Thursday, April 16, 2009

La Vaca Roja.-




En un inspirado escrito de William Kelly, miembro de los hermanos de Bethesda, (1860), podemos ver en el cap. 19 del Libro de Números en la Biblia una ordenanza de Dios muy instructiva. "Esta es la ordenanza de la ley que Jehová ha prescrito, diciendo: Dí a los hijos de Israel que te traigan una vaca alazana ( roja), perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo."
Así tenemos aquí una provisión claramente para las contaminaciones con las que nos enfrentamos mientras pasamos a través de este mundo. Esto es de vital importancia en la práctica. Hay muchas almas dispuestas a que la expiación haga, por así decirlo, toda la obra, y razonan que Cristo, al morir, por ser la más perfecta expiación , ya no se debe hacer nada de nuestra parte.No hay verdad más bendita que la expiación; pero debemos dejar lugar para todo lo que nuestro Dios nos ha dado. No hay nada que una secta tienda más a hacer que tomar una verdad fuera de sus proporciones, tratando una parte como si fuera toda la mente de Dios. Nunca está de más insistir que la Biblia es el libro que libera de toda exclusividad de miras estrechas. ¿Qué importa tener buenos pensamientos aquí y modos correctos allá, si junto con esto está el vicio esencial de darse por satisfechos con una parte de la mente de Dios para rechazar el resto? Nuestro lugar es llevar a cabo la voluntad del Señor, nada más que Su voluntad, y toda Su voluntad, en la medida que la conocemos. Menos que esto es abandonar la gloria de Dios. Es imposible ser sectario donde Su palabra gobierna todo; y no hay modo de no ser sectario sin ella. El hecho de estar en esta posición, o en aquella otra, nunca nos hará, individual y verdaderamente, no sectarios. Las semillas del error van junto al miserable 'yo', del cual no hay liberación salvo por andar en el poder de Cristo muerto y resucitado. Esto se aplica también aquí, donde no solamente tenemos el error del sectarismo, sino el mal de abusar así de las más preciosas verdades de Dios. Cuando estas son usadas de modo exclusivo, pronto se volverán en una excusa para el pecado, cualesquiera sean las elevadas apropiaciones de una etapa más temprana.

No bastará, entonces, limitar a los santos a la obra expiatoria de Cristo, que ha abolido para siempre nuestra culpa ante Dios; ni siquiera si añadimos a esto que sabemos que en Él resucitado, nosotros somos puestos en una posición totalmente nueva, una vida donde el mal nunca entra. Ambas cosas son muy verdaderas y preciosas; pero, ¿son estas dos cosas la verdad completa? No, ciertamente; y no hay curso más peligroso que interpretarlas como la verdad completa. Ellas son tan preciosas como necesarias para el alma; pero, realmente, no hay parte de la verdad que no se necesite, y esta anchura y apertura a toda verdad es precisamente sobre lo que tenemos que insistir. De hecho, estoy persuadido que esto es, después de todo, lo que es más peculiar - evitar peculiaridades y temas favoritos, dando la bienvenida a toda la verdad mediante la gracia de Dios. No es que uno pueda reiterar si la pregunta es, ¿en qué medida la hemos hecho nuestra? sino que es verdaderamente de Dios el estar en una posición donde toda la verdad nos es abierta y nosotros a ella, y que no excluye ni un simple fragmento de la mente y la voluntad de Dios. Será imposible, estoy seguro, excepto en el terreno de la asamblea de Dios, hallar un lugar que no oculte la verdad, y quizás mucha verdad que es evidentemente muy preciosa. Es bueno guardar diligentemente otra cosa - que no nos satisfagamos simplemente de que estamos en el terreno correcto conforme a Dios, sino de que nuestros corazones deseen fervientemente convertir lo que Él nos ha dado siempre y solamente para la causa de Su gloria.

