Monday, March 23, 2009

Fausto Reinaga y el problema de la descolonización mental


El pensamiento de Fausto Reinaga necesita de estudio profundo para que esté efectivamente al servicio de una lucha política eficiente. Por ejemplo, ¿qué quiso decir con sacar a Cristo y Marx de la cabeza del indio?

Foto: M. Reynaga

TEXTO:

Carlos L. Bedregal Tarifa*



Hace ya un siglo que nació Fausto Reinaga y tanto su pensamiento como su legado de lucha política continúan siendo referencias importantes por la capacidad que tienen de cuestionar la existencia misma de esta sociedad llamada Bolivia. Volver a considerar sus argumentos —como todos discutibles— y el sentido de sus propuestas puede ayudar a orientar el difícil, tortuoso e inevitable proceso de reconstrucción (y no sólo de refundación) en el que todos los sectores de esta sociedad se hallan involucrados. Si queremos avanzar por este camino sería un grave error ignorar a quienes, como Reinaga, han influido poderosamente en la lucha y en las ideas de los más oprimidos y marginados. Sin éstos, que son la inmensa mayoría de la población, sin su participación consciente y combativa, sencillamente, ya nada bueno es posible. Conocer a Fausto Reinaga es conocer algo importante de ellos y de su participación política.
¿Cómo aproximarnos a Reinaga? Por el momento y como una primera contribución, centraremos nuestro análisis en algunos aspectos importantes de una de sus obras, aquella que lleva el título de «El hombre» (1981). No daremos mayores explicaciones sobre esta elección, pero, tenemos la esperanza de que se justifique por nuestra exposición1.
EL PENSAMIENTO AMÁUTICO Y EL PENSAMIENTO SOCRÁTICO:
Desde el primer párrafo de la obra Reinaga expone la idea que servirá de base a sus reflexiones: «El hombre es pensamiento». Surgió de la naturaleza pero, a diferencia de los otros seres de la misma, es pensamiento y es tal como piensa. Sus ideas, lejos de ser un simple eco del mundo, son las que le permiten interpretar, de una forma particular, a la naturaleza misma, a él mismo y a los demás hombres. Todo dependerá, entonces, de cómo piensa y de qué piensa.
Ahora bien, con el propósito de ordenar y de simplificar las cosas, Reinaga habla de dos formas fundamentales de pensar: el pensamiento socrático y el pensamiento amaútico. Se trata, evidentemente, de un esquema, pero, al parecer, es el más adecuado que él elaboró para exponer la lucha del indio por su libertad.
El llamado «pensamiento socrático» le sirve para englobar a toda la llamada «civilización occidental». Las condiciones de sometimiento en que —ayer y ahora— se encuentra el indio, como consecuencia de la expansión de dicha civilización, se consolidan por la hegemonía de este «pensamiento socrático»; y hasta puede decirse que son su resultado.
La esencia de éste radica en que somete al hombre a principios trascendentes ajenos a él y al cosmos. Para Reinaga tanto la filosofía como la religión occidental (el cristianismo) hacen al ser humano un esclavo al servicio de la razón, de lo absoluto o de Dios. La conclusión es que la «civilización occidental» obedece a una mentalidad asesina; los principios que someten a los hombres los llevan a dominar a quienes no los aceptan o no los conocen y a someter a la misma naturaleza. Debido a la expansión de este modo de pensar, el mundo, sometido por occidente, ofrece un espectáculo doloroso de división, enfrentamiento y sufrimiento. Este mundo presenta una especie de falsa unidad, una unidad construida a partir del dominio de occidente y la anulación de los no occidentales.
Frente a esta especie de unidad desgarrada del planeta surgida con el dominio de Occidente propone el llamado Pensamiento Amaútico, para él única garantía de felicidad y salvación de la humanidad. Para llegar a él se propone la exigencia de erradicar de la mente y del cerebro de los hombres a Cristo, a Marx y al mismo indigenismo (producto del oportunismo mestizo y la ingerencia del marxismo), porque esclavizan y someten al ser humano.
A través del pensamiento amaútico se restablecería la unidad entre el hombre y el cosmos, o sea, la verdadera unidad, principio y fundamento de su libertad. Ésta es su esencia y por ella lo caracteriza como una «mística galáxica», o sea, como aquella que surge de la contemplación de la vastedad y unidad del universo y, al mismo tiempo, de la pequeñez y grandeza del hombre y sus capacidades. Cree en el poderoso efecto que produciría tal contemplación y piensa que es suficiente para eliminar toda tendencia negativa y criminal. La contemplación mística del universo podría crear la armonía entre los hombres.
Sin embargo, como nuestros ojos y mente están bajo la influencia del pensamiento socrático, es necesario preparar al hombre, desde niños, para esta mística. Esto implica no sólo una forma distinta de educación, sino también, plantearse la necesidad de la lucha (bajo la forma de la revolución india).
LA SUPERACIÓN DE LA NEGATIVIDAD
La inevitable conclusión es que, en las actuales condiciones (que son básicamente las mismas del tiempo de Reinaga), la mística galáxica o el pensamiento amaútico se afirman y alimentan de la lucha y de la confrontación. La acentuación de esto ha creado las condiciones para que se considere a Reinaga un racista recalcitrante. Sin embargo, existen elementos que nos muestran que Reinaga se encontraba en el camino de la superación de esta simple negatividad o actitud radicalmente excluyente.
Es sintomático, por ejemplo, que no se base exclusivamente en lo que podríamos llamar un «pensamiento originario», que valore muchos aspectos de la ciencia occidental y que, incluso, tome expresiones de los mismos autores que quiere erradicar de la mente. En realidad se relaciona con estos autores muy libremente. Con esto no queremos afirmar que caiga en contradicciones flagrantes, sino, por el contrario, que en ese entonces (1981, año en que se publica El Hombre) transitaba por un camino menos simple de lo que podríamos pensar.
Tal vez la clave consista en entender que la idea de sacar a Marx y a Cristo de la mente (idea que puede extenderse a la civilización occidental) no equivale a negarlos completamente. De lo que se trata es de superar la relación de subordinación que habitualmente han establecido sus seguidores, sus profetas y misioneros de todo tipo. Sus ideas han sido convertidas en dogmas que esclavizan. De esta forma, la idea fundamental del texto se mantiene: superar toda relación de sometimiento a principios trascendentes como el dios cristiano o «la verdad», etc.
En todo caso, esta relación libre con algunos aspectos de la civilización occidental se construye a partir de las durísimas condiciones de explotación en que se encuentran los «indios»; y nadie como don Fausto Reinaga para presentárnoslas de forma tan vívida. Las pasiones y los sentimientos surgidos ante el espectáculo de las injusticias del mundo y, al mismo tiempo, la comprensión mística de la unidad del hombre con la naturaleza, pueden convertirse en fuerzas poderosas que transformen la historia y a la humanidad entera. Y algo de esto es lo que vivimos en la actualidad.
* Ex director de la Carrera e Filosofía de la UMSA.
1 Este artículo resume la exposición presentada en el Ciclo de Conferencias sobre «El Pensamiento Descolonizador de Fausto Reinaga» (homenaje por el centenario de su nacimiento) Agosto 2006.


