Moshé ben Maimón, llamado Abu ibn `Abd Allah, llamado también Maimónides o Rambam, apodado “el águila de la sinagoga” por los escolásticos cristianos.
Nos encontramos en las postrimerías de la dominación almorávide sobre la Península, cuando Maimónides viene al mundo. Es en Córdoba el día 30 de marzo del año 1135.
El padre de Maimónides, matemático y astrónomo de reconocido mérito, inculcó a éste, desde sus primeros años, el amor al estudio de las ciencias y a las altas concepciones morales, siendo su maestro predilecto. Estudió Maimónides con maestros judíos y árabes varias lenguas y diferentes ramas de la enseñanza.
Vivió en Córdoba hasta los trece años, siendo por esta época cuando cae la capital del califato en poder da los Almohades (1148), y éstos, poco tolerantes, no admiten más que convertirse al islam o el destierro.
Durante varios años anda errante la familia por diversas tierras de la EspañaMusulmana y cristiana.
En el 1151 se encuentra en Almería, volviendo a viajar poco después. Él a pesar de todo, continúa sus estudios y, a la edad de veinte años, ya era un escritor fecundísimo.
En el 1160 se encuentra en Fez, donde se hace pasar por musulmán, pero la fama que le precede hace que las autoridades se fijen en él, llegando a ser acusado de apostasía. Es defendido por el poeta y teólogo musulmán Abu l-`Arab al-Moijah, gran amigo suyo. Después de salvar la situación, el 18 de abril de 1165, embarca con su familia camino de Palestina, llegando a Akko el día 16 de mayo, emprendiendo viaje a los Santos Lugares de Jerusalén.
Una vez cumplida la peregrinación se estableció en el Viejo Cairo, en Fustat, muy cerca de al-Qahira, abriendo una escuela de filosofía e incorporándose a la Academia de Medicina.
Este año de 1165 es penoso para Maimónides. Muere su padre y su hermano David, pieza fundamental en el sustento de la familia. Ese mismo año mueren también sus dos hijos y después su esposa, contrayendo segundas nupcias con la hermana del influyente palaciego Ibn Almati, Secretario del rey, el cual a su vez casó con una hermana de Maimónides.
Todos estos acontecimientos le afectaron profundamente, acarreándole una grave enfermedad de la que, una vez repuesto y obligado a trabajar para su sustento, optó por elegir la profesión de medicina, sin olvidar las ciencias de la religión.
En medicina fue tal la fama que adquirió que fue nombrado médico particular del Juez Supremo y Visir del Gran Sultán Saladino, El-Fadl l El-Baysamí, el cual le recomendó a la familia Real, por lo que dicho cargo lo heredarán su hijo y descendientes.
En el año 1177, la Comunidad judía de El Cairo le nombra “príncipe”.
En 1187, una vez más es acusado de apostasía, y lo es por el que le defendió en Fez, siendo absuelto por el propio Visir y Juez El-Fadl, ante cuyo Tribunal tuvo que comparecer Maimónides.
El día 13 de diciembre de 1204, a los 79 años de edad muere Maimónides en el Cairo (Fustat) donde judíos y musulmanes, guardaron duelo por tres días consecutivos. En Jerusalén fue señalado, en sufragio suyo, un ayuno general, siendo recitadas una parte de Thakakhot y la historia de la Captura del Arca del Testamento por los filisteos.
Su cuerpo fue trasladado al Tiberíades, lugar donde reposa eternamente, siendo su sepulcro lugar santo de peregrinaje.
Maimónides escribió muchas obras filosófica-teológicas, de jurisprudencia, ceremonias, moral religiosa, de medicina, astronomía y pequeños escritos junto a cartas y respuestas.
Su obra cumbre fue la Guía de perplejos, terminada a los cincuenta y dos años de edad, la cual ha inmortalizado su nombre.
Su obra en general
Maimónides estaba plenamente integrado en la medicina greco-árabe y resulta difícil señalar su posible peculiaridad como médico judío respecto a sus coetáneos árabes. Esta situación se refleja en la lengua empleada en sus escritos de tipo científico y filosófico; el árabe.
La popularidad de este autor tuvo como consecuencia que la gran mayoría de estos escritos fuesen traducidos al hebreo y al latín en la Edad Media.
De forma sucinta, nos referiremos a sus obras médicas, que son las siguientes: Tratado sobre el coito (Maqala fi l-yima`): A Maimónides se le atribuyen dos tratados con este título, que tratan sobre la higiene sexual y los afrodisíacos. El primero, más extenso, fue escrito para el sultán de Hama (Siria) y no se conserva ni traducción latina ni hebrea.
Tratado sobre la curación de las hemorroides (Risala fi l-bawasir): Esta obra está dividida en siete capítulos: 1º de carácter general, sobre el mejoramiento de la digestión; 2º sobre la alimentación que no se debe tomar a causa de esta enfermedad; 3º sobre las comidas que deben prepararse debido a esta enfermedad; 4º sobre los medicamentos simples o compuestos que deben acostumbrarse a tomar; 5º sobre las medicinas tópicas a las que deberá acostumbrarse; 6º sobre el tratamiento cuando reaparece la enfermedad y 7º sobre el uso de la fumigación en esta enfermedad. Esta obra será tratada más adelante.
Tratado sobre el asma (Maqala fi l-rabw): Escrito en 1190, versa sobre los síntomas, tratamientos y prevención de esta enfermedad, así como de cuestiones generales acerca del régimen del alma y el cuerpo. Fue traducida al latín y de éste al hebreo. Esta obra está dividida en doce capítulos.
Tratado sobre el régimen de salud (al-Risala al-Afdaliyya fi tadbir al-sihha): También la trataremos más adelante.
Tratado sobre las causas y los síntomas (Maqala fi bayan al-a’rad): Escrito para Al-Afdal al igual que su obra El régimen de salud, es una especie de continuación de éste, y como tal fue considerado muchas veces como parte del anterior y no como un pequeño tratado independiente.
Compendios de los libros de Galeno (Mujtasarat li-kutub yalinus): De este tratado apenas sabemos nada, pues sigue inédito. Está basado en el libro De methodo medendi de Galeno.
