército especial y su único propósito psicológico y físico es morir para destruir un blanco enemigo previamente designado por los estrategas o comandantes tácticos de determinada organización terrorista.
El alto grado de letalidad de los ataques suicidas se ha demostrado con el correr de las últimas dos décadas, pero muy especialmente luego de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono y el intento casi confirmado de estrellar uno de los aviones contra una central nuclear.
La triste realidad de lo acaecido en EE.UU. es que las células terroristas suicidas y sus apoyaturas pudieron instalarse en el territorio de su principal blanco, estudiar sus debilidades y destruir los objetivos primarios señalados sin que algún servicio de inteligencia y seguridad lograra detectar y neutralizar sus planes.
De hecho, habían abierto centros de recaudación de fondos en localidades vecinas al Pentágono y a la Casa Blanca, como Arlington, Virginia, hasta que fueron prohibidos en 1995 por la Administración Clinton.
Actualmente, probablemente existan centenares de efectivos suicidas dentro del territorio norteamericano dispuestos a lanzar nuevos ataques, tal como lo han reconocido sus autoridades policiales, de seguridad y de inteligencia, un tanto más despiertas luego de los recientes ataques.
Mucho se ha hablado últimamente de técnicas un tanto macabras -sobre todo por parte de Israel- para evitar o al menos restringir la cantidad de ataques y disposición de los voluntarios suicidas para presentarse en condición de tales a las organizaciones terroristas. Algunas de ellas, como el asesinato de familiares inocentes de los suicidas, con el objeto de disuadir a nuevos voluntarios, solo pueden conducir a acentuar una espiral de violencia que ya es de proporciones imprevisibles.
Hay registrados en este momento en el mundo no menos de diez organizaciones terroristas activas que utilizan ataques suicidas como parte de sus estrategias de guerra, que incluyen movimientos separatistas, como los tamiles de Sri Lanka, los kurdos de Turquía y los de Barbar Khalsa International de la India. Cada organización terrorista con voluntarios suicidas cuenta con sus propias motivaciones, estrategias y tácticas, que a veces trascienden lo exclusivamente religioso e incluyen reivindicaciones étnicas o nacionalistas. Los tamiles son quienes llevan la delantera en número de ataques suicidas, con 168 concretados, seguido muy atrás por el Hizballah y otros grupos pro sirios, Hamas, los kurdos, el Jihad Islámico Palestino y Al-Qaida..
El hecho es que vivimos en un muy difícil “teatro de operaciones”, agravado por una total falta de definiciones en materia de leyes de Defensa, Seguridad e Inteligencia,
como para pensar en medidas reactivas o punitivas contra un enemigo prácticamente invisible. No hay continente o región alguna del mundo que puedan considerarse seguros ante una potencial agresión terrorista y en algunos países hay organizaciones que controlan zonas prácticamente liberadas, como en los casos de las Filipinas e Indonesia. La Argentina no es una excepción, ya que el enemigo terrorista está desplegado poco más allá de nuestras fronteras, dentro de uno o más países limítrofes donde resulta imposible incursionar sin provocar un grave conflicto bilateral o regional, e incluso una guerra.
Si bien los esfuerzos y tendencias actuales están dirigidas a construir una verdadera alianza antiterrorista con países vecinos, como Brasil, Paraguay y Uruguay, con el objeto de detectar y neutralizar las células extremistas e incluso las sociedades criminales y los carteles del narcotráfico -que colaboran entre sí- en la zona de la llamada “Triple Frontera” y otros lugares un tanto más alejados, la Argentina debe actuar ya para prevenir daños descomunales como los que sufrió EE.UU.
Tal propuesta será sin embargo difícil de llevar a la práctica si no se toma una verdadera conciencia del peligro al que nos enfrentamos y se asume que más que un país seguro la Argentina es un país altamente expuesto a los ataques lanzados por terroristas suicidas, sin descartar otros métodos como el uso de armas bacteriológicas, químicas y cibernéticas.
La estrategia de designación de blancos no excluye el asesinato selectivo, en la medida que el dignatario o la personalidad política o militar justifique la inmolación de uno o más voluntarios, tal como sucedió en los casos del ex primer ministro de la India, Rajib Gandhi y del presidente de Sri Lanka, Ranasinghe Premadasa.
Si bien la investigación de los atentados suicidas contra la Embajada de Israel en Buenos Aires y el edificio de la AMIA no ha permitido llegar a un total esclarecimiento de ambos hechos y sobre todo de las conexiones y apoyaturas locales que permitieron la concreción de los ataques, resulta posible definir algunas características de los mismos.
Cualquier operación terrorista suicida, con voluntarios nativos de regiones alejadas del teatro principal del conflicto -en nuestro caso Medio Oriente- debe desarrollarse con un secreto absoluto, ya que de lo contrario no hay sorpresa y la misión puede ser neutralizada.Otra característica es la cantidad de efectivos intervinientes, generalmente separados en células, que son quienes llevan a cabo las misiones previas al ataque, como inteligencia, reconocimiento del terreno e incluso ensayos con modelos a escala o asistidos por computación.
Nadie puede suponer, acudiendo al libre juicio y al sano razonamiento, que un voluntario suicida pueda cruzar una frontera aérea, marítima o terrestre, permanecer aunque sea horas en la zona del blanco, efectuar un reconocimiento del terreno, subir a un vehículo cargado con explosivos y detonar tal plataforma de lanzamiento sin una sólida apoyatura logística local.
Tampoco, que viva encubierto o “dormido” en el país blanco sin un fuerte respaldo doméstico, que difícilmente esté formado por miembros extraños a los grupos religiosos y o a las etnias del resto de los componentes. Cuando esta regla se ha alterado, permitió la penetración de los grupos terroristas y la neutralización de sus planes.
Las relaciones entre las células terroristas y personas o grupos delictivos compuestos por ciudadanos de los países blancos, suelen ocurrir sólo para adquirir en el lugar los elementos necesarios para el ataque, sin necesidad de cruzar las fronteras con explosivos, documentación falsa o automotores que despierten sospechas. En el
frustrado atentado a la embajada de Israel en Bangkok, en 1993, quedó abandonado dentro del automotor cargado de explosivos el cadáver de uno de los empleados de la concesionaria que había vendido el vehículo al comando terrorista. Se halló también en ese lugar parte de la documentación personal utilizada.
Los suicidas causantes de la voladura de la embajada de los EE.UU. en Nairobi, Kenia, ocurrido en 1998 y el asesinato del presidente de Sri Lanka, vivieron en ambas ciudades varios años antes del ataque.
Lo mismo sucedió con las células que organizaron el reciente ataque en los EE.UU.
Dada la dramática situación actual de la Argentina, donde ni se conoce el rostro del enemigo, resulta impensable que nuestros servicios de seguridad e inteligencia puedan contar con agentes propios infiltrados en las células terroristas. Tampoco, que puedan conocer su despliegue en nuestro territorio, los lugares donde se esconden y quienes los respaldan localmente.
En consecuencia, la única posibilidad de defender nuestro país es endurecer al máximo las condiciones en que un potencial atentado suicida pueda desarrollarse, lo cual será una misión imposible sin leyes que lo respalden.