¿Tenía realmente una óptica india?:
Fausto Reinaga y la Coca
Ayar Quispe

La coca hace parte de todas las actividades - rituales, económicas y sociales- del hombre andino.
Foto fuente: mellowtrouble.net/coca
«Algún observador superficial ha dicho en Bolivia que la coca, junto con el alcohol, constituye un terrible elemento degenerativo para el indio».
Jaime Mendoza, El Macizo Boliviano
Uno de los temas que ha adquirido un tratamiento especial en las obras de Fausto Reinaga, ha sido la coca; ella es mencionada no con el propósito de honrar sus virtudes, sino de ultrajarla e impugnarla. Tal vez este modo de pensar haya tenido como base de referencia la postura de M. Rigoberto Paredes, quien decía: «La degeneración del indio y su estado de barbarie se deben al alcohol y a la coca, sobre todo a la coca, y mientras no se prohíba su empleo, será inútil pensar en civilizarlo y mejorar su condición»1. Argumento que ha tenido la capacidad de colocarle un signo negativo a la coca antes de todos sus atributos positivos.
A partir de aquí, se hace necesario proponerse la siguiente pregunta: ¿Cuál es el motivo para satanizar a la coca? La respuesta nos conducirá a comprender mejor a Fausto Reinaga en su doble condición de ideólogo e indio; solamente así sabremos si verdaderamente estaba comprometido con el indio y la causa india.
LA COCA BESTIALIZA Y EMBRUTECE
La coca tiene significado, función y valor para el indio, quien no compren-de estos aspectos puede solamente ampliar las facultades de discriminación y relegar los actos de aceptación, a la coca. Como fuera partidario de esto, Fausto Reinaga sin inconveniente u obstáculo logra manifestar sus prejuicios o actitudes contrarias hacia la hoja sagrada. La justificación fundamental a que llega, es calificar a la coca como nociva, porque bestializa al indio:
«La tal religión [de los blancos], no hace más que bestializar al indio: bestializarnos igual que el alcohol y la coca»2.
Es clara intención de pretender que el indio tome conciencia sobre la hoja de coca (me refiero a su nocividad) y así pueda dejar su hábito de consumo. El decir que la coca bestializa al indio es un error, un error mayúsculo; porque al aceptar esta expresión, es como si aceptáramos que el indio ha perdido sus aptitudes racionales por causa de la coca. La misma, ha sido un esfuerzo inútil, pues el escaso realismo de estas consideraciones ha provocado un mayor apego a la coca; ya que el indio está convencido que la coca no lo hace daño y más bien, por sus propiedades medicinales, beneficios nutritivos y cualidades sagradas, ha hecho que se enraíce aún más su uso y consumo, en la vida diaria del indio (o los indios).
Reinaga, no se queda anquilosado en sus propósitos y convencido que la coca es una seria amenaza para el indio, se da a la tarea de crear otro discurso con el afán de reducir su uso y consumo. Con esta intención, insinúa que la coca es perniciosa, pero en menor grado que la Biblia. Claro que este argumento se basa en los resultados que consigue la Biblia sobre el indio: la idea de Dios transmitida por la Biblia, es como si se estuviera inyectando «un estupefaciente —nos dice Reinaga— bajo el cráneo del indio, para que el indio se vuelva estúpido, un asno de explotación, de martirio y de dolor»3. Resume esta posición en los siguientes términos:
«La Biblia predicada por la ‘fiera blanca’ le ha caído al indio peor que la coca y el alcohol»4.
Cuando vuelve la coca menos ofensiva que la Biblia, no es que haya ablandado su actitud hacia aquella, sino que sigue en su labor de reprobarla severamente. Para este fin, nos demuestra que el indio-minero ha sufrido con-secuencias desfavorables a causa de la coca, como el embrutecimiento:
«(…) indio-minero analfabeto, ignorante, embrutecido por el trabajo bestial, por el alcohol y la coca»5.
Lo que trató con esta aseveración, era demostrar que la coca entorpecía la vivacidad o inteligencia del indio. Posición que, justificaba su proceder y accionar contra la hoja sagrada. Además, con restringir su uso y su consumo, estaba realizando un gran perjuicio a nuestra cultura. De esta forma, ha olvidado que defender la coca es defender nuestra cultura.
Otro recurso que ha esgrimido, fue la utilización del sentido del olfato, con el propósito de emitir algunas palabras que se refieren al mal olor de la coca. Por tanto, sin el menor temor y remordimiento, nos expresa:
«Rostros aymaras y qheswas, caras rudas de piedra tihuanacota, que respiran la fetidez de la coca masticada»6.
Reinaga demuestra su buen olfato, pero parece que no tuvo el goce de meter una hoja de coca (o varias) a su boca e insalivarla, seguramente por miedo a quedar embrutecido o bestializado. De esta manera, el no tener un conocimiento seguro, claro y evidente sobre la coca, lo ha llevado a cometer una gran equivocación, cuando señala rotundamente que la coca se «come» al igual que otros alimentos que proporcionan energía a nuestro organismo:
«El indio come ‘su’ comida: papa, chuño, haba y coca»7.
Este punto de vista, nos demuestra que Reinaga no conoce, no siente y no vive la realidad del indio, en su profundidad. Más bien ha mirado al indio y la coca, desde afuera y con lentes blanco-mestizos.
LIBRE DE LA COCA
Indudablemente la expresión «libre de la coca» significa, que el indio ya no usa ni consume la coca. Esto fue el deseo de Fausto Reinaga y no se ha hecho realidad. Lo culpa de esta situación se debe, según él, al gobierno del Dr. Víctor Paz Estensoro (1952-1956) y su reforma agraria:
«La Reforma Agraria debía haber transformado al indio en un ciudadano; vale decir, en un hombre libre y digno; libre del hambre, libre del analfabetismo, libre del chancro de la demagogia política, libre de la mugre y del piojo, libre del alcohol, libre de la coca»8.
De esto deduzco que, si ciudadano es el individuo que forma parte de una ciudad, entonces, el indio para alcanzar la calidad de ciudadano tiene que cumplir ciertos requisitos y una de ellas es renunciar al uso y consumo de la coca y así vivir tranquilamente en la ciudad como un «hombre libre y digno». Pero de forma contraria, la libertad del indio llegará a estar cercenada y limitada por no haber dejado la coca; porque sería considerado como un ser humano «embrutecido» o «bestializado», y por estos defectos, no lograría la ciudadanía. Lo cual, nos lleva a descubrir el verdadero sentir y pensar de Reinaga sobre el indio y la coca. Pero es evidente, que su actitud rigurosa contra la coca es también una actitud rigurosa contra el indio y su cultura.
Por todo lo dicho hasta aquí, es oportuno proferir algunas palabras a modo de conclusión: la forma de exagerar los efectos negativos de la coca es en cierta medida, una manifestación del sentir y pensar ajeno al indio, es decir, es una orientación no típica del indio. A partir de ello, sus apreciaciones sobre la coca, se la puede considerar como incoherentes y de carácter reaccionario. Así también, como un hecho irreverente que ha deshonrado a la coca cual si fuera una cosa insignificante o sin importancia9.
NOTAS
1 PAREDES, Rigoberto M. La Altiplanicie. La Paz: ISLA, 1965, p. 115.
2 REINAGA, Fausto. La Revolución India. Bolivia: Partido Indio de Bolivia (PIB), 1969, p. 101. Las cursivas son mías.
3 Ibíd.
4 Ibíd., p. 100.
5 Ibíd., p. 133.
6 REINAGA, Fausto. Bolivia y la Revolución de las Fuerzas Armadas. Bolivia: Comunidad Amáutica Mundial (CAM), 1981, p. 56. Las cursivas son mías.
7 REINAGA, Fausto. Revolución India., p. 72. Las cursivas son mías.
8 Ibíd., p. 307.
9 La batalla contra la coca no tuvo persistencia, pues cuando hace referencia a la coca como ate-nuador del hambre, su juicio negativo se torna positivo. Veamos que dice Reinaga: «En cuanto al indio, sociedad que existe al margen de la so-ciedad occidental, ha hecho de la coca su alimento cotidiano. Durante siglos ha acallado los gritos de su estómago y de alma con la coca. La coca ha sido la anestesia permanente para el indio. En suma, la coca ha contenido el estallido volcánico del hambre del indio» (Ibíd, p. 189).


Descolonización y Revolución India en la obra de Fausto Reinaga
Pedro Portugal Mollinedo

La obra emblemática de Fausto Reinaga es “La revolución india”, obra de consulta inexcusable para entender la proyección política indianista.
La obra de Fausto Reinaga es importante en el proceso descolonizador. El estudio de sus obras es insoslayable en la elaboración de una teoría liberadora.
Ello requiere una aproximación rigurosa y crítica. Una referencia simplemente emotiva o ensalzadora es perjudicial, pues soslayaría sus insuficiencias, siendo pésimo aporte para la misión misma de Reinaga: la liberación del indio. Insistir solamente en sus vacíos y contradicciones es también contraproducente para el objetivo liberador, pues escatimaría sus valiosos aportes en esta tarea.
Se necesita una visión de su producción integradora lo más completa posible, en el marco contextual del compromiso con la descolonización. Queremos aportar con unos apuntes que puedan contribuir a este cometido.
Ante todo es necesario ubicar a Reinaga en los contextos históricos en los que se desenvolvió. Como todo ser social fue tributario del entorno. Así, constatamos al Fausto Reinaga socialista y marxista en los inicios de su vida intelectual y política. Vendría luego el nacionalista revolucionario, íntimamente ligado al MNR. Posteriormente al ideólogo indianista y, finalmente, al elucubrador del amaútismo. Sus obras reflejan esos tránsitos. Es necesario, entonces, ubicar su producción intelectual en relación con los acontecimientos históricos del momento.
No deben extrañarnos los inicios marxistas y socialistas de Fausto. ¿Qué alma sensible a la injusticia social, qué cerebro sediento por entender las mecánicas que en la historia pueden justificar las mejoras sociales, no ha frecuentado en algún momento las teorías y los organismos marxistas? Lo raro son quienes —constatando insuficiencias e inconsecuencias— superan radicalmente ese inicial enamoramiento, y Reinaga está entre ellos.
No debe tampoco extrañarnos su inserción en la corriente de pensamiento y de actividad orgánica del nacionalismo revolucionario. Negar que quien vivió uno de los ciclos más intensos de la historia boliviana, debió tomar partido en las definiciones que se jugaban, es simplemente ignorar la dinámica de los acontecimientos y la obligación de respuesta que esta dinámica provoca.
Lo trascendente es que Fausto rebasa rápida y sustancialmente esas etapas y desarrollo lo que, a mi entender, es lo más creativo y elogiable de su actividad intelectual: la reflexión sobre el indianismo y la descolonización.
Esta fase está emblemáticamente representada por su libro La revolución india, cuya primera edición fue el año 1970, y del que se han hecho varias reediciones. En esta obra la reflexión de Reinaga es eminentemente política. Define al antiimperialismo —qué para los «progresistas de izquierda» es casi una profesión de fe, previa a todo trato político— fundamentalmente como un elemento del anticolonialismo:
«El antiimperialismo nuestro es la última etapa de nuestro inquebrantable anticolonialismo»1
Este anticolonialismo está contextuado en el movimiento de descolonización de los pueblos asiáticos y africanos, es decir, en un ambiente político mundial; de ahí sus constantes referencias a Franz Fanon y a Sastre.
El anticolonialismo de Reinaga se fundamenta en la agresión española a nuestras tierras:
«El occidente, al conquistar y dominar a otros Continentes, a otros pueblos, ha saqueado toda la riqueza física, artística y espiritual, y se ha llevado a su Metrópoli como ‘botín de conquista’.»2