Medicina y farmacología estaban íntimamente unidas en esta época. El método quirúrgico había sido descartado por Galeno, quien lo consideró el remedio fácil del mal médico. A raíz de esto, los médicos dedicaron poca atención a la cirugía y basaron la curación de las enfermedades y el mantenimiento de la salud en el tratamiento con medicamentos. Maimónides escribió dos tratados farmacológicos:
Epístola sobre el antídoto (al-Risala al-fadiliyya fi ‘ilay al-sumum w- dikr al-adwiya al-nafi`a min-ha): Escrito en 1198 a petición del visir Al-Afdal, sobre los venenos orgánicos e inorgánicos y sus antídotos. Fue traducido al hebreo y más tarde al latín. Esta obra consta de dos partes: en la primera, se habla de casos concretos de mordeduras de serpientes u otros animales, en seis capítulos; en la segunda, se trata del modo de curar esas heridas y evitar el efecto del veneno, en cuatro capítulos. Comienza por indicar la forma de detener los efectos de las mordeduras, señalando medidas locales y generales, medicamentos simples y compuestos internos y de aplicación tópica, especiales para las mordeduras de ciertos animales, y específicos de algunas picaduras.
Nos encontramos en las postrimerías de la dominación almorávide sobre la Península, cuando Maimónides viene al mundo. Es en Córdoba el día 30 de marzo del año 1135.
El padre de Maimónides, matemático y astrónomo de reconocido mérito, inculcó a éste, desde sus primeros años, el amor al estudio de las ciencias y a las altas concepciones morales, siendo su maestro predilecto. Estudió Maimónides con maestros judíos y árabes varias lenguas y diferentes ramas de la enseñanza.
Vivió en Córdoba hasta los trece años, siendo por esta época cuando cae la capital del califato en poder da los Almohades (1148), y éstos, poco tolerantes, no admiten más que convertirse al islam o el destierro.
Durante varios años anda errante la familia por diversas tierras de la EspañaMusulmana y cristiana.
En el 1151 se encuentra en Almería, volviendo a viajar poco después. Él a pesar de todo, continúa sus estudios y, a la edad de veinte años, ya era un escritor fecundísimo.
En el 1160 se encuentra en Fez, donde se hace pasar por musulmán, pero la fama que le precede hace que las autoridades se fijen en él, llegando a ser acusado de apostasía. Es defendido por el poeta y teólogo musulmán Abu l-`Arab al-Moijah, gran amigo suyo. Después de salvar la situación, el 18 de abril de 1165, embarca con su familia camino de Palestina, llegando a Akko el día 16 de mayo, emprendiendo viaje a los Santos Lugares de Jerusalén.
Una vez cumplida la peregrinación se estableció en el Viejo Cairo, en Fustat, muy cerca de al-Qahira, abriendo una escuela de filosofía e incorporándose a la Academia de Medicina.
Este año de 1165 es penoso para Maimónides. Muere su padre y su hermano David, pieza fundamental en el sustento de la familia. Ese mismo año mueren también sus dos hijos y después su esposa, contrayendo segundas nupcias con la hermana del influyente palaciego Ibn Almati, Secretario del rey, el cual a su vez casó con una hermana de Maimónides.
Todos estos acontecimientos le afectaron profundamente, acarreándole una grave enfermedad de la que, una vez repuesto y obligado a trabajar para su sustento, optó por elegir la profesión de medicina, sin olvidar las ciencias de la religión.
En medicina fue tal la fama que adquirió que fue nombrado médico particular del Juez Supremo y Visir del Gran Sultán Saladino, El-Fadl l El-Baysamí, el cual le recomendó a la familia Real, por lo que dicho cargo lo heredarán su hijo y descendientes.
En el año 1177, la Comunidad judía de El Cairo le nombra “príncipe”.
En 1187, una vez más es acusado de apostasía, y lo es por el que le defendió en Fez, siendo absuelto por el propio Visir y Juez El-Fadl, ante cuyo Tribunal tuvo que comparecer Maimónides.
El día 13 de diciembre de 1204, a los 79 años de edad muere Maimónides en el Cairo (Fustat) donde judíos y musulmanes, guardaron duelo por tres días consecutivos. En Jerusalén fue señalado, en sufragio suyo, un ayuno general, siendo recitadas una parte de Thakakhot y la historia de la Captura del Arca del Testamento por los filisteos.
Su cuerpo fue trasladado al Tiberíades, lugar donde reposa eternamente, siendo su sepulcro lugar santo de peregrinaje.
Maimónides escribió muchas obras filosófica-teológicas, de jurisprudencia, ceremonias, moral religiosa, de medicina, astronomía y pequeños escritos junto a cartas y respuestas.
Su obra cumbre fue la Guía de perplejos, terminada a los cincuenta y dos años de edad, la cual ha inmortalizado su nombre.
Su obra en general
Maimónides estaba plenamente integrado en la medicina greco-árabe y resulta difícil señalar su posible peculiaridad como médico judío respecto a sus coetáneos árabes. Esta situación se refleja en la lengua empleada en sus escritos de tipo científico y filosófico; el árabe.
La popularidad de este autor tuvo como consecuencia que la gran mayoría de estos escritos fuesen traducidos al hebreo y al latín en la Edad Media.
De forma sucinta, nos referiremos a sus obras médicas, que son las siguientes: Tratado sobre el coito (Maqala fi l-yima`): A Maimónides se le atribuyen dos tratados con este título, que tratan sobre la higiene sexual y los afrodisíacos. El primero, más extenso, fue escrito para el sultán de Hama (Siria) y no se conserva ni traducción latina ni hebrea.
Tratado sobre la curación de las hemorroides (Risala fi l-bawasir): Esta obra está dividida en siete capítulos: 1º de carácter general, sobre el mejoramiento de la digestión; 2º sobre la alimentación que no se debe tomar a causa de esta enfermedad; 3º sobre las comidas que deben prepararse debido a esta enfermedad; 4º sobre los medicamentos simples o compuestos que deben acostumbrarse a tomar; 5º sobre las medicinas tópicas a las que deberá acostumbrarse; 6º sobre el tratamiento cuando reaparece la enfermedad y 7º sobre el uso de la fumigación en esta enfermedad. Esta obra será tratada más adelante.
Tratado sobre el asma (Maqala fi l-rabw): Escrito en 1190, versa sobre los síntomas, tratamientos y prevención de esta enfermedad, así como de cuestiones generales acerca del régimen del alma y el cuerpo. Fue traducida al latín y de éste al hebreo. Esta obra está dividida en doce capítulos.
Tratado sobre el régimen de salud (al-Risala al-Afdaliyya fi tadbir al-sihha): También la trataremos más adelante.