“AL-QAIDA”, MULTINACIONAL DEL TERRORISMO
Luego de una singular parición y de un prolongado desarrollo, que le han dado un sello distintivo que la diferencia de otras formaciones terroristas preexistentes, se ha hecho presente la letal y siniestra organización terrorista conocida como “Al-Qaida”, cuyo significado en castellano es “La Base”, liderada por el millonario de origen saudita Osama Bin Laden, a quien su país le quitó la ciudadanía y fue negado -al menos oficialmente- por su familia.
Con el antecedente de los ataques contra las embajadas de los EE.UU. en Kenia y Tanzania en 1998 y el navío de guerra “USS Cole” en Adén, sin contar otros hechos resonantes producidos por otras organizaciones asociadas, Osama Bin Laden y sus células y redes terroristas han perpetrado los devastadores atentados suicidas dentro del territorio de los EE.UU., cuyos ciudadanos están siendo también blancos de armas bacteriológicas. Los atentados contra las embajadas mencionadas, que causaron la muerte de 224 personas, sin contar los muertos en el “Cole”, fueron tan solo el anticipo de la preparación de un “gran golpe” contra blancos norteamericanos.
Desde tiempo atrás los especialistas hemos coincidido en que Osama Bin Laden, líder de “Al-Qaida”, estaba a punto de lanzar un ataque masivo contra blancos estadounidenses. No era sin duda una presunción aventurada, sino el escenario previsible dentro de la probable evolución de la amenaza creciente de una multinacional terrorista cuyos objetivos se percibían como altamente ambiciosos, en comparación con otros actores similares en el mundo.
Las proclamas de Osama Bin Laden y las acciones de los escuadrones suicidas de Al-Qaida, presagiaban que el terrorista más buscado del mundo y su Estado Mayor tenían una estrategia y una agenda internacional sumamente ambiciosas, en la que miles de vidas humanas del frente enemigo y de fuerzas propias eran un costo inferior al beneficio que se proponía obtener, con el objeto de provocar un conflicto mundial de alta intensidad que puede no encontrar límites ni en la intensidad ni en el tiempo.
Inteligente y con objetivos y una agenda internacional muy claros en mente, Bin Laden supo explotar al máximo la ventaja de haber sido entrenado, respaldado y financiado por los gobiernos de los EE.UU. y Pakistán, durante los largos años de lucha de la resistencia afgana contra la invasión soviética. Esta experiencia y la expansión de “Al-Qaida” en casi todos los países de Occidente, incluyendo la implantación de células en territorio norteamericano, le permitieron al líder terrorista y a su Estado Mayor adquirir una enorme capacidad para aplicar novedosas técnicas de lucha. También, conocer y medir los parámetros de seguridad de sus ex aliados y muy especialmente las fortalezas y debilidades de su mayor enemigo actual, EE.UU., como para lanzar los sorpresivos y devastadores ataques del 11 de septiembre pasado.
En el año 1998, al anunciar la creación de un “Frente Islámico Mundial para la Guerra Santa contra Judíos y Cruzados”, Osama Bin Laden hizo público una “fatwa”, edicto religioso de características ya mencionadas, en el que se condenaba a muerte a ciudadanos norteamericanos y a sus aliados, en todo el mundo, fueran civiles, militares, hombres, mujeres, niños o ancianos.
“Al-Qaida” tiene también la particularidad -de ahí la calificación de “multinacional” del terrorismo-, de haber reunido bajo su comando a ciudadanos de distintas etnias, nacionalidades e incluso sectas del Islam e incluso infiltrado otras organizaciones en todo el mundo, a pesar de la condición original de sunnita de su líder Osama Bin Laden y de la mayoría de sus seguidores. La calificación de “original” se debe a que puede ponerse seriamente en duda la religiosidad de tal individuo y sus cómplices, cuyo fanatismo ha sido calificado de “perversión” del Islam o de “depravación” por personalidades tan opuestas políticamente como Muammar Khadafi y el Sultán de Omán.
La estructura organizacional, estrategias y tácticas de esta organización son realmente atípicas y de esa condición surge la dificultad de probar ante una corte internacional la culpabilidad de su conducción en crímenes como los cometidos semanas atrás contra las Torres Gemelas y la sede del Pentágono. Tiene esta multinacional terrorista una estructura similar a la de una cebolla, a la cual hay que quitarle capa tras capa, para llegar al corazón de la misma. Ello, además, sin perjuicio de la estructura de formaciones paralelas, aparatos múltiples de superficie y un sinnúmero de organizaciones de apoyo, sean celulares o no.
Un capítulo aparte merece el movimiento talibán, sin cuyo apoyo “Al-Qaida” jamás hubiera podido desarrollar sus redes terroristas alrededor del mundo. Osama Bin Laden no sólo ha financiado al gobierno talibán, sino también contraído lazos de sangre con su líder espiritual, el religioso Mohamed Omar, ya que son a la vez suegros y yernos entre sí, porque está casado cada uno con una hija del otro. Comprensible es sin duda que los EE.UU. busquen la remoción del poder del movimiento talibán y la muerte en combate o el enjuiciamiento de sus principales dirigentes o cuadros, pertenecientes a la etnia Pashtú, mayoritaria en Afganistán, que sin embargo no podrá ser excluida en la conformación de un futuro gobierno de unidad nacional, una vez derrotadas las fuerzas que apoyaron y protegen a Osama Bin Laden y a su Estado Mayor, en el que hay que incluir como principal cómplice al mullah Mohammed Omar.
Los Talibán lucharán sin lugar a dudas hasta el final para defender tanto a su líder espiritual como a Bin Laden, cuya estrategia desde el comienzo ha sido provocar una reacción desmedida de los EE.UU. y obligarlo a una serie de ataques seguidos de ocupación de territorios; es decir, provocar una serie de guerras al estilo Vietnam, provocando su derrota y retirada de todos los países islámicos, sean árabes o no.
¿Cuál es el objetivo supremo en la agenda de las fuerzas lideradas por Bin Laden, aunque él sea capturado o muerto?: la fundación de un Califato, cuyo sucesor se proclamaría nada menos que sucesor de Mahoma, profeta del Islam, abarcando como los antiguos príncipes árabes y bajo una suprema potestad religiosa y civil, una gran cantidad de países liberados y depurados de toda presencia extranjera. Esto podría hasta resultar aceptable, si se tratara del resultado de un proceso natural de unificación de pueblos que quisieran unirse bajo un estandarte religioso, pero jamás como resultado de una guerra declarada por una elite de terroristas alienados, dispuestos a destruir el mundo, devolvernos a las épocas de las cavernas o simplemente convertirnos en presa constante de un odio visceral que tenemos la obligación de combatir.
Ese y no otro es el motivo de la cruenta guerra de años que ya ha comenzado y que tuvo su inicio en el asesinato masivo de víctimas inocentes en los EE.UU. No cabe duda alguna que los EE.UU. y su más estrecho aliado, Gran Bretaña, han evitado caer en la trampa tendida por Bin Laden y su Estado Mayor, al menos hasta ahora.
Uno de los hitos históricos más relevantes surgidos en esta nueva etapa de la política mundial, ha sido el reconocimiento oficial al derecho de los palestinos a erigir un Estado soberano e independiente, tanto por parte del Gobierno de los EE.UU. como por el de Gran Bretaña.
Tal acontecimiento es sin duda el más importante reconocimiento de que el conflicto entre los Estados musulmanes y árabes en general y Palestina en particular con el Estado de Israel, ha sido el foco purulento en el que se ha alimentado el terrorismo de signo islámico, incluyendo comandos suicidas, constituido en uno de los más peligrosos factores de alteración de la paz y seguridad mundiales.
