¿Cuántas veces hemos pasado aburridos el fin de semana?.
¿Cuántos días libres desaprovechados?.
¿Cuántas horas muertas pensando que hacer y lamentando no haberlo hecho?.
¿Cuántas veces nos ocurre que parece que ya lo has visto todo, siempre vas a los mismos sitios, y siempre la misma gente?, como diría la canción.
¿Cuántos días libres desaprovechados?.
¿Cuántas horas muertas pensando que hacer y lamentando no haberlo hecho?.
¿Cuántas veces nos ocurre que parece que ya lo has visto todo, siempre vas a los mismos sitios, y siempre la misma gente?, como diría la canción.
La antigüedad que a Consuegra se atribuye, siglo y medio antes de Cristo, hace al griego Consaburo su fundador; de ahí que, desde tiempo inmemorial, Plinio el Joven, Antonino y Ptolomeo citan en sus textos a los Consaborenses o Consaborrunses que, desde entonces, mantienen sus nativos con apelativo.
Todas las civilizaciones que ocuparon la Hispania sentaron aquí sus vivencias. La época romana, durante varios siglos, tuvo esta zona como asentamiento en sus dominios, tanto que de aquel tiempo aún se conservan vestigios da algunas obras de la época: presa romana, acueducto, castillo, circo romano, puentes y murallas fueron y son testimonios de la importancia que tuvo entonces Consuegra.
La continuidad da su historia sigue a la par con la de España, hasta situarnos en el siglo XII. El establecimiento, en gran parte del centro de España, de las Órdenes militares hace a Consuegra Capital, Cabeza y Sede del Gran Priorato de la Militar y Soberana Orden do San Juan do Jerusalén, antes de Roda y Malta, con dominio en los Reinos de Castilla y de León, como Castellanía.
El carácter de la Orden tanto militar como religiosa hace que el fomento de la religión se imponga en los dominios priorales. Parece ser que allá por el siglo que, en algún lugar del Castillo que sirvió como Sede Prioral y que aún se conserva restaurado como hemos visto, se acondicionó una ermita.
La población se asienta en las faldas del cerro Calderico, coronado por trece molinos de viento, que tanto frío nos hicieron pasar.
Desde esta crestería se puede divisar una preciosa panorámica sobre los campos manchegos y los Montes de Toledo, eso sí congelado, casi de piedra como la estatua erigida en honor de los Caballeros Hospitalarios.
El Amarguillo parece arrastrar su triste nombre por entre las tierras resecas de la comarca.
Río triste de triste cauce, a penas visible a su paso por Consuegra, aunque partiendo la población en dos ha obligado la construcción de varios puentes para unir ambos barrios.
Hoy es un cauce prácticamente seco, una rambla ancha reconvertida en algunos puntos en jardín, con fuentes más generosas en su cantar acuático, aunque artificial. En la otra orilla, asomado al Amarguillo, se sitúa la Iglesia de San Juan (1567), con la típica estética tradicional de cruz latina con una torre dividida en cuatro cuerpos simétricos, estilo propio del castellano-mudéjar.
Muy cerca de aquí, en la calle Vertedera Baja, encontramos un escudo de piedra del apellido Cervantes.
Bien cierto es, que perderse en estas calles, vacías, recorridas a veces por ancianas en albornoz, y mirada inquisitiva, es igual que saborear esa especie tan codiciada, que con el Castillo, sus gentes, y los molinos, es un tesoro en estas tierras que adereza su maravillosa comida como es el Azafrán.
El Príncipe de Septimio-Bathzabbay el Tadmur
Gran Maestre.-