Son, pues, referencias concretas, históricas, sociales y políticas las que urgen el posicionamiento de Reinaga, no especulaciones etéreas, cosmovisionistas y pseudos filosóficas, que encontraremos abundantemente en las fases finales de su producción intelectual.
Ante esa situación, ¿cómo define Fausto al indio?:
«El indio es una raza, un pueblo, una Nación oprimida».3
«La experiencia de cuatro siglos ha demostrado que el indio es una sola Nación; no es una «MINORIA ETNICA»; es todo lo contrario. El cholaje blanco-mestizo es el ‘puñadito’, la minoría étnica; y sin embargo, es el opresor de la mayoría. Pero esta injusticia no durará toda la vida. El indio ha despertado; tiene la mirada fija en el poder».4
El indio en La revolución india es una nación todavía colonizada, que debe insertarse en la lucha por la liberación nacional, debe alcanzar el poder político.
En ese libro, para Fausto la especulación filosófica tiene sentido sólo si está encauzada y encauza la tarea política liberadora:
«Nuestra filosofía, motor y meta de nuestro pensamiento y acto, se dirige hacia nuestra libertad».5
Y la libertad es la lucha absolutamente transformadora, en términos concretos, no ideales ni cosmovisionistas o esotéricos. Es el pachakuti es lo que Reinaga asume cuando escribe:
«La Revolución India no aspira a regenerar el sistema político y social en descomposición, bajo el cual agoniza Bolivia».6
Esta producción intelectual, clara y cáustica, reclamaba una acción política. Y es la falla en este aspecto de la vida de Fausto —poco estudiado, es cierto— la que explica la última fase amaútica en su producción intelectual.
Evidentemente, Reinaga tuvo problema en llevar a la práctica lo que tan lucidamente escribía en su libro. Resulta curioso que cuando se conforman las primeras organizaciones políticas indianistas de real gravitación, como el Movimiento Indio Tupak Katari, MITKA y cuando se depura el prebendal sindicalismo campesino a través de la Confederación Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, CSUTCB, la influencia de Reinaga en estos es conflictiva y ambigua: Se recibe bien su pensamiento, pero existe reticencia a la influencia de su persona en el trabajo orgánico concreto.
Son, posiblemente, frustraciones de este tipo las que mueven a Fausto buscar otros agentes sociales para concretar el factor del poder político. Y cree encontrarlo en las Fuerzas Armadas. A partir de 1980 su producción intelectual estará encaminada a justificar esa elección, lo que significará la remoción de muchos de sus criterios7. De ahí que sus conceptos más «anti indios», son los que se expresan en sus obras de entonces.
Este período alberga también las aproximaciones cosmovisionistas que muchos creen característica del reinaguismo.
Empero, lo que algunos piensan la cúspide de su pensamiento, quizás sólo sea su etapa degenerativa.
Estudiar a Fausto Reinaga, significa abarcar todas esas etapas, integrándolas en una interpretación histórica y política. Pero reconocer el aporte de este teórico para la lucha india es sobre todo reivindicar su obra excelsa, La revolución india, aquella en la que para responder ¿qué es la Revolución India?, él — concisa y acertadamente — escribe: «La Revolución India en primer lugar es la conquista del Poder por el indio»8.
Notas:
1 Fausto Reinaga, La revolución india, Segunda edición, Ed. Fundación Amaútica Fausto Reinaga, La Paz, 2001. Página 16.
2 Op. cit. Página 83.
3 Op. cit. Página 54.
4 Op. cit. Página 117.
5 Op. cit. Página 95.
6 Op. cit. Página 434.
7 Ver por ejemplo Fausto Reinaga, Qué hacer, Comunidad Amaútica Mundial, La Paz, 1980 y Fausto Reinaga, Bolivia y la Revolución de las Fuerzas Armadas, Comunidad Amaútica Mundial, La Paz, 1981
8 Fausto Reinaga, La revolución india, Op. cit. Página 443