Además, los episodios del 11 de septiembre de 2001 han sacudido y modificado dramáticamente la arena política internacional, las relaciones entre países e incluso la vida doméstica a lo largo y a lo ancho del mundo. Países como Rusia, que horas antes del ataque poco significado tenían para el joven gobierno republicano encabezado por George W. Bush, han cobrado una importancia estratégica para la coalición aliada encabezada por los EE.UU.
Nada será en el mundo igual a partir de los ataques en los EE.UU., que fueron seguidos por una también esperada agresión con armas bacteriológicas, en la que el Antrax es sólo una de las armas a ser utilizadas.
El nuevo panorama de la política internacional será trazado dramáticamente a medida que se sucedan los acontecimientos, renovados día a día.
La Argentina, como parte de la “aldea global” en la que comparte un azaroso presente, no habrá de ser un “convidado de piedra” en esta seria crisis mundial, luego de que la amenaza bacteriológica en la que pocos creyeron se ha hecho presente, desafiando las previsiones de la mayor parte de la dirigencia política, alienada de la realidad de la recalentada arena internacional.
(*) Horacio Calderón es experto en Asuntos del Medio Oriente y Africa del Norte. Es autor de varias obras y escritos sobre esas regiones. Actualmente coordina los esfuerzos para la creación de un centro de capacitación para estudios de amenazas emergentes y crimen organizado.
Durante la Guerra de 1982 contra el Reino Unido, prestó servicios oficiales en la procuración de apoyo militar, como voluntario y ad honorem para el Comando en Jefe de la Armada Argentina.
Buenos Aires, octubre de 2001.
Por Horacio Calderón (*)
Los recientes ataques contra blancos estadounidenses en Nueva York y Virginia (Pentágono) constituyen un hito en la escalada de ataques terroristas lanzados por una organización multinacional de autoproclamada religión islámica.
La amenaza terrorista en el ámbito global nace a partir de los cambios operados en la arena internacional durante los últimos años y muy especialmente a partir de la desintegración del bloque político, económico y militar liderado por la hoy desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y del surgimiento del “mundo” unipolar o “nuevo orden internacional” liderado por los Estados Unidos de Norteamérica.
No resulta ocioso reiterar que el grado de globalización que se ha alcanzado como consecuencia del acelerado desarrollo de la política internacional, acompañada de un progreso científico y tecnológico en permanente evolución, ha convertido al mundo en una aldea global, compuesta por un conjunto de partes donde repercuten y estallan con violencia conflictos que se originan y desarrollan en lugares remotos y que en épocas no tan lejanas hubieran pasado prácticamente desapercibidos.
La velocidad en las comunicaciones actuales permite conocer en tiempo real sucesos que tienen lugar en lugares opuestos del planeta y sobre todo hechos de violencia que ocurren en teatros lejanos como consecuencia de conflictos entre naciones, pueblos, etnias, grupos religiosos o de fuerzas irregulares contrarias al poder de jure o de facto en determinado país.
Lo grave de la situación radica en que los enfrentamientos mencionados trascienden el marco geopolítico en que se han generado y desarrollado, para estallar de manera violenta en otros teatros, mediante ataques terroristas, dirigidos a captar la atención de la audiencia planetaria y conmover al enemigo en sus propios cimientos.
La globalización del mundo, con sus méritos y deméritos, arrastra como uno de sus más infames efectos el crecimiento del terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado, que en muchos casos colaboran entre sí, aumentando notablemente su grado de peligrosidad. Como si eso no fuera suficiente, también se ha sumado la amenaza permanente de sectas mesiánicas y apocalípticas, que inauguran su presencia en esta aldea global en que el progreso nos ha convertido, con ataques suicidas tan sangrientos como los registrados en EE.UU.
Se ha alcanzado tan dramática situación gracias al estado de alienación que sufren los líderes y / o dirigentes de organizaciones terroristas que han decidido destruir el mundo en que vivimos y que incluyen entre sus métodos el martirologio suicida, con voluntarios que son seducidos por el premio del supuesto “paraíso”, que habrían de alcanzar como fruto de su inmolación para destruir un blanco enemigo.
El acceso de fuerzas terroristas y de los Estados que las patrocinan a la más sofisticada tecnología en materia de armamentos y medios de destrucción masivos, son factores desequilibrantes de ecuaciones sin cuya positiva resolución resultarán imposibles, no sólo la continuidad histórica de muchas naciones, sino también la misma paz mundial.
Desde 1979, cuando estalló en Irán la revolución liderada por el Ayatolá Rohollah Jomeini, se produjo en el seno de la comunidad islámica mundial y en la región del Medio Oriente un cambio que alteraría profundamente las reglas hasta entonces vigentes en la guerra basada en una estrategia sin tiempo entre los estados Arabes e Israel.
El “martirologio suicida”, utilizado por las organizaciones terroristas, no sólo se ha expandido como forma de lucha en la región o en los inmensos territorios que -en varios continentes- encierran una comunidad islámica de más de mil trescientos cincuenta millones de almas, sino que es utilizado para realizar atentados cruentos contra blancos remotos indefensos y desprevenidos.
La Argentina sufrió en 1992 y 1994 ataques terroristas suicidas, como consecuencia de una serie de factores que incluyen sin duda la importancia de la colectividad judía en nuestro país, el conflicto árabe-israelí y la alineación irrestricta de la política exterior con los EE.UU. El ataque contra blancos civiles lanzados por la multinacional terrorista liderada por Osama Bin Laden, coloca sin duda nuevamente a nuestro país frente a un tremendo desafío histórico, que no sólo puede girar en torno a su potencial participación en una coalición internacional antiterrorista, cuya necesidad no se discute, sino también de cara al deber de preservar las vidas y bienes de los ciudadanos argentinos.
Los atentados contra la Embajada de Israel en 1992 y la sede de la AMIA en 1994, han dejado huellas profundas en la historia de la Argentina, que vio inaugurado así su condición de país blanco del terrorismo internacional de signo religioso, en ambos casos inspirado por Irán y ejecutados por comandos suicidas que actuaron bajo órdenes del Hizballah o “Partido de Dios” libanés.
Las denuncias por mí realizadas desde 1992, acompañadas de numerosas exposiciones en sede judicial y en medios masivos de comunicación, dejan a buen resguardo el espíritu pacífico de la enorme mayoría de musulmanes, árabes o no, que no sólo aman la paz, sino que sienten una segura repugnancia por los ataques terroristas que levantan falsamente las banderas del Islam. La situación actual y los acontecimientos que pueden producirse en la Argentina, como consecuencia de su
renovada alineación con los EE.UU., en este caso en el combate contra el terrorismo internacional, obligan sin duda a organizar a la Nación en la defensa de todos sus ciudadanos. Esto implica acentuar la seguridad de aquellos que puedan ser los más afectados en un futuro, miembros de colectividades como la árabe y la judía, que habitan el suelo argentino y rechazan y repudian el uso ilegítimo de la violencia contra blancos civiles y / o no combatientes, que es la esencia del terrorismo disolvente y criminal.
EL TERRORISMO EN LA HISTORIA
Desde tiempos muy remotos, no ha sido poco usual la utilización de prácticas terroristas, en el marco de luchas religiosas, étnicas y políticas.