Tratado sobre las causas y los síntomas (Maqala fi bayan al-a’rad): Escrito para Al-Afdal al igual que su obra El régimen de salud, es una especie de continuación de éste, y como tal fue considerado muchas veces como parte del anterior y no como un pequeño tratado independiente.
Compendios de los libros de Galeno (Mujtasarat li-kutub yalinus): De este tratado apenas sabemos nada, pues sigue inédito. Está basado en el libro De methodo medendi de Galeno.
Medicina y farmacología estaban íntimamente unidas en esta época. El método quirúrgico había sido descartado por Galeno, quien lo consideró el remedio fácil del mal médico. A raíz de esto, los médicos dedicaron poca atención a la cirugía y basaron la curación de las enfermedades y el mantenimiento de la salud en el tratamiento con medicamentos. Maimónides escribió dos tratados farmacológicos:
Epístola sobre el antídoto (al-Risala al-fadiliyya fi ‘ilay al-sumum w- dikr al-adwiya al-nafi`a min-ha): Escrito en 1198 a petición del visir Al-Afdal, sobre los venenos orgánicos e inorgánicos y sus antídotos. Fue traducido al hebreo y más tarde al latín. Esta obra consta de dos partes: en la primera, se habla de casos concretos de mordeduras de serpientes u otros animales, en seis capítulos; en la segunda, se trata del modo de curar esas heridas y evitar el efecto del veneno, en cuatro capítulos. Comienza por indicar la forma de detener los efectos de las mordeduras, señalando medidas locales y generales, medicamentos simples y compuestos internos y de aplicación tópica, especiales para las mordeduras de ciertos animales, y específicos de algunas picaduras.
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Sigue las opiniones de Galeno, dividiendo los envenenamientos en fríos y calientes, según produzcan frigidez y depresión, o fiebre y excitación psíquica; para los primeros, aconseja excitantes, vino y anís, y para los segundos, leche y medidas sedantes. Como caso típico de envenenamiento con sintomatología fría, ofrece la mordedura de víbora, y como ejemplo de tóxico caliente, la picadura de escorpión. Aconseja mantener abierta la herida para que se elimine el veneno; hacer ligaduras de miembros por encima de ellos; no dejar dormir al enfermo, y darle tales o cuales medicamentos que señala para cada caso, indicando la dosis, que variará según que el mordido tenga menos de diez años, de diez a veinte, o más de veinte, y según el estado económico-social, la intensidad de la sintomatología, el temperamento, el clima, y la época del año.
Explicación sobre el nombre de las drogas: Consiste en una lista por orden alfabético del nombre de 2000 medicamentos, escrita en árabe, griego, persa, beréber y lengua romance, con una descripción y breve comentario del autor. Hay una edición del único manuscrito existente junto a una traducción francesa.
Ars coendi: Escrito, también, a petición del Sultán de Egipto que, trata de las materias siguientes: fisiología de la vida conyugal; sus beneficios y perjuicios; necesidad de que se abstengan ciertos individuos; afrodisíacos; medios para perfumar el aliento; medios para aumentar el tamaño del miembro viril; medios para agrandar los senos; medios para fortificar la erección; para aumentar el crecimiento de los pelos del pubis; para encubrir la desfloración, etc.
Un género muy popular fue el de los aforismos médicos. Los Aforismos de Hipócrates (Fusul Ibuqrat) dieron pie a comentarios y tratados similares, entre los que se incluyen los dos siguientes de Maimónides: Aforismos (Fusul Musa fi l-tibb): Escrito entre 1187 y 1190. Esta fue la obra más conocida y apreciada de Maimónides, por lo que se conservan muchas copias del original árabe y de las versiones hebreas y latinas. Está dividido en veinticinco capítulos en los que, de forma sistematizada, Maimónides expone un total de mil quinientos aforismos y su comentario e interpretación.
Sigue las opiniones de Galeno, dividiendo los envenenamientos en fríos y calientes, según produzcan frigidez y depresión, o fiebre y excitación psíquica; para los primeros, aconseja excitantes, vino y anís, y para los segundos, leche y medidas sedantes. Como caso típico de envenenamiento con sintomatología fría, ofrece la mordedura de víbora, y como ejemplo de tóxico caliente, la picadura de escorpión. Aconseja mantener abierta la herida para que se elimine el veneno; hacer ligaduras de miembros por encima de ellos; no dejar dormir al enfermo, y darle tales o cuales medicamentos que señala para cada caso, indicando la dosis, que variará según que el mordido tenga menos de diez años, de diez a veinte, o más de veinte, y según el estado económico-social, la intensidad de la sintomatología, el temperamento, el clima, y la época del año.
Explicación sobre el nombre de las drogas: Consiste en una lista por orden alfabético del nombre de 2000 medicamentos, escrita en árabe, griego, persa, beréber y lengua romance, con una descripción y breve comentario del autor. Hay una edición del único manuscrito existente junto a una traducción francesa.
Ars coendi: Escrito, también, a petición del Sultán de Egipto que, trata de las materias siguientes: fisiología de la vida conyugal; sus beneficios y perjuicios; necesidad de que se abstengan ciertos individuos; afrodisíacos; medios para perfumar el aliento; medios para aumentar el tamaño del miembro viril; medios para agrandar los senos; medios para fortificar la erección; para aumentar el crecimiento de los pelos del pubis; para encubrir la desfloración, etc.
Un género muy popular fue el de los aforismos médicos. Los Aforismos de Hipócrates (Fusul Ibuqrat) dieron pie a comentarios y tratados similares, entre los que se incluyen los dos siguientes de Maimónides: Aforismos (Fusul Musa fi l-tibb): Escrito entre 1187 y 1190. Esta fue la obra más conocida y apreciada de Maimónides, por lo que se conservan muchas copias del original árabe y de las versiones hebreas y latinas. Está dividido en veinticinco capítulos en los que, de forma sistematizada, Maimónides expone un total de mil quinientos aforismos y su comentario e interpretación.