La vaca roja enseña a los hijos de Israel, a primera vista, que la obra del día de la expiación no había tratado tan completamente con todo pecado como para que ellos pudiesen tratar a las contaminaciones diarias como de ninguna importancia. Es imposible exagerar el valor del derramamiento de la sangre de Cristo por nuestros pecados. No da más conciencia de pecados. Nosotros somos justificados por Su sangre; sí más, con Cristo hemos muerto al pecado; y estamos vivos para Dios en Él. Pero aunque todo esto es muy verdadero (y fue entonces presentado imperfectamente en la medida que la figura podía hacerlo, cuando contemplamos a un Israelita), una gracia tal es el motivo más fuerte del porqué nosotros no podemos entrometernos con aquello que está contaminado. El hecho mismo de que nosotros estamos perfectamente limpios delante de Dios es un fuerte llamado a no tolerar una mancha delante de los hombres. Fue para guardar a Su pueblo de las suciedades del camino que Dios entregó aquí una provisión tan notable, "una vaca alazana (roja)" había de ser traída "perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo", un asombroso retrato de Cristo, pero de Cristo en un modo del que no se habla mucho en la Escritura. El requerimiento supone no solamente la ausencia de tales faltas indispensable en todo sacrificio; pero aquí, expresamente, no tenía que haber conocido nunca el yugo, es decir, la presión del pecado. ¡De qué modo esto nos habla del antitipo! Cristo fue siempre perfectamente aceptable a Dios. "Y la daréis al sacerdote Eleazar, el cual la sacará fuera del campamento, y será degollada en su presencia." (Números 19:3 - Versión Moderna).

La sangre era tomada y rociada siete veces hacia la parte delantera del tabernáculo de reunión. Estaba muy bien que la conexión tuviese que ser mantenida con la gran verdad de la sangre que hace expiación, y que vindica a Dios dondequiera que el pensamiento de pecado ocurre. Pero su uso especial señala hacia otra característica. El rociamiento de la sangre es el testimonio continuo de la verdad del sacrificio; pero la necesidad característica sigue a continuación. "En seguida será quemada a vista de él la novilla: su cuero y sus carnes y su sangre, a más de su estiércol, serán quemados. Luego el sacerdote tomará madera de cedro e hisopo y lana escarlata, y los echará en medio de la quema de la novilla." (Números 19: 5, 6 - Versión moderna). Luego hallamos las cenizas de la vaca puestas en un lugar limpio. "En seguida un hombre limpio recogerá las cenizas de la novilla, y las depositará fuera del campamento en lugar limpio; y serán guardadas para la Congregación de los hijos de Israel, a fin de preparar aguas para la impureza: es ofrenda por el pecado." (Números 19:9 - Versión Moderna). ¿En qué sentido? Simplemente y sólo con vistas a la comunión, por ejemplo, de restaurarla cuando se rompe. No se trata en absoluto de un asunto de establecer relaciones (eso ya estaba hecho), sino que, sobre el terreno de la relación subsistente, el Israelita no tenía que permitir nada en el camino que manchase la santidad que conviene al santuario de Jehová. Éste era el punto.

Tal es la norma verdadera presentada en este tipo. No se trata meramente de la ley de Jehová condenando esto o aquello. Esta sombra de bienes demandaba separación de cualquier cosa inconsistente con el santuario. La forma que tomó esta ordenanza era con respecto a viajar a través del desierto, donde ellos estaban expuestos constantemente al contacto de la muerte. Es la muerte la que es introducida aquí como contaminando en varias formas y grados. Suponiendo que alguien tocara el cadáver de un hombre, él será inmundo siete días. ¿Que es lo que se tenía que hacer? " Y aquél se purificará a sí mismo de su inmundicia con el agua al tercer día y al séptimo día, y entonces quedará limpio; pero si no se purifica a sí mismo al tercer día y al séptimo día, no quedará limpio." (Números 19:12 - LBLA). No se permitía que uno se purificase el primer día. ¿Me equivoco al pensar 'a priori' que nosotros podríamos haber pensado en este apresuramiento como un curso de acción mucho mejor? Se ordenó que se hiciese, no el primero, sino el tercer día. Cuando hay contaminación en el espíritu, cuando cualquier cosa tiene éxito en interrumpir la comunión con Dios, es de profunda importancia moral que nosotros reconozcamos completamente nuestra transgresión.