Los celotes, una secta judía milenaria que luchó contra la ocupación romana de Palestina entre los años 66 y 73 de la Era Cristiana, llevaron adelante una importante sucesión de actos terroristas, entre los que pueden destacarse asesinatos individuales y colectivos y envenenamiento de pozos de agua y graneros. Su audacia los llevó hasta el punto de sabotear el suministro de agua a la ciudad de Jerusalén.
Los asesinos, secta religiosa desprendida de la rama chiíta del Islam en tiempos de las Cruzadas, que dio origen a esa palabra, que significa “comedores de hashish”, dejó un rastro de muertes a lo largo de su prolongada y misteriosa existencia. Los asesinos, liderados por un jeque conocido como “el viejo de la montaña”, acostumbraban acuchillar a sus víctimas, luego de cumplir con el ritual de beber un compuesto de hashish especialmente preparado para esas ocasiones.
Los thugs de la India, estrangulaban a sus víctimas, por lo general desprevenidos viajeros, para ofrecerlos a su divinidad, la diosa Kali. Durante una campaña que duró seiscientos años y que sólo finalizó con su exterminio a mediados del siglo XIX, los thugs asesinaron aproximadamente un millón de personas; todo un récord, si consideramos que las víctimas fueron estranguladas individualmente. Esta secta de la India encabeza el promedio histórico de asesinatos, con 1.666 muertes por año.
Celotes, asesinos y thugs, cuyos nombres han engrosado enciclopedias y diccionarios como sinónimos de fanatismo, crimen y terror, constituyen los más importantes antecedentes históricos de prácticas terroristas basadas en creencias religiosas.
Sin embargo, hasta pocas décadas atrás, el terrorismo secular motivado por ideologías, aspiraciones separatistas y luchas étnicas, prevaleció sobre el terrorismo religioso.
DEFINICION Y CLASIFICACION DEL TERRORISMO
No existe hasta el momento en el concierto de las naciones una definición uniforme sobre terrorismo, organizaciones terroristas, acciones terroristas y todo aquello que involucre este delicado asunto.
Dentro de un gran espectro político mundial, se han producido una serie de definiciones sobre terrorismo, como también diversas distinciones entre terroristas y luchadores de la libertad (“freedom fighters”) o entre terroristas y movimientos de
liberación. Muy recientemente y ante los enfrentamientos entre la India y Pakistán por el contencioso de Cachemira, el Presidente del último país dijo precisamente que sus conciudadanos eran precisamente “freedom fighters”.
De hecho, una definición contundente y concertada entre las naciones se hace aún esperar, a efectos de facilitar el encuadramiento legal y la represión de acciones consideradas como delictivas por la ley internacional.
Como las cosas suelen verse según el color del cristal con que se miren, ocurre que lo que para algunos son organizaciones terroristas, para otros son movimientos de liberación o luchadores de la libertad.
Los recientes ataques criminales contra blancos civiles, obliga a quienes directa o indirectamente están comprometidos en la lucha contra el flagelo terrorista, a definir con la mayor claridad posible la naturaleza del enemigo al cual nos enfrentamos.
Terrorismo es el uso ilegal y premeditado de la fuerza o violencia dirigido contra no combatientes o propiedades, con el objeto de intimidar o coaccionar un gobierno, la población civil o un sector de la misma, para la consecución de objetivos políticos o sociales.
El término no combatiente incluye, además de civiles, a personal militar que en el momento de ser afectado por un acto terrorista, se encuentre desarmado o fuera de servicio.
La Argentina podría adoptar también la posición de considerar como un acto terrorista, cualquier acción dirigida contra instalaciones militares propias o de terceros países situadas en lugares donde no existan conflictos u hostilidades.
Terrorismo doméstico es aquel que involucra a grupos o individuos cuyas actividades están dirigidas contra objetivos situados dentro del territorio nacional y que carece de dirección exterior.
Terrorismo internacional es el tipo de terrorismo que involucra el territorio o grupos y ciudadanos de más de un país. Su accionar envuelve la actividad terrorista cometida por grupos o individuos basados en el exterior y / o dirigidos por países o grupos fuera del territorio nacional o cuyas actividades exceden sus propias fronteras.
Terrorismo emergente es la incipiente y / o probable incorporación de tácticas terroristas, por parte de organizaciones o grupos políticos u organizaciones criminales.
Terrorismo de Estado es el uso ilegal y premeditado de la fuerza o violencia dirigido contra civiles, no combatientes y propiedades, tanto dentro en el país en cuestión como más allá de sus fronteras nacionales, con el objeto de intimidar o coaccionar a opositores, la población civil o un sector de la misma, para la consecución de objetivos políticos o de otra índole.
TERRORISMO SECULAR Y TERRORISMO RELIGIOSO
Aunque organizaciones como el IRA irlandés, sus enemigos protestantes y diversos grupos similares a lo largo del mundo estén impregnadas por elementos profundamente religiosos, sus acciones tienen en principio una motivación puramente política.
La característica anteriormente señalada, se mantiene inalterable casi sin excepciones hasta la década del 70 de este siglo, cuando irrumpen numerosos grupos terroristas de origen religioso, que utilizan los voluntarios suicidas como una de sus principales y más letales armas.
Debe sin embargo señalarse que en materia de ataques suicidas, son los separatistas tamiles de Sri Lanka quienes llevan la delantera en esa triste estadística.
En síntesis, durante las últimas décadas se ha desarrollado y propagado una nueva forma de terrorismo religioso, que suma a técnicas de destrucción masivas altamente sofisticadas, la utilización del factor suicida, que tiene como centro a voluntarios -por los general jóvenes- que se inmolan como tributo a lo que entienden es un deber sagrado.
Los actos terroristas lanzados por grupos religiosos tienen una notable diferencia con aquellos perpetrados por organizaciones seglares: mientras los primeros luchan por asaltar el poder constituido a efectos de producir un cambio violento en el sistema establecido, los segundos se consideran totalmente extraños al mismo y sólo aceptan la sustitución de un orden viejo por un orden nuevo sin rastro alguno del anterior, o de lo contrario la destrucción lisa y llana del mundo en que viven, que dicho sea de paso es también el nuestro.
Asimismo, mientras los ataques originados en grupos seglares buscan lograr en el “auditorio” al cual están dirigidos efectos concretos como la intimidación pública y el chantaje político, entre otros, el “auditorio” exclusivo de las acciones criminales de las organizaciones con raíces religiosas son sus propias fuerzas, con el objeto de alentar a los núcleos endurecidos existentes y de fertilizar el semillero de futuros adeptos.
EL FRENTE EXTREMISTA ISLAMICO
El hablar de terrorismo musulmán -es importante repetir- no implica de manera alguna involucrar al Islam en su conjunto, con sus mil trescientos cincuenta millones de fieles esparcidos a lo largo y a lo ancho del mundo, en esta tragedia contemporánea que nos ha sumergido en un lodazal de sangre.
Hasta los más enconados enemigos de la causa árabe y de las reivindicaciones palestinas, reconocen que el Islam es una religión increíblemente rica y pacífica que le ha dado al mundo un magnífico legado cultural.
Históricamente, la dureza de las acciones registradas está dirigida no sólo a la captación de nuevos activistas, aportes financieros y otro tipo de apoyos que las organizaciones terroristas puedan recibir desde distintas regiones del mundo, sino
también a definir el resultado de la lucha sorda que libran extremistas enrolados en las principales ramas del Islam: la mayoría sunita y la minoría shiíta liderada por Irán.