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Muchos de ellos fueron extraídos de la obra de Galeno. Los veinticinco libros están dedicados fundamentalmente a corregir errores de Galeno, y esto en los veinticinco libros siguientes: del 1º al 3º, cuestiones que hoy llamaríamos de anatomía, fisiología y patología general; del 4º al 6º, semeiología general y especial, pulso y orina; 7º, etiología especial; 8º, etiología general; 9º, terapéuticas especiales; 10º, fiebre; 11º, períodos de estado y crisis en las fiebres; 12º, sangría y otros métodos de extracción de sangre; 13º, purgantes; 14º, vomitivos; 15º, cirugía; 16º, ginecología; 17º, higiene; 18º, ejercicios corporales y fricciones; 19º, baños; 20º, alimentos y bebidas; 21ºy 22º, la ciencia de los medicamentos; 23º, capítulos de Galeno que han sido mal interpretados por los médicos; 24º, casos interesantes de Galeno y 25º, crítica de muchas afirmaciones y contradicciones de Galeno.
Comentario a los aforismos de Hipócrates (Sharh fusul Ibuqrat): Escrito después del anterior. En esta obra Maimónides es más crítico respecto al autor griego que sus contemporáneos, que veneraban a Hipócrates. Fue traducido al hebreo, y sólo la introducción ha sido vertida a las lenguas modernas: al alemán y al inglés.
La obra médica de Maimónides se integra perfectamente en el conjunto de sus escritos. En su Tratado sobre términos lógicos, para cubrir su objetivo de explicar ciento setenta y cinco términos comunes en el lenguaje de filósofos y científicos, recurrió a una clasificación de las ciencias, estableciendo una primera división entre filosofía teórica y filosofía práctica. La teoría incluía las matemáticas, la física y la teología; la práctica comprendía las ciencias humanas y políticas. En la física se incluían los estudios sobre animales, plantas y minerales y la medicina, si bien esta última no aparece mencionada expresamente. Así que, para Maimónides, la medicina no era un saber extraño a la filosofía, que cultivó magistralmente en la Guía de perplejos (obra en la que censura a los que se guían por sus gustos y caprichos al elegir sus medicamentos, y a continuación da normas dietéticas para conservar la salud y el funcionamiento normal de los órganos), y tampoco la armonía religiosa era ajena a la salud del cuerpo, como tendremos ocasión de ver en El régimen de la salud.
El régimen de la salud
Maimónides escribió esta obra en 1198 y la tituló: al-Risala al-Afdaliyya fi tadbir al-sihha. Su popularidad en el mundo árabe queda atestiguada en las numerosas citas que de ella hicieron autores médicos y cronistas musulmanes. Por lo que respecta al mundo judío, hay que señalar que fue pronto traducida al hebreo por Moseh ibn Tibbón en el año 1244 con el nombre de Ma’amar be hanahagat ha-briut. También el mundo cristiano mostró interés por El régimen de la salud, conociéndose dos versiones latinas realizadas a partir de la traducción hebrea. La primera de ellas por Armengaud Blasi en 1290, titulada Tractatus Rabby Mosyis de regimene sanitatis ad Soldanum Regem, y la segunda, realizada por Juan de Capua, a finales del siglo XIII, que la tituló Diaeta o Regimen Sanitatis. Tanto el original árabe como las distintas versiones fueron copiados en muchas ocasiones por los copistas medievales y, tras el nacimiento de la imprenta, el texto fue aún objeto de varias ediciones, especialmente de la versión latina de Blasi.
Todo ello es prueba del interés que suscitó en la Edad Media esta obra médica. También en nuestra época ha atraído la mirada de los estudiosos, justamente por su importancia en la historia de la medicina y del pensamiento medieval.
En la Edad Media era una práctica común que una persona de posición económica elevada encargase a su médico un tratado sobre la enfermedad o problema que le aquejaba. El más completo de este tipo de tratados era un régimen de salud, en el que se contemplaban todos los aspectos que rodeaban la vida de una persona, el aire que respiraba, los alimentos que comía, los baños, las relaciones sexuales, la gimnasia, etcétera.
Todas las circunstancias de una persona y su entorno físico eran considerados en un régimen de salud, que proporcionaba remedios no sólo para curar la enfermedad, sino, fundamentalmente, para preservar la salud. Podemos, por tanto, calificar a los regímenes de salud de textos de medicina preventiva, que basaban esta prevención en el mantenimiento del equilibrio físico y mental, a través de la toma de determinados tipos de alimentos y bebidas o la aplicación de normas concretas en el baño, la gimnasia o el coito, y la búsqueda de situaciones ideales respecto a agentes externos como el aire o el clima.
Esta costumbre de escribir tratados por encargo no se ciñe sólo a las cortes musulmanas, sino que hay que extenderla al mundo medieval. Del siglo x se conserva el famoso Regimen salernitanum, escrito por un autor anónimo para el rey de Inglaterra; tres siglos más tarde, uno de los principales médicos cristianos, Arnau de Vilanova, redactó otro régimen de salud para un rey de la Corona de Aragón, Jaime II, dedicando su último capítulo al tema de las hemorroides. Todos estos tratados abordan una serie de temas comunes y tienen un esquema general derivado del régimen hipocrático.
Aunque el tratado estaba en principio dedicado a la salud de una sola persona, el autor debía sentir la necesidad de que su trabajo tuviese una repercusión mayor, y de esa forma se entiende la inclusión en ese tratado de tres capítulos, de los cuatro que lo componen, dedicados a temas generales que podían ser útiles para cualquier persona. Posiblemente por la misma razón, Arnau de Vilanova menciona con frecuencia la necesidad de buscar el beneficio general.
Con todo, hay que entender este supuesto beneficio general, tanto por parte de Maimónides como del médico cristiano, dentro de una medicina de élite, dirigida a lo que Benjamín Farringto llama “las clases ociosas” (Mono y cerebro en la ciencia antigua, Madrid, 1974), pues sólo una persona de posición acomodada estaba en situación de seguir las minuciosas y a veces exquisitas normas dictadas por lo médicos.
El régimen de la salud es una buena muestra de las concepciones médicas medievales, pues abarca muchas materias y hace gala de los conocimientos médicos medievales en boga, y que, como ya he señalado, fueron expuestos en la Antigüedad por Galeno, quien, a su vez, recogió teorías de sus predecesores, médicos como Hipócrates, o filósofos como Aristóteles. La medicina musulmana que le precedió y la de sus colegas islámicos fue también una serie importante para Maimónides, como puede verse a lo largo de estos textos, en los que cita a los grandes médicos de la Antigüedad, Galeno e Hipócrates, y también a varios médicos musulmanes; Avicena, Avenzoar o al-Raze.
