Wednesday, February 28, 2007

COLECCIÓN DYARKHÉS: VOLUMEN XVIII

En el año de 1763, el Tratado de París puso fin a una larga serie de guerras con los franceses que habían abrumado a los colonos británicos de la costa marítima oriental del continente durante tres cuartos de siglo. Dichas guerras terminaron con una total victoria británica.
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Los franceses fueron expulsados del continente. Toda América del Norte, desde la bahía de Hudson hasta el golfo de México y desde el río Misisipí hasta el océano Atlántico, era británico. Al oeste del Misisipí y al sur, América del Norte aún era española, pero España era, desde hacía más de un siglo, una potencia en declive y causó pocos problemas a los británicos y a los colonos. Esto era particularmente así desde que los españoles se habían visto obligados a abandonar Florida, que había sido su bastión durante casi dos siglos, fortaleza desde la que habían hostigado a las colonias sureñas.
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Los grandes tramos noroccidentales del continente todavía no habían sido reclamados por nadie, pero una tercera potencia, Rusia, buscaba pieles en lo que es ahora Alaska. Pero no era de ninguna importancia para los colonos del Este, por entonces.Sin embargo, esa victoria total marcó el comienzo de nuevos problemas para Gran Bretaña. La derrota de sus enemigos inició una cadena de sucesos que condujo a la mayor derrota que Gran Bretaña sufriría en tiempos modernos, y al nacimiento de una nueva nación destinada, en el curso de dos siglos, a convertirse en la más poderosa de la historia. De esta historia se ocupa este libro .
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El problema básico era que los colonos británicos estaban llegando a la mayoría de edad y obteniendo una confianza en sí mismos que los británicos y su gobierno pasaban por alto y no reconocían.Las partes habitadas de las trece colonias cubrían una superficie de unos 650.000 kilómetros cuadrados, casi tres veces la superficie de la isla de Gran Bretaña. En 1763, había un millón y cuarto de colonos de origen europeo en esas colonias, a los que se añadía la mano de obra no pagada de más de un cuarto de millón de esclavos negros.
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La población de Gran Bretaña, a la sazón, no era superior a los siete millones, de modo que la población colonial, también a este respecto, era una parte respetable de los británicos.Más aún, la sociedad colonial había llegado a ser distintivamente diferente de la británica. La población colonial ya estaba totalmente mezclada y, además de los hombres de ascendencia inglesa, había también cantidades considerables de personas cuya cultura originaria era escocesa, irlandesa, neerlandesa, alemana o escandinava. Las presiones de las fronteras hicieron a la sociedad colonial mucho más igualitaria que la británica, y había un difundido desprecio.