Las organizaciones extremistas de signo musulmán no sólo han proliferado en los últimos años, sino que han expandido sus áreas de influencias a regiones lejanas al Medio Oriente, como Gran Bretaña, Francia, Canadá, Estados Unidos y América del Sur, al amparo de condiciones que favorecen las corrientes inmigratorias.
La extensión del presente trabajo impide enumerar la gran cantidad de organizaciones y grupos terroristas activos en el mundo. Lo más importante es señalar que muchas de ellas, como Al-Qaida, Hamas y Hizballah, para mencionar sólo algunas, lograron montar en numerosos países aparatos de superficie y clandestinos y hasta verdaderos centros militares de comando, comunicaciones, control, inteligencia e informática (C3 I2), como la primera en Afganistán. Además, centros de recaudación, reclutamiento y movilización que facilitaron tanto la procuración de armamento altamente sofisticado, como la adquisición y / o desarrollo de ingenios infernales, basados en países occidentales y los mismos EE.UU. y Gran Bretaña.
El potencial uso del Arma bacteriológica ha pasado de ser una advertencia no tenida en cuenta por las autoridades de países que son un blanco primario para el terrorismo, como los EE.UU. y la Argentina, a una triste realidad difícil de controlar desde el punto de vista de una previa vacunación contra las principales enfermedades, como al ántrax o la viruela.
LOS ESTADOS PATROCINADORES DEL TERRORISMO
Desde el estallido de la Revolución iraní liderada por el Ayatollah Ruhollah Jomeini, el denominado “mundo islámico” se ha convertido en un terreno fértil para el reclutamiento, formación religiosa y entrenamiento de elementos terroristas, agrupados
en células casi imposibles de penetrar y cuya misión es luchar con todos los medios a su alcance por el establecimiento de un Estado mundial shiíta. Al día de la fecha, tales objetivos están lejos de alcanzarse, aunque queda como saldo una huella imborrable de asesinatos masivos y selectivos.
Resulta importante comentar, dejando a salvo a aquellos seguidores pacíficos de la religión islámica, que la teología chiíta augura la reaparición del duodécimo y último de los imanes o sucesores de Mahoma, para instaurar los dictados de la ley de Dios (Alá) sobre la tierra. Forma parte de sus dogmas que el último de los imanes se encuentra en estado de ocultación desde el momento de su desaparición ocurrida hace siglos y que volverá algún día a cumplir los fines sagrados esperados por sus fieles.
La Sunna -cabe explicar- es para los devotos de esta rama del Islam -los sunnitas-un complemento sabio y sagrado del Corán y consiste en la tradición, el comportamiento de su profeta Mahoma, el “camino recto”, que convalida la creencia y aporta reglas de vidas para los hombres.
Para los fanáticos terroristas chiítas todos los gobiernos del mundo son insanablemente ilegítimos, con excepción claro está de Irán, que luego del movimiento revolucionario de 1979 y del liderazgo espiritual y político de Jomeini, ha comenzado a implementar -violencia incluida- su versión de lo que es el “verdadero Islam”.
Hay organizaciones terroristas sunnitas que indudablemente no van a la zaga de los chiítas. Ambas son sin embargo una perversión del verdadero Islam cuyos miembros pacíficos aborrecen como cualquier ser humano el asesinato de víctimas inocentes en aras de una religiosidad vacía de contenido y descalificada como tal.
Las acciones terroristas no sólo involucran a organizaciones y grupos religiosos musulmanes chiítas iraníes u orientados por Irán como el Hizballah libanés u otras dispersas por Medio Oriente y numerosos países de otras regiones. Por el contrario, este país no sólo patrocina actividades terroristas de tipo religioso de organizaciones pertenecientes a otras ramas del Islam, como la mayoría sunnita, tal el caso del Hamas, sino también a organizaciones seculares que puedan ayudar a satisfacer el logro de sus objetivos primordiales. Por ejemplo, el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP), el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y la ORGANIZACION ABU NIDAL, materialmente apoyadas por IRAN, si bien tienen algunos elementos religiosos, responden a las características del terrorismo secular.
La conferencia realizada en la ciudad de Teherán en octubre de 1991, incluida en mi informe al ex Presidente de la Nación, Dr. Carlos S. Menem del 27 de marzo de 1992, fue el punto de partida para la consumación de los atentados en la Argentina. Tal denuncia sobre la reunión de Teherán precedió en un mes la difusión y las implicancias de ese evento, dadas a conocer por el Embajador A. Peter Burleigh, Coordinador para Contraterrorismo del Departamento de Estado de EE.UU.
Durante las numerosas entrevistas televisivas que me realizaran durante 1994 importantes periodistas de la televisión argentina, evité profundizar los pormenores de esa reunión, dado el impacto masivo que podían causar las amenazas de los grupos extremistas islámicos en la opinión pública. Sin embargo, la realidad ha superado hoy ampliamente las presunciones que ya formaban parte de mis hipótesis de trabajo sobre un potencial ataque masivo y el uso del Arma Bacteriológica, alguna de ellas asentadas en documentos anteriores a los ataques del 11 de septiembre.
La reunión de Teherán en octubre de 1991 fue una acción destinada a establecer una oposición coordinada al proceso de paz iniciado en Madrid ese mismo mes. Resulta importante revalidar tal importante hecho, a diez años de producido, no sólo por los efectos sobre nuestro país, sino por la presencia de representantes estadounidenses.
El encuentro fue titulado “Conferencia Internacional para apoyar la Revolución del Pueblo de Palestina".
Participaron de la Conferencia representantes del Hizballah encabezados por el entonces Secretario general, jeque Abbas Al-Musawi y su líder espiritual, jeque Mohammed Hussein Fadlallah. Otros participantes importantes -ya mencionados- fueron: representantes de Hamas, Jihad Islámico para la Liberación de Palestina, Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General, liderado por el militar sirio Ahmed Jibril, de la Organización Abu Nidal y de Abu Musa, perteneciente a la oposición a los acuerdos de paz dentro de Al-Fatah.
Asistieron también representantes de Argelia, EE.UU., Indonesia, Filipinas, Etiopía, El Líbano y Suiza.
El representante de EE.UU. fue Muhammad Al-Asi, del Centro de Educación Islámica, localizado en Potomac, Maryland. Esta persona es considerada el predicador líder de Washington. Al-Asi manifestó en la Tercera Sesión General de la Conferencia, que la seguridad del gobierno estadounidense estaba directamente ligada a la existencia ilegítima de Israel en suelo palestino. Asimismo, señaló como una necesidad la coordinación y declaración unificada de fatwas y la toma de decisiones futuras. Las fatwas son sentencias teológicas irrevocables de la religión islámica, como la dictada contra el escritor Salman Rushdie. Cuando se emite una fatwa contra un país o una persona, ningún miembro religioso del Islam tiene potestad para revocarla.
Otro conspicuo miembro de la Conferencia fue Kalim Saddiqui, Director del Instituto Musulmán, situado en Londres, quien también profirió amenazas contra Israel durante su alocución.
Al cierre de la reunión internacional, se formó un frente de rechazo a las negociaciones de paz, cuyo nombre es Frente Nacional Democrático e Islámico, que incluyó tanto a organizaciones extremistas islámicas ya descriptas, como a facciones de la resistencia Palestina de signo secular, igualmente mencionadas.
Durante reuniones secretas que se realizan periódicamente entre las organizaciones extremistas, la Argentina fue señalada como blanco entre los futuros ataques a países alineados con los EE.UU. e Israel.
La amenaza fue cumplida en 1992 y 1994, con la voladura de la Embajada de Israel y de la sede de la AMIA.
Los comunicados emitidos por la Jihad Islámica y por el subgrupo Ansar Allah, reivindicando los atentados perpetrados en Buenos Aires, aunque luego hayan sido
desmentidos, fueron posteriormente confirmados por declaraciones de los mismos dirigentes del Hizballah, entre ellos su líder espiritual, jeque Mohammed Hussein Fadlallah.
El jeque Fadlallah -al acusar a Israel del secuestro del dirigente de su organización Mustafá Dirani-, contestó a Shimon Peres quien había dicho que el brazo de los sionistas es largo, con una frase que es más que elocuente y que da por tierra con
cualquier otro tipo de hipótesis que no se ajustan a la realidad y que han circulado últimamente sobre los atentados en la Argentina. Fadlallah dijo exactamente el 30 de mayo de 1993 en una transmisión radial: “Yo pensé que nuestros santos guerreros ya la habían enseñado a él (a Simón Peres) que sus brazos son más largos cuando ellos alcanzaron a los israelíes en la Argentina”.
Aunque valga aquello de que “a confesión de partes, relevo de pruebas”, la sucesión de reivindicaciones seguidas de desmentidos es parte del juego táctico del Hizballah, en el marco de la estrategia de expansión revolucionaria mundial inspirada y dirigida por Irán al momento de los atentados en la Argentina.
Basados en la experiencia de fracasos anteriores, cuando dirigentes y militantes del Hizballah acusados de cometer atentados terroristas complicaron la existencia misma de la organización, sus líderes decidieron cambiar sus tácticas. Surgieron entonces diversos grupos y subgrupos dependientes, que realizan atentados criminales como los de Buenos Aires, en nombre de los mismos ideales proclamados por la organización terrorista libanesa, pero sin comprometer a su Consejo Supremo o “Shura”, que incluye personalidades religiosas y militares iraníes.
El Subsecretario General del Hizballah, Naim Qassem, también había declarado poco tiempo antes de la voladura de la AMIA que el campo de batalla con Israel era muy abierto.
El nombre de la Argentina no ha sido de manera alguna removido de la lista de blancos seleccionados por el extremismo islámico, ni mucho menos la nómina de quienes integran una suerte de “lista negra” para otro tipo de alternativas.
Aunque el escenario mundial está actualmente ocupado por Al-Qaida, los Talibán y sus líderes, Osama Bin Laden y el clérigo talibán afgano Mohammed Omar, las organizaciones terroristas orientadas por Irán no han sido de manera alguna desactivadas.
Irán, sin embargo, deberá rendir debida cuenta de su responsabilidad por las acciones criminales cometidas en la Argentina por el Hizballah y que contaron con el estratégico apoyo de ciudadanos de su país e incluso de diplomáticos acreditados en su embajada en Buenos Aires, como el religioso shiíta Mohsen Rabbani, quien se encuentra prófugo.
Las organizaciones terroristas suelen adecuarse a las condiciones imperantes en el terreno seleccionado, e incluyen además de ataques con bombas otras alternativas cruentas, como atracos, asesinatos, raptos seguidos de muerte y secuestros extorsivos con rehenes. Los tipos de blanco pueden incluir a personalidades oficiales, dirigentes
políticos, diplomáticos, militares y miembros de fuerzas policiales y de seguridad, periodistas, empresarios, exiliados, aerolíneas, medios de transporte e instalaciones claves de todo tipo.
Las medidas de seguridad adoptadas en la Argentina no alcanzan a cubrir todos los tipos de plataformas de lanzamiento de ataques suicidas; es que las autoridades parecen limitarse a prevenir atentados con automotores sin tener en cuenta antcedentes registrados en otros países, donde se han utilizado personas-bomba, pequeños helicópteros, avionetas, motocicletas, bicicletas y transportes acuáticos, submarinos y de superficie.
Hasta hace pocas semanas era posible pensar que un tercer atentado al estilo del de la AMIA podría repetirse. Hoy, hay que pensar en términos de guerra química y o bacteriológica, o de ataques aéreos suicidas de la dimensión de los ocurridos en los EE.UU.
EL MARTIROLOGIO SUICIDA
El martirologio suicida no sólo no es una cuestión menor, sino una de las armas fundamentales de las organizaciones terroristas en sus sangrientas campañas, ya que el concepto tradicional de seguridad es fácilmente vulnerable. Es que el éxito de sus acciones depende precisamente de uno o varios individuos decididos a inmolarse para destruir un blanco determinado, entre cuyas preocupaciones no se cuenta la posibilidad de arrestos, interrogatorios y humillaciones públicas.
Mucho se ha discutido últimamente sobre la lógica del terrorista suicida al ofrecerse como voluntario para tal misión, los motivos que lo animan, y otras razones que, además, resultan imposibles de analizar con el cristal que los occidentales solemos anteponer a nuestros ojos.
El voluntario suicida no suele ser un psicótico depresivo que ofrece su vida para terminar con una vida que en el fondo odia como consecuencia de su particular patología. Por el contrario, decide inmolarse por una causa que ama y de paso ganarse el prometido y supuesto “paraíso” que le prometen una serie de clérigos inescrupulosos. Suelen estos suicidas ser personas que viven con la alegría de pertenecer a un ejército especial y su único propósito psicológico y físico es morir para destruir un blanco enemigo previamente designado por los estrategas o comandantes tácticos de determinada organización terrorista.
El alto grado de letalidad de los ataques suicidas se ha demostrado con el correr de las últimas dos décadas, pero muy especialmente luego de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono y el intento casi confirmado de estrellar uno de los aviones contra una central nuclear.
La triste realidad de lo acaecido en EE.UU. es que las células terroristas suicidas y sus apoyaturas pudieron instalarse en el territorio de su principal blanco, estudiar sus debilidades y destruir los objetivos primarios señalados sin que algún servicio de inteligencia y seguridad lograra detectar y neutralizar sus planes.
De hecho, habían abierto centros de recaudación de fondos en localidades vecinas al Pentágono y a la Casa Blanca, como Arlington, Virginia, hasta que fueron prohibidos en 1995 por la Administración Clinton.
Actualmente, probablemente existan centenares de efectivos suicidas dentro del territorio norteamericano dispuestos a lanzar nuevos ataques, tal como lo han reconocido sus autoridades policiales, de seguridad y de inteligencia, un tanto más despiertas luego de los recientes ataques.
Mucho se ha hablado últimamente de técnicas un tanto macabras -sobre todo por parte de Israel- para evitar o al menos restringir la cantidad de ataques y disposición de los voluntarios suicidas para presentarse en condición de tales a las organizaciones terroristas. Algunas de ellas, como el asesinato de familiares inocentes de los suicidas, con el objeto de disuadir a nuevos voluntarios, solo pueden conducir a acentuar una espiral de violencia que ya es de proporciones imprevisibles.
Hay registrados en este momento en el mundo no menos de diez organizaciones terroristas activas que utilizan ataques suicidas como parte de sus estrategias de guerra, que incluyen movimientos separatistas, como los tamiles de Sri Lanka, los kurdos de Turquía y los de Barbar Khalsa International de la India. Cada organización terrorista con voluntarios suicidas cuenta con sus propias motivaciones, estrategias y tácticas, que a veces trascienden lo exclusivamente religioso e incluyen reivindicaciones étnicas o nacionalistas. Los tamiles son quienes llevan la delantera en número de ataques suicidas, con 168 concretados, seguido muy atrás por el Hizballah y otros grupos pro sirios, Hamas, los kurdos, el Jihad Islámico Palestino y Al-Qaida..
El hecho es que vivimos en un muy difícil “teatro de operaciones”, agravado por una total falta de definiciones en materia de leyes de Defensa, Seguridad e Inteligencia,
como para pensar en medidas reactivas o punitivas contra un enemigo prácticamente invisible. No hay continente o región alguna del mundo que puedan considerarse seguros ante una potencial agresión terrorista y en algunos países hay organizaciones que controlan zonas prácticamente liberadas, como en los casos de las Filipinas e Indonesia. La Argentina no es una excepción, ya que el enemigo terrorista está desplegado poco más allá de nuestras fronteras, dentro de uno o más países limítrofes donde resulta imposible incursionar sin provocar un grave conflicto bilateral o regional, e incluso una guerra.
Si bien los esfuerzos y tendencias actuales están dirigidas a construir una verdadera alianza antiterrorista con países vecinos, como Brasil, Paraguay y Uruguay, con el objeto de detectar y neutralizar las células extremistas e incluso las sociedades criminales y los carteles del narcotráfico -que colaboran entre sí- en la zona de la llamada “Triple Frontera” y otros lugares un tanto más alejados, la Argentina debe actuar ya para prevenir daños descomunales como los que sufrió EE.UU.
Tal propuesta será sin embargo difícil de llevar a la práctica si no se toma una verdadera conciencia del peligro al que nos enfrentamos y se asume que más que un país seguro la Argentina es un país altamente expuesto a los ataques lanzados por terroristas suicidas, sin descartar otros métodos como el uso de armas bacteriológicas, químicas y cibernéticas.
La estrategia de designación de blancos no excluye el asesinato selectivo, en la medida que el dignatario o la personalidad política o militar justifique la inmolación de uno o más voluntarios, tal como sucedió en los casos del ex primer ministro de la India, Rajib Gandhi y del presidente de Sri Lanka, Ranasinghe Premadasa.
Si bien la investigación de los atentados suicidas contra la Embajada de Israel en Buenos Aires y el edificio de la AMIA no ha permitido llegar a un total esclarecimiento de ambos hechos y sobre todo de las conexiones y apoyaturas locales que permitieron la concreción de los ataques, resulta posible definir algunas características de los mismos.
Cualquier operación terrorista suicida, con voluntarios nativos de regiones alejadas del teatro principal del conflicto -en nuestro caso Medio Oriente- debe desarrollarse con un secreto absoluto, ya que de lo contrario no hay sorpresa y la misión puede ser neutralizada.Otra característica es la cantidad de efectivos intervinientes, generalmente separados en células, que son quienes llevan a cabo las misiones previas al ataque, como inteligencia, reconocimiento del terreno e incluso ensayos con modelos a escala o asistidos por computación.
Nadie puede suponer, acudiendo al libre juicio y al sano razonamiento, que un voluntario suicida pueda cruzar una frontera aérea, marítima o terrestre, permanecer aunque sea horas en la zona del blanco, efectuar un reconocimiento del terreno, subir a un vehículo cargado con explosivos y detonar tal plataforma de lanzamiento sin una sólida apoyatura logística local.
Tampoco, que viva encubierto o “dormido” en el país blanco sin un fuerte respaldo doméstico, que difícilmente esté formado por miembros extraños a los grupos religiosos y o a las etnias del resto de los componentes. Cuando esta regla se ha alterado, permitió la penetración de los grupos terroristas y la neutralización de sus planes.
Las relaciones entre las células terroristas y personas o grupos delictivos compuestos por ciudadanos de los países blancos, suelen ocurrir sólo para adquirir en el lugar los elementos necesarios para el ataque, sin necesidad de cruzar las fronteras con explosivos, documentación falsa o automotores que despierten sospechas. En el
frustrado atentado a la embajada de Israel en Bangkok, en 1993, quedó abandonado dentro del automotor cargado de explosivos el cadáver de uno de los empleados de la concesionaria que había vendido el vehículo al comando terrorista. Se halló también en ese lugar parte de la documentación personal utilizada.
Los suicidas causantes de la voladura de la embajada de los EE.UU. en Nairobi, Kenia, ocurrido en 1998 y el asesinato del presidente de Sri Lanka, vivieron en ambas ciudades varios años antes del ataque.
Lo mismo sucedió con las células que organizaron el reciente ataque en los EE.UU.
Dada la dramática situación actual de la Argentina, donde ni se conoce el rostro del enemigo, resulta impensable que nuestros servicios de seguridad e inteligencia puedan contar con agentes propios infiltrados en las células terroristas. Tampoco, que puedan conocer su despliegue en nuestro territorio, los lugares donde se esconden y quienes los respaldan localmente.
En consecuencia, la única posibilidad de defender nuestro país es endurecer al máximo las condiciones en que un potencial atentado suicida pueda desarrollarse, lo cual será una misión imposible sin leyes que lo respalden.
“AL-QAIDA”, MULTINACIONAL DEL TERRORISMO
Luego de una singular parición y de un prolongado desarrollo, que le han dado un sello distintivo que la diferencia de otras formaciones terroristas preexistentes, se ha hecho presente la letal y siniestra organización terrorista conocida como “Al-Qaida”, cuyo significado en castellano es “La Base”, liderada por el millonario de origen saudita Osama Bin Laden, a quien su país le quitó la ciudadanía y fue negado -al menos oficialmente- por su familia.
Con el antecedente de los ataques contra las embajadas de los EE.UU. en Kenia y Tanzania en 1998 y el navío de guerra “USS Cole” en Adén, sin contar otros hechos resonantes producidos por otras organizaciones asociadas, Osama Bin Laden y sus células y redes terroristas han perpetrado los devastadores atentados suicidas dentro del territorio de los EE.UU., cuyos ciudadanos están siendo también blancos de armas bacteriológicas. Los atentados contra las embajadas mencionadas, que causaron la muerte de 224 personas, sin contar los muertos en el “Cole”, fueron tan solo el anticipo de la preparación de un “gran golpe” contra blancos norteamericanos.
Desde tiempo atrás los especialistas hemos coincidido en que Osama Bin Laden, líder de “Al-Qaida”, estaba a punto de lanzar un ataque masivo contra blancos estadounidenses. No era sin duda una presunción aventurada, sino el escenario previsible dentro de la probable evolución de la amenaza creciente de una multinacional terrorista cuyos objetivos se percibían como altamente ambiciosos, en comparación con otros actores similares en el mundo.
Las proclamas de Osama Bin Laden y las acciones de los escuadrones suicidas de Al-Qaida, presagiaban que el terrorista más buscado del mundo y su Estado Mayor tenían una estrategia y una agenda internacional sumamente ambiciosas, en la que miles de vidas humanas del frente enemigo y de fuerzas propias eran un costo inferior al beneficio que se proponía obtener, con el objeto de provocar un conflicto mundial de alta intensidad que puede no encontrar límites ni en la intensidad ni en el tiempo.
Inteligente y con objetivos y una agenda internacional muy claros en mente, Bin Laden supo explotar al máximo la ventaja de haber sido entrenado, respaldado y financiado por los gobiernos de los EE.UU. y Pakistán, durante los largos años de lucha de la resistencia afgana contra la invasión soviética. Esta experiencia y la expansión de “Al-Qaida” en casi todos los países de Occidente, incluyendo la implantación de células en territorio norteamericano, le permitieron al líder terrorista y a su Estado Mayor adquirir una enorme capacidad para aplicar novedosas técnicas de lucha. También, conocer y medir los parámetros de seguridad de sus ex aliados y muy especialmente las fortalezas y debilidades de su mayor enemigo actual, EE.UU., como para lanzar los sorpresivos y devastadores ataques del 11 de septiembre pasado.
En el año 1998, al anunciar la creación de un “Frente Islámico Mundial para la Guerra Santa contra Judíos y Cruzados”, Osama Bin Laden hizo público una “fatwa”, edicto religioso de características ya mencionadas, en el que se condenaba a muerte a ciudadanos norteamericanos y a sus aliados, en todo el mundo, fueran civiles, militares, hombres, mujeres, niños o ancianos.
“Al-Qaida” tiene también la particularidad -de ahí la calificación de “multinacional” del terrorismo-, de haber reunido bajo su comando a ciudadanos de distintas etnias, nacionalidades e incluso sectas del Islam e incluso infiltrado otras organizaciones en todo el mundo, a pesar de la condición original de sunnita de su líder Osama Bin Laden y de la mayoría de sus seguidores. La calificación de “original” se debe a que puede ponerse seriamente en duda la religiosidad de tal individuo y sus cómplices, cuyo fanatismo ha sido calificado de “perversión” del Islam o de “depravación” por personalidades tan opuestas políticamente como Muammar Khadafi y el Sultán de Omán.
La estructura organizacional, estrategias y tácticas de esta organización son realmente atípicas y de esa condición surge la dificultad de probar ante una corte internacional la culpabilidad de su conducción en crímenes como los cometidos semanas atrás contra las Torres Gemelas y la sede del Pentágono. Tiene esta multinacional terrorista una estructura similar a la de una cebolla, a la cual hay que quitarle capa tras capa, para llegar al corazón de la misma. Ello, además, sin perjuicio de la estructura de formaciones paralelas, aparatos múltiples de superficie y un sinnúmero de organizaciones de apoyo, sean celulares o no.
Un capítulo aparte merece el movimiento talibán, sin cuyo apoyo “Al-Qaida” jamás hubiera podido desarrollar sus redes terroristas alrededor del mundo. Osama Bin Laden no sólo ha financiado al gobierno talibán, sino también contraído lazos de sangre con su líder espiritual, el religioso Mohamed Omar, ya que son a la vez suegros y yernos entre sí, porque está casado cada uno con una hija del otro. Comprensible es sin duda que los EE.UU. busquen la remoción del poder del movimiento talibán y la muerte en combate o el enjuiciamiento de sus principales dirigentes o cuadros, pertenecientes a la etnia Pashtú, mayoritaria en Afganistán, que sin embargo no podrá ser excluida en la conformación de un futuro gobierno de unidad nacional, una vez derrotadas las fuerzas que apoyaron y protegen a Osama Bin Laden y a su Estado Mayor, en el que hay que incluir como principal cómplice al mullah Mohammed Omar.
Los Talibán lucharán sin lugar a dudas hasta el final para defender tanto a su líder espiritual como a Bin Laden, cuya estrategia desde el comienzo ha sido provocar una reacción desmedida de los EE.UU. y obligarlo a una serie de ataques seguidos de ocupación de territorios; es decir, provocar una serie de guerras al estilo Vietnam, provocando su derrota y retirada de todos los países islámicos, sean árabes o no.
¿Cuál es el objetivo supremo en la agenda de las fuerzas lideradas por Bin Laden, aunque él sea capturado o muerto?: la fundación de un Califato, cuyo sucesor se proclamaría nada menos que sucesor de Mahoma, profeta del Islam, abarcando como los antiguos príncipes árabes y bajo una suprema potestad religiosa y civil, una gran cantidad de países liberados y depurados de toda presencia extranjera. Esto podría hasta resultar aceptable, si se tratara del resultado de un proceso natural de unificación de pueblos que quisieran unirse bajo un estandarte religioso, pero jamás como resultado de una guerra declarada por una elite de terroristas alienados, dispuestos a destruir el mundo, devolvernos a las épocas de las cavernas o simplemente convertirnos en presa constante de un odio visceral que tenemos la obligación de combatir.
Ese y no otro es el motivo de la cruenta guerra de años que ya ha comenzado y que tuvo su inicio en el asesinato masivo de víctimas inocentes en los EE.UU. No cabe duda alguna que los EE.UU. y su más estrecho aliado, Gran Bretaña, han evitado caer en la trampa tendida por Bin Laden y su Estado Mayor, al menos hasta ahora.
Uno de los hitos históricos más relevantes surgidos en esta nueva etapa de la política mundial, ha sido el reconocimiento oficial al derecho de los palestinos a erigir un Estado soberano e independiente, tanto por parte del Gobierno de los EE.UU. como por el de Gran Bretaña.
Tal acontecimiento es sin duda el más importante reconocimiento de que el conflicto entre los Estados musulmanes y árabes en general y Palestina en particular con el Estado de Israel, ha sido el foco purulento en el que se ha alimentado el terrorismo de signo islámico, incluyendo comandos suicidas, constituido en uno de los más peligrosos factores de alteración de la paz y seguridad mundiales.
Además, los episodios del 11 de septiembre de 2001 han sacudido y modificado dramáticamente la arena política internacional, las relaciones entre países e incluso la vida doméstica a lo largo y a lo ancho del mundo. Países como Rusia, que horas antes del ataque poco significado tenían para el joven gobierno republicano encabezado por George W. Bush, han cobrado una importancia estratégica para la coalición aliada encabezada por los EE.UU.
Nada será en el mundo igual a partir de los ataques en los EE.UU., que fueron seguidos por una también esperada agresión con armas bacteriológicas, en la que el Antrax es sólo una de las armas a ser utilizadas.
El nuevo panorama de la política internacional será trazado dramáticamente a medida que se sucedan los acontecimientos, renovados día a día.
La Argentina, como parte de la “aldea global” en la que comparte un azaroso presente, no habrá de ser un “convidado de piedra” en esta seria crisis mundial, luego de que la amenaza bacteriológica en la que pocos creyeron se ha hecho presente, desafiando las previsiones de la mayor parte de la dirigencia política, alienada de la realidad de la recalentada arena internacional.
(*) Horacio Calderón es experto en Asuntos del Medio Oriente y Africa del Norte. Es autor de varias obras y escritos sobre esas regiones. Actualmente coordina los esfuerzos para la creación de un centro de capacitación para estudios de amenazas emergentes y crimen organizado.
Durante la Guerra de 1982 contra el Reino Unido, prestó servicios oficiales en la procuración de apoyo militar, como voluntario y ad honorem para el Comando en Jefe de la Armada Argentina.
Buenos Aires, octubre de 2001.