Maimónides escribió este tratado para el Sultán al-Afdal, hijo de Saladino (Salah al-Din b. Ayyub), fundador de la dinastía de los ayyubíes, que gobernó Egipto, la región sirio-palestina, gran parte de la Alta Mesopotamia y el Yemen desde finales del siglo XIII. Al-Afdal encarga este tratado a Maimónides porque padecía varias dolencias: indigestiones, estreñimiento y depresión (pensamientos negativos).
Maimónides organizó su tratado, no muy extenso, en cuatro capítulos. El primero contiene unas reglas generales para cualquiera que desee seguir un régimen de salud correcto. Este régimen o tratamiento se basa fundamentalmente en dos cosas: la gimnasia y la alimentación. Este capítulo contiene una descripción de las virtudes y defectos de los distintos tipos de alimentos.
El segundo capítulo se refiere al régimen de las enfermedades, también de forma general; hace un recuento de los métodos terapéuticos ligeros que le parecen adecuados al autor, y de aquellos remedios fuertes que sólo en casos excepcionales deben aplicarse.
En el capítulo tercero aborda directamente los problemas que aquejaban a al-Afdal y, dado que uno de estos problemas era de tipo psíquico, se refirió al régimen de la salud psíquica, resultando ésta la parte más interesante del tratado.
El capítulo cuarto y último vuelve a ser de tipo general y referido a cuestiones varias, propias de un régimen de salud; el aire, el agua, el coito, los beneficios del vino (tema éste que en un principio había rehusado examinar por ir dirigido el tratado a un musulmán, a quien su religión prohíbe ingerir bebidas alcohólicas), los reumas, las comidas corrompidas, la necesidad de no abandonar las costumbres habituales, la ropa y los distintos tipos de carne.
La parte más interesante, la aportación más original de este régimen de salud es, sin duda, la dedicada al tratamiento del alma. Maimónides ha de conjugar su idea del alma como hombre científico y religioso. En este sentido, su posición se distancia necesariamente de su gran maestro Galeno, en cuanto que éste había eliminado cualquier elemento somático del alma.
La idea más sugerente que Maimónides transmite en este apartado está ya enunciada en sus primeras líneas: las afecciones psíquicas alteran mucho al cuerpo (capítulo 2,12); es decir, Maimónides contempla ya la influencia psicosomática en el desencadenamiento de la enfermedad. La influencia del alma en la salud es tal que el médico, antes de iniciar otro tipo de tratamiento, debe procurar que se equilibren los movimientos psíquicos, pues un exceso de alegría, por ejemplo, puede acabar en la muerte del que la disfruta.
La medida de tipo preventivo es el estudio de la filosofía y de la teología que eleva las virtudes del alma y la prepara para la observación inteligente y racional de las aparentes adversidades o bienes del mundo, que no son sino apreciaciones subjetivas y magnificadoras: adversidades y bienes imaginarios, como ya habían dicho los filósofos (capítulo 3,15). A través de esta observación, el hombre ha de conseguir el equilibrio, que es la clave de la curación de las enfermedades psíquicas, como el propio Maimónides estableció en su tratado psicológico en sus ocho capítulos: “Los actos buenos son los actos igualados; los que se equilibran entre dos extremos igualmente son malos: el primero, el exceso, y el segundo, el defecto. Los grados son propiedades anímicas que adquieren el equilibrio entre dos malas propiedades; una de ellas es la sobreabundancia y la otra la carencia” (Muntner, 1957).
Estas recomendaciones de tipo preventivo sirven para evitar la enfermedad psíquica, pero cuando ésta ha tomado el cuerpo en la persona, como es el caso de Al-Afdal, que padecía depresiones (pensamientos negativos), la solución puede ser de tipo medicamentoso, y por ello Maimónides decide elaborar un jarabe que filtra de ella (la sangre) los vapores del humor negro, ensanchan el alma, la alegra, evita los pensamientos negativos y el resto de los sufrimientos (capítulo 3,7).
Otra cuestión que he juzgado interesante en este tratado son las consideraciones de Maimónides sobre los médicos. Para este autor hay dos tipos de médicos: aquel que reflexiona e investiga las causas de las enfermedades, esforzándose con sus conocimientos, aprendidos en los libros y en la práctica, por encontrar el remedio necesario; y el pícaro y charlatán, que diagnostica y elige el remedio apresuradamente, cuanto más gracias a la resistencia de la naturaleza y a cuestiones azarosas que a su dudoso arte.
Mientra que para el primer tipo de médico la medicina es un arte difícil que requiere estudio y habilidad, que provoca dudas cuando trata de aplicar lo que dicen los libros en personas concretas, para el segundo se trata de un arte fácil que no necesita ni estudio ni observación. Ya me referí a que en la Edad Media coexistían dos tipos de prácticas médicas: el de los médicos avalados por los estudios, un médico muy bueno y experto, cuya ciencia esté demostrada y su experiencia atestiguada (capítulo 2,5), y los curanderos, objeto de las críticas hacia Maimónides.
En último extremo, lo que Maimónides reclama para la medicina, como ya antes había hecho Galeno, es la necesidad de aplicar los métodos de la filosofía especulativa para convertirla, así, en un conocimiento de tipo racional.
Respecto a la terapéutica, Maimónides se basa fundamentalmente en la toma de alimentos medicinales o medicamentos preferentemente simples. Los remedios más fuertes, como la sangría o la purgación, deben aplicarse sólo en casos extremos y ajustándose a una serie de normas. Ante la duda, el mejor de los remedios será dejar a la propia naturaleza que actúe por su cuenta, como ya había enunciado Hipócrates.
En el prólogo al libro, Maimónides se justifica porque muchas veces repite las mismas cosas en sus diferentes tratados, aduciendo como razón el hecho de que sean tratados escritos por encargo. La lectura del segundo texto elegido: la Epístola sobre la curación de las hemorroides, es una buena prueba de estas repeticiones, como tendremos ocasión de comprobar; problemas tan cercanos como el estreñimiento y las hemorroides requieren respuestas similares por parte del médico.
Epístola sobre la curación de las hemorroides
Muchos de ellos fueron extraídos de la obra de Galeno. Los veinticinco libros están dedicados fundamentalmente a corregir errores de Galeno, y esto en los veinticinco libros siguientes: del 1º al 3º, cuestiones que hoy llamaríamos de anatomía, fisiología y patología general; del 4º al 6º, semeiología general y especial, pulso y orina; 7º, etiología especial; 8º, etiología general; 9º, terapéuticas especiales; 10º, fiebre; 11º, períodos de estado y crisis en las fiebres; 12º, sangría y otros métodos de extracción de sangre; 13º, purgantes; 14º, vomitivos; 15º, cirugía; 16º, ginecología; 17º, higiene; 18º, ejercicios corporales y fricciones; 19º, baños; 20º, alimentos y bebidas; 21ºy 22º, la ciencia de los medicamentos; 23º, capítulos de Galeno que han sido mal interpretados por los médicos; 24º, casos interesantes de Galeno y 25º, crítica de muchas afirmaciones y contradicciones de Galeno.