Este parece el significado de hacerlo en el tercer día. Debía ser, no un simple sentimiento repentino de que uno había pecado, y que había un final del asunto. El Israelita estaba obligado a permanecer hasta el tercer día bajo un sentido de su pecado. Esta era una posición dolorosa. Él tenía que contar los días, y permanecer hasta el tercero, cuando el agua para la impureza era rociada por primera vez sobre él. "Por boca de dos o de tres testigos" (la bien conocida provisión para todos los casos) "se decidirá todo asunto." (1 Corintios 13:1). Así vemos que aquel que ha estado en contacto con la muerte debe permanecer un tiempo apropiado para mostrar la deliberada conciencia de ello, y debe tomar el lugar de uno que estaba contaminado ante Dios. Una expresión apresurada de dolor no es prueba de un arrepentimiento genuino por el pecado. Vemos algo parecido a esto en los niños. Hay muchos que tienen un hijo lo suficiente rápido para pedir perdón, o incluso para reconocer su falta; pero el hijo que lo siente más, no siempre es apresurado. Un niño que es mucho más lento para reconocerlo puede tener, y comúnmente tiene, un sentido más profundo de lo que la confesión significa. No obstante, yo no estoy hablando ahora del carácter natural; pero digo que es correcto y conveniente (y creo que este es aquí el significado general de la ordenanza del Señor) que aquel que está contaminado (es decir, tiene su comunión con Dios interrumpida) debería tomar ese lugar seriamente. Por supuesto, en el Cristianismo no se trata de una cuestión de días, sino de aquello que corresponde al significado; el cual es, que debería haber tiempo suficiente para demostrar un sentido real del mal de la contaminación propia, como deshonrando a Dios y a Su santuario, y no el apresuramiento que hace patente realmente una ausencia de un sentimiento correcto. Aquel que se purificaba debidamente en el tercer día estaba, efectivamente, purificado en el séptimo día.

Así, ante todo, él tiene un sentido de su pecado en la presencia de esta gracia que previene anticipadamente; entonces, él tiene por fin la comprensión preciosa de la gracia en presencia del pecado. Las dos aspersiones son una lo contrario de la otra. Ellas presentan de qué forma el pecado ha traído deshonra sobre la gracia, y de qué manera la gracia ha triunfado sobre el pecado. Este parece ser el significado, y más particularmente por la siguiente razón. Las cenizas de la vaca expresan el efecto del juicio consumidor de Dios sobre el Señor Jesús a causa del pecado. No se trata simplemente de sangre mostrando que soy culpable, y que Dios da un sacrificio para quitar esta culpa. Las cenizas confirman el trato judicial de Dios en la consunción, por así decirlo, de aquel bendito sacrificio sobre el cual vino toda la santa sentencia de Dios por causa de nuestros pecados. El agua (o el Espíritu por la palabra) nos hace comprender lo que Cristo sufrió por lo que nosotros, ¡qué lamentable! somos tan poco aptos para sentir, y que no debemos considerar esto a la ligera.

Hay otra cosa a observar de paso. El agua de purificación no era meramente necesaria cuando alguien tocaba un cadáver, sino en diferentes modos y medidas. Ese puede ser llamado un gran caso, pero la institución muestra que Dios toma nota de la cosa más mínima. Lo mismo deberíamos hacer nosotros - a lo menos en nosotros mismos. "Esta es la ley para cuando alguno muera en la tienda: cualquiera que entre en la tienda, y todo el que esté en ella, será inmundo siete días. Y toda vasija abierta, cuya tapa no esté bien ajustada, será inmunda; y cualquiera que tocare algún muerto a espada sobre la faz del campo, o algún cadáver, o hueso humano, o sepulcro, siete días será inmundo." (Números 19: 14-16). Un "hueso humano" podría ser un objeto mucho menor, pero cualquier cosa que contamine es notada, y se provee para ella en Cristo nuestro Señor. De este modo Dios nos habituaría al más exacto discernimiento y al más completo juicio propio. No son solamente cuestiones graves las que contaminan, sino los pequeños acontecimientos, como dirían los hombres, que se interponen entre nosotros y la comunión con nuestro Dios y Padre. Al mismo tiempo, Él proporciona el remedio inalterable de gracia para toda contaminación.

Monseñor Alfredo Montrezza