La larga extensión en el tiempo de la Alhambra, su permanencia y conservación no sólo se debe a la potencia de su arquitectura, a valores intelectuales o estéticos, sino «a la existencia de valores supra-estéticos o religiosos, según la teoría axiológica de Scheler y la sugerente escala que estableció su amigo Ortega y Gasset», según defiende el arquitecto valenciano Joaquín Lleó en el libro titulado 'Esencias arquitectónicas y simbolismo de 'La Roja'. Otra manera de mirar a la Alhambra'. El especialista deduce en su libro que las construcciones alhambreñas «deben entrañar cualidades arquitectónicas análogas a propiedades del alma humana, y análogas, a su vez, a atributos del Creador».
Lleó considera a los palacios nazaríes como una especie de cajas místicas dedicadas especialmente a la oración y a la meditación, un uso superior al de una vulgar y mera vivienda de los sultanes nazaríes.
Las afirmaciones realizadas por Joaquín Lleó en su estudio, un tomo de 300 páginas, «contrasta con el supuesto tan romántico y generalizado de considerar que los palacios fueron concebidos como paraíso sensual para deleite exclusivo del monarca, evidenciando, en cambio, que tanto Yusuf I, iniciador del Cuarto o Palacio de Comares, como su hijo y sucesor Muhammad V, autor del Cuarto o Palacio de los Leones, además de poseer una elevada formación intelectual, ética y estética, fueron personas verdaderamente religiosas, con alto grado de vida interior».
Palacio de oración
La alta espiritualidad de los reyes nazaríes, siempre según Joaquín Lleó, les condujo a «fundamentar su arquitectura en la contemplación del ser humano y, en general, en toda la naturaleza creada».
La tesis del servicio de la arquitectura alhambreña a la realización espiritual de sus autores no significa, siempre según el especialista, que estas construcciones «tuvieran una utilidad no residencial. Sin embargo, hay que reconocer que ni el Palacio de Comares ni el Palacio de los Leones reúnen, en absoluto, las condiciones adecuadas para la vida doméstica, llamando siempre la atención, por ejemplo, la poca importancia que prestaron a las considerables variaciones climáticas que caracteriza a Granada».
Lleó concluye que las construcciones alhambreñas «no fueron realmente ideadas como deliciosas residencias de sultanes, sino como conjuntos de ámbitos arquