Monday, March 05, 2007

CUADERNO CONCORDIA.

¡Rapaz cristiano,
non rescatar, non huir;
don Juan no venir,
acá morir
perro, acá morir!
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Esta era la cancioncilla que repetían los muchachos a los cautivos cristianos en las calles de Argel, según aparece en comedias como Los baños de Argel o Los tratos de Argel de Miguel de Cervantes. Los morillos aluden en ella al célebre vencedor de la batalla de Lepanto en 1571, don Juan de Austria, hermano de Felipe II. Las comedias de cautivos estuvieron de moda en la España de la segunda mitad del siglo XVI, haciéndose eco de un fenómeno social de gran trascendencia: los cristianos prisioneros en tierras musulmanas. Corsarios turcos y norteafricanos hacían frecuentes incursiones en las costas del Levante español, saqueando y capturando a pueblos enteros.

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A los cautivos, encerrados en mazmorras o llevados a galeras, se les ponía un precio de rescate, según su condición. Aunque algunos fueron liberados en operaciones militares, a menudo eran las órdenes religiosas quienes se encargaban de hacerlo, organizando campañas de redención en las que recogían donativos y dinero de las familias para pagar los rescates. Así fue liberado en 1580 el propio Cervantes, héroe de la batalla de Lepanto, tras cinco años y medio de cautiverio en Argel. Uno de los piratas más temidos fue el conocido como Barbarroja, que tenía su base en Argel, un estado vasallo del Imperio Otomano. Khair ad-Din Barbarroja atacó las costas españolas hasta su muerte en 1546, ayudado en ocasiones por los rebeldes moriscos. Tal fue su fama que se lo seguía recordando un siglo después, si bien de forma jocosa, pues como él era llamado un bufón de la corte de Felipe IV, amigo de bravatas y pendencias, retratado aquí por Diego Velázquez (1599-1660) con grotesco gesto de fiereza.
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No obstante, los cautivos no eran los únicos que sufrían grandes penalidades en esa época. En tierras cristianas, los galeotes y los esclavos corrían una suerte tristemente similar. La necesidad de defender la navegación por el Mediterráneo, dominado prácticamente por los turcos y sus corsarios, llevó a España, junto con Venecia y Génova, a crear una gran flota. Por supuesto, en cuanto aumentaba el número de galeras se hacía mayor la demanda de galeotes, y ¿quiénes eran los desdichados remeros? Aunque algún voluntario había (muy pocos), así como cautivos musulmanes, la inmensa mayoría eran condenados por la justicia, incluso por mínimas faltas.
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Tal era la dureza de la condena a galeras que si era por diez años se consideraba de por vida. También hubo cautivos que, una vez liberados, tuvieron que remar en galeras y, a la inversa, galeotes que cayeron cautivos, ¡el colmo de la mala suerte! En cuanto a los esclavos, en España, si bien algunos defendían la libertad del indio americano, todos aceptaban sin problemas la esclavitud de los negros africanos. A los muchos puertos negreros europeos llegaban esclavos para el servicio doméstico y para ser enviados a América como fuerza de trabajo.