Wednesday, December 19, 2007

Isabel Bows-Lyon, LA REINA MADRE DEL MUNDO…………

«La reina madre ha fallecido plácidamente a las 15.15 de la tarde mientras dormía en Windsor», hacía saber un portavoz del Palacio de Buckingham. «La reina se encontraba junto a ella a los pies de su cama», añadía. Era el 30 de marzo del 2002.
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Ha sido, entre los miembros de la Casa de Windsor, la voz más autorizada, la figura universalmente más respetada a lo largo de ocho décadas de vida pública hasta llegar a cumplir 101 años en calidad de símbolo nacional. Elizabeth, la Reina Madre de Inglaterra, la "Queen Mum". Una mujer de su siglo.
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Tal como su hija, la Reina Isabel II, afirmó: “mi madre tuvo una vida maravillosa” Así se puede definir la existencia de Isabel Bows-Lyon una mujer que no nació para reinar y que siempre se reveló contra el papel que la historia le había reservado.
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Lady Elizabeth Bowes Lyon, la hija más joven (era la novena de diez hermanos) del decimocuarto conde de Strathmore, (Su padre, conde de Strathmore y Kinghorne, descendía del Rey Roberto de Escocia) nace el 4 de agosto de 1900. Elizabeth Angela nace en St. Paul s, Hertfordshire (Reino Unido) había tenido una infancia feliz y privilegiada pero tambíen había hecho de enfermera adolescente en el castillo familiar durante la I Guerra Mundial antes de casarse con Albert, duque de York y segundo hijo de Jorge V.
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En 1923, cuando tenía 23 años, se casó con el Duque de York, durante 12 años el matrimonio vivió muy feliz con sus hijas. En 1936 se produjo la abdicación del Rey Eduardo VIII, diez meses después de haber subido al trono. La familia real inglesa jamás aceptó la relación de Eduardo con la viuda americana Wally Simpson, y el rey tuvo que elegir entre su fidelidad a la corona o el gran amor que sentía por Wally. Después de mucho meditar, Eduardo, escogió a su amada Wally. La pareja se exilió a Francia donde lo único que pudo separarlos fue la muerte.
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Dicen los que conocieron a la Reina Madre que sentía un odio terrible hacia Wally Simpson, a la que consideraba culpable de haber tenido que abandonar su existencia tranquila y feliz junto a su marido y sus hijas.
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Aunque el papel de reina no era de su agrado, Isabel, se volcó en esta faceta y fue un gran apoyo para el siempre inseguro Jorge VI. El rey era un hombre tímido con un defecto en el habla que le hacía aumentar su inseguridad. Lo pasaba muy mal cuando tenía que pronunciar algún discurso, pero siempre contó con el apoyo de su amada Isabel, que siempre permaneció a su lado.
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El momento en que la reina madre se ganó el corazón de los británicos fue durante la Segunda Guerra Mundial. El gobierno sugirió a la reina que sería mejor que ella y sus hijas abandonaran Inglaterra, a lo que ella contestó: “Mis hijas no se irán sin mí y yo no me iré sin mi marido. Y mi marido, por supuesto, permanecerá en el palacio de Buckingham”. Durante aquella época dicen que Isabel desarrolló una actividad frenética visitando a los ingleses y animándoles a seguir adelante y a plantar cara a los nazis. Para ella era vital transmitir el sentimiento de resistencia a todos los que la rodeaban. Las bombas alemanas alcanzaron el Palacio de Buckingham pero la Reina Madre no se alarmó, permaneció serena y dio orden de traslardarse a otra ala del palacio. Nada en el mundo hubiera sido capaz de arrancar a Isabel de Buckingham. El día en que finalizó la guerra los ingleses salieron a la calle para celebrarlo y los reyes permitieron que sus hijas, las princesas Isabel y Margarita, se reunieran con la muchedumbre para bailar, cantar y compartir su alegría. Los reyes muy felices contemplaban la escena desde un balcón.
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Comenzó una nueva etapa en la vida de Isabel, la paz trajo la normalidad a su vida, y la normalidad las obligaciones propias de una reina. En esos años viajó mucho fuera de su país. La vida transcurría feliz al lado de su esposo hasta que un cáncer de pulmón acabó el 6 de febrero de 1952 con la vida del rey.
Fallecido el rey, pasa a ser reina madre. Años más tarde, el Rey Olav V de Noruega le propuso volver a casarse, pero ella lo rechazó con elegancia. Desde ese momento, representó a la Corona británica y disfrutó de su familia, convirtiéndose en «la abuela más querida del país».
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La reina tenía 56 años cuando se quedó viuda. La pérdida de su marido la sumió en una profunda tristeza y a punto estuvo de exiliarse a un castillo en ruinas que compró en Escocia. Pero fue Winston Churchill quien explicó a la reina que su hija Isabel era muy joven para ser reina y que más que nunca necesitaba de su apoyo. La reina madre se sobrepuso al dolor y permaneció en Londres junto a sus hijas.
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La coronación de su hija Isabel II, le supuso a la Reina madre el volver a la existencia tranquila y algo anónima que ella siempre había buscado. Se dedicó plenamente a su papel de abuela. De todos sus nietos su preferido era Carlos, y ella jamás hizo nada para ocultar su preferencia. Fue ella misma quien llegado el momento buscó una esposa para su nieto, la malograda Diana de Gales, pero aquello no salió bien, y nadie lo lamentó más que ella. Quizás porque se sentía culpable de haber forzado un matrimonio sin amor.
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La vida le asestó uno duro golpe, la muerte de su hija pequeña Margarita. A pesar de su delicado estado de salud, la reina madre hizo oídos sordos a los consejos de su hija Isabel y quiso estar presente en el funeral de su hija.
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Mujer de gran personalidad, nunca le importó lo que opinaran los demás y su vida estuvo marcada por su estricto sentido del deber y su amor a su familia. Sus detractores la acusaban de gastar mucho dinero en las apuestas de caballo y de tener un amor excesivo a la ginebra. Pero Isabel siempre hizo oídos sordos a estas acusaciones y jamás se molestó en desmentirlas.
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Con ella se va una parte de la historia de Inglaterra. Descanse en paz, Reina Madre
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Por, Carlos, conde de Oroszlány