Comentario a los aforismos de Hipócrates (Sharh fusul Ibuqrat): Escrito después del anterior. En esta obra Maimónides es más crítico respecto al autor griego que sus contemporáneos, que veneraban a Hipócrates. Fue traducido al hebreo, y sólo la introducción ha sido vertida a las lenguas modernas: al alemán y al inglés.
La obra médica de Maimónides se integra perfectamente en el conjunto de sus escritos. En su Tratado sobre términos lógicos, para cubrir su objetivo de explicar ciento setenta y cinco términos comunes en el lenguaje de filósofos y científicos, recurrió a una clasificación de las ciencias, estableciendo una primera división entre filosofía teórica y filosofía práctica. La teoría incluía las matemáticas, la física y la teología; la práctica comprendía las ciencias humanas y políticas. En la física se incluían los estudios sobre animales, plantas y minerales y la medicina, si bien esta última no aparece mencionada expresamente. Así que, para Maimónides, la medicina no era un saber extraño a la filosofía, que cultivó magistralmente en la Guía de perplejos (obra en la que censura a los que se guían por sus gustos y caprichos al elegir sus medicamentos, y a continuación da normas dietéticas para conservar la salud y el funcionamiento normal de los órganos), y tampoco la armonía religiosa era ajena a la salud del cuerpo, como tendremos ocasión de ver en El régimen de la salud.
El régimen de la salud
Maimónides escribió esta obra en 1198 y la tituló: al-Risala al-Afdaliyya fi tadbir al-sihha. Su popularidad en el mundo árabe queda atestiguada en las numerosas citas que de ella hicieron autores médicos y cronistas musulmanes. Por lo que respecta al mundo judío, hay que señalar que fue pronto traducida al hebreo por Moseh ibn Tibbón en el año 1244 con el nombre de Ma’amar be hanahagat ha-briut. También el mundo cristiano mostró interés por El régimen de la salud, conociéndose dos versiones latinas realizadas a partir de la traducción hebrea. La primera de ellas por Armengaud Blasi en 1290, titulada Tractatus Rabby Mosyis de regimene sanitatis ad Soldanum Regem, y la segunda, realizada por Juan de Capua, a finales del siglo XIII, que la tituló Diaeta o Regimen Sanitatis. Tanto el original árabe como las distintas versiones fueron copiados en muchas ocasiones por los copistas medievales y, tras el nacimiento de la imprenta, el texto fue aún objeto de varias ediciones, especialmente de la versión latina de Blasi.
Todo ello es prueba del interés que suscitó en la Edad Media esta obra médica. También en nuestra época ha atraído la mirada de los estudiosos, justamente por su importancia en la historia de la medicina y del pensamiento medieval.
En la Edad Media era una práctica común que una persona de posición económica elevada encargase a su médico un tratado sobre la enfermedad o problema que le aquejaba. El más completo de este tipo de tratados era un régimen de salud, en el que se contemplaban todos los aspectos que rodeaban la vida de una persona, el aire que respiraba, los alimentos que comía, los baños, las relaciones sexuales, la gimnasia, etcétera.
Todas las circunstancias de una persona y su entorno físico eran considerados en un régimen de salud, que proporcionaba remedios no sólo para curar la enfermedad, sino, fundamentalmente, para preservar la salud. Podemos, por tanto, calificar a los regímenes de salud de textos de medicina preventiva, que basaban esta prevención en el mantenimiento del equilibrio físico y mental, a través de la toma de determinados tipos de alimentos y bebidas o la aplicación de normas concretas en el baño, la gimnasia o el coito, y la búsqueda de situaciones ideales respecto a agentes externos como el aire o el clima.
Esta costumbre de escribir tratados por encargo no se ciñe sólo a las cortes musulmanas, sino que hay que extenderla al mundo medieval. Del siglo x se conserva el famoso Regimen salernitanum, escrito por un autor anónimo para el rey de Inglaterra; tres siglos más tarde, uno de los principales médicos cristianos, Arnau de Vilanova, redactó otro régimen de salud para un rey de la Corona de Aragón, Jaime II, dedicando su último capítulo al tema de las hemorroides. Todos estos tratados abordan una serie de temas comunes y tienen un esquema general derivado del régimen hipocrático.
Aunque el tratado estaba en principio dedicado a la salud de una sola persona, el autor debía sentir la necesidad de que su trabajo tuviese una repercusión mayor, y de esa forma se entiende la inclusión en ese tratado de tres capítulos, de los cuatro que lo componen, dedicados a temas generales que podían ser útiles para cualquier persona. Posiblemente por la misma razón, Arnau de Vilanova menciona con frecuencia la necesidad de buscar el beneficio general.
Con todo, hay que entender este supuesto beneficio general, tanto por parte de Maimónides como del médico cristiano, dentro de una medicina de élite, dirigida a lo que Benjamín Farringto llama “las clases ociosas” (Mono y cerebro en la ciencia antigua, Madrid, 1974), pues sólo una persona de posición acomodada estaba en situación de seguir las minuciosas y a veces exquisitas normas dictadas por lo médicos.
El régimen de la salud es una buena muestra de las concepciones médicas medievales, pues abarca muchas materias y hace gala de los conocimientos médicos medievales en boga, y que, como ya he señalado, fueron expuestos en la Antigüedad por Galeno, quien, a su vez, recogió teorías de sus predecesores, médicos como Hipócrates, o filósofos como Aristóteles. La medicina musulmana que le precedió y la de sus colegas islámicos fue también una serie importante para Maimónides, como puede verse a lo largo de estos textos, en los que cita a los grandes médicos de la Antigüedad, Galeno e Hipócrates, y también a varios médicos musulmanes; Avicena, Avenzoar o al-Raze.
Maimónides escribió este tratado para el Sultán al-Afdal, hijo de Saladino (Salah al-Din b. Ayyub), fundador de la dinastía de los ayyubíes, que gobernó Egipto, la región sirio-palestina, gran parte de la Alta Mesopotamia y el Yemen desde finales del siglo XIII. Al-Afdal encarga este tratado a Maimónides porque padecía varias dolencias: indigestiones, estreñimiento y depresión (pensamientos negativos).
Maimónides organizó su tratado, no muy extenso, en cuatro capítulos. El primero contiene unas reglas generales para cualquiera que desee seguir un régimen de salud correcto. Este régimen o tratamiento se basa fundamentalmente en dos cosas: la gimnasia y la alimentación. Este capítulo contiene una descripción de las virtudes y defectos de los distintos tipos de alimentos.
El segundo capítulo se refiere al régimen de las enfermedades, también de forma general; hace un recuento de los métodos terapéuticos ligeros que le parecen adecuados al autor, y de aquellos remedios fuertes que sólo en casos excepcionales deben aplicarse.
En el capítulo tercero aborda directamente los problemas que aquejaban a al-Afdal y, dado que uno de estos problemas era de tipo psíquico, se refirió al régimen de la salud psíquica, resultando ésta la parte más interesante del tratado.
El capítulo cuarto y último vuelve a ser de tipo general y referido a cuestiones varias, propias de un régimen de salud; el aire, el agua, el coito, los beneficios del vino (tema éste que en un principio había rehusado examinar por ir dirigido el tratado a un musulmán, a quien su religión prohíbe ingerir bebidas alcohólicas), los reumas, las comidas corrompidas, la necesidad de no abandonar las costumbres habituales, la ropa y los distintos tipos de carne.
La parte más interesante, la aportación más original de este régimen de salud es, sin duda, la dedicada al tratamiento del alma. Maimónides ha de conjugar su idea del alma como hombre científico y religioso. En este sentido, su posición se distancia necesariamente de su gran maestro Galeno, en cuanto que éste había eliminado cualquier elemento somático del alma.
La idea más sugerente que Maimónides transmite en este apartado está ya enunciada en sus primeras líneas: las afecciones psíquicas alteran mucho al cuerpo (capítulo 2,12); es decir, Maimónides contempla ya la influencia psicosomática en el desencadenamiento de la enfermedad. La influencia del alma en la salud es tal que el médico, antes de iniciar otro tipo de tratamiento, debe procurar que se equilibren los movimientos psíquicos, pues un exceso de alegría, por ejemplo, puede acabar en la muerte del que la disfruta.
La medida de tipo preventivo es el estudio de la filosofía y de la teología que eleva las virtudes del alma y la prepara para la observación inteligente y racional de las aparentes adversidades o bienes del mundo, que no son sino apreciaciones subjetivas y magnificadoras: adversidades y bienes imaginarios, como ya habían dicho los filósofos (capítulo 3,15). A través de esta observación, el hombre ha de conseguir el equilibrio, que es la clave de la curación de las enfermedades psíquicas, como el propio Maimónides estableció en su tratado psicológico en sus ocho capítulos: “Los actos buenos son los actos igualados; los que se equilibran entre dos extremos igualmente son malos: el primero, el exceso, y el segundo, el defecto. Los grados son propiedades anímicas que adquieren el equilibrio entre dos malas propiedades; una de ellas es la sobreabundancia y la otra la carencia” (Muntner, 1957).
Estas recomendaciones de tipo preventivo sirven para evitar la enfermedad psíquica, pero cuando ésta ha tomado el cuerpo en la persona, como es el caso de Al-Afdal, que padecía depresiones (pensamientos negativos), la solución puede ser de tipo medicamentoso, y por ello Maimónides decide elaborar un jarabe que filtra de ella (la sangre) los vapores del humor negro, ensanchan el alma, la alegra, evita los pensamientos negativos y el resto de los sufrimientos (capítulo 3,7).
Otra cuestión que he juzgado interesante en este tratado son las consideraciones de Maimónides sobre los médicos. Para este autor hay dos tipos de médicos: aquel que reflexiona e investiga las causas de las enfermedades, esforzándose con sus conocimientos, aprendidos en los libros y en la práctica, por encontrar el remedio necesario; y el pícaro y charlatán, que diagnostica y elige el remedio apresuradamente, cuanto más gracias a la resistencia de la naturaleza y a cuestiones azarosas que a su dudoso arte.
Mientra que para el primer tipo de médico la medicina es un arte difícil que requiere estudio y habilidad, que provoca dudas cuando trata de aplicar lo que dicen los libros en personas concretas, para el segundo se trata de un arte fácil que no necesita ni estudio ni observación. Ya me referí a que en la Edad Media coexistían dos tipos de prácticas médicas: el de los médicos avalados por los estudios, un médico muy bueno y experto, cuya ciencia esté demostrada y su experiencia atestiguada (capítulo 2,5), y los curanderos, objeto de las críticas hacia Maimónides.
En último extremo, lo que Maimónides reclama para la medicina, como ya antes había hecho Galeno, es la necesidad de aplicar los métodos de la filosofía especulativa para convertirla, así, en un conocimiento de tipo racional.
Respecto a la terapéutica, Maimónides se basa fundamentalmente en la toma de alimentos medicinales o medicamentos preferentemente simples. Los remedios más fuertes, como la sangría o la purgación, deben aplicarse sólo en casos extremos y ajustándose a una serie de normas. Ante la duda, el mejor de los remedios será dejar a la propia naturaleza que actúe por su cuenta, como ya había enunciado Hipócrates.
En el prólogo al libro, Maimónides se justifica porque muchas veces repite las mismas cosas en sus diferentes tratados, aduciendo como razón el hecho de que sean tratados escritos por encargo. La lectura del segundo texto elegido: la Epístola sobre la curación de las hemorroides, es una buena prueba de estas repeticiones, como tendremos ocasión de comprobar; problemas tan cercanos como el estreñimiento y las hemorroides requieren respuestas similares por parte del médico.
Epístola sobre la curación de las hemorroides
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Este breve texto de tema monográfico fue compuesto por Maimónides en El Cairo, donde escribió el conjunto de su obra médica. La fecha exacta de composición nos es desconocida, aunque sin duda es posterior a El régimen de salud, ya que se hacen referencias al mismo a lo largo del escrito.
Como El régimen de salud, Maimónides escribió este tratado a requerimiento de un personaje importante, del que sólo sabemos que se trataba, según sus palabras, de “un joven de familia encumbrada e ilustre, respetable, noble y muy poderosa, que vino a mí con un problema, encargándome yo de su servicio” (prólogo).
La Epístola de la curación de las hemorroides fue traducida al hebreo, en el siglo XIII, por un traductor anónimo que la tituló Ma’amar birfu’at ha-tehorim. En nuestro siglo se ha editado varias veces; la primera de ellas en 1911, por Hermann Kroner, que realizó la traducción del texto hebreo contenido en el manuscrito Munich 111, junto a una versión aljamiada y la traducción al alemán del pequeño tratado. La traducción castellana se ha realizado a partir de esta edición.
La versión hebrea apareció junto a un tratado del mismo nombre de Selomoh ibn Ayyub, traductor de origen granadino que vivió y desarrolló su actividad en Provenza. La coincidencia de que Selomoh ibn Ayyub escribiese un tratado homónimo y fuese traductor de textos árabes ha arrojado dudas sobre la autoría de la traducción que Moritz Steinschneider (Berlín 1893) atribuyó a Moseh ibn Tibbón, quien tradujo varias obras médicas de Maimónides, además de El régimen de la salud.
Respecto al contenido de la obra, sería interesante hacer algunas consideraciones sobre sus antecedentes en la literatura médica.
Fueron numerosos los autores médicos que, con anterioridad, dedicaron su atención al tema de las hemorroides, aunque de forma monográfica sólo Hipócrates, Maimónides y Selomoh ibn Ayyub, que sepamos, dedicaron una obra al tema.
Hipócrates, además de escribir ese tratado monográfico, se refiere a este problema en numerosas ocasiones, y Maimónides hace un profuso empleo de la sabiduría del médico griego. También Avicena, en su Poema de la medicina, expuso brevemente algunas cuestiones sobre el tema. El gran médico andalusí Abu l-Qasim al-Zahrawi ofrece la solución quirúrgica para la enfermedad. Sin embargo, Maimónides sólo se refiere a una posible intervención quirúrgica para rechazarla, debido a que la cirugía estaba muy denostada y era poco acorde con las normas vigentes.
El texto maimonideano destaca las medidas preventivas; la orientación del médico debe dirigirse a la eliminación de las causas de la enfermedad. Así, una vez que se ha establecido que las hemorroides son producidas por una mala digestión en el estómago, la curación se basa fundamentalmente en una correcta dietética. En la utilización de la dieta, Maimónides sigue la tradición hipocrática en cuanto a la alimentación; en lo que se refiere a la terapéutica medicamentosa, se muestra partidario de la utilización de medicamentos compuestos, al modo galénico, y recoge fórmulas procedentes, como él mismo indica, de al-Raze, Avicena e Ibn Wafid.
Quizá el hecho más significativo con relación al tratamiento de las hemorroides sea precisamente la nula utilización de cura quirúrgica, que, como ya anteriormente comenté, se podía deber al descrédito en que había caído la cirugía a partir del aserto de Galeno: “Consideramos a un médico experimentado, hábil y científico si es capaz de curar con dieta y drogas las enfermedades que los cirujanos tratan mediante escisión”.
Este breve texto de tema monográfico fue compuesto por Maimónides en El Cairo, donde escribió el conjunto de su obra médica. La fecha exacta de composición nos es desconocida, aunque sin duda es posterior a El régimen de salud, ya que se hacen referencias al mismo a lo largo del escrito.
Como El régimen de salud, Maimónides escribió este tratado a requerimiento de un personaje importante, del que sólo sabemos que se trataba, según sus palabras, de “un joven de familia encumbrada e ilustre, respetable, noble y muy poderosa, que vino a mí con un problema, encargándome yo de su servicio” (prólogo).
La Epístola de la curación de las hemorroides fue traducida al hebreo, en el siglo XIII, por un traductor anónimo que la tituló Ma’amar birfu’at ha-tehorim. En nuestro siglo se ha editado varias veces; la primera de ellas en 1911, por Hermann Kroner, que realizó la traducción del texto hebreo contenido en el manuscrito Munich 111, junto a una versión aljamiada y la traducción al alemán del pequeño tratado. La traducción castellana se ha realizado a partir de esta edición.
La versión hebrea apareció junto a un tratado del mismo nombre de Selomoh ibn Ayyub, traductor de origen granadino que vivió y desarrolló su actividad en Provenza. La coincidencia de que Selomoh ibn Ayyub escribiese un tratado homónimo y fuese traductor de textos árabes ha arrojado dudas sobre la autoría de la traducción que Moritz Steinschneider (Berlín 1893) atribuyó a Moseh ibn Tibbón, quien tradujo varias obras médicas de Maimónides, además de El régimen de la salud.
Respecto al contenido de la obra, sería interesante hacer algunas consideraciones sobre sus antecedentes en la literatura médica.
Fueron numerosos los autores médicos que, con anterioridad, dedicaron su atención al tema de las hemorroides, aunque de forma monográfica sólo Hipócrates, Maimónides y Selomoh ibn Ayyub, que sepamos, dedicaron una obra al tema.
Hipócrates, además de escribir ese tratado monográfico, se refiere a este problema en numerosas ocasiones, y Maimónides hace un profuso empleo de la sabiduría del médico griego. También Avicena, en su Poema de la medicina, expuso brevemente algunas cuestiones sobre el tema. El gran médico andalusí Abu l-Qasim al-Zahrawi ofrece la solución quirúrgica para la enfermedad. Sin embargo, Maimónides sólo se refiere a una posible intervención quirúrgica para rechazarla, debido a que la cirugía estaba muy denostada y era poco acorde con las normas vigentes.
El texto maimonideano destaca las medidas preventivas; la orientación del médico debe dirigirse a la eliminación de las causas de la enfermedad. Así, una vez que se ha establecido que las hemorroides son producidas por una mala digestión en el estómago, la curación se basa fundamentalmente en una correcta dietética. En la utilización de la dieta, Maimónides sigue la tradición hipocrática en cuanto a la alimentación; en lo que se refiere a la terapéutica medicamentosa, se muestra partidario de la utilización de medicamentos compuestos, al modo galénico, y recoge fórmulas procedentes, como él mismo indica, de al-Raze, Avicena e Ibn Wafid.
Quizá el hecho más significativo con relación al tratamiento de las hemorroides sea precisamente la nula utilización de cura quirúrgica, que, como ya anteriormente comenté, se podía deber al descrédito en que había caído la cirugía a partir del aserto de Galeno: “Consideramos a un médico experimentado, hábil y científico si es capaz de curar con dieta y drogas las enfermedades que los cirujanos tratan mediante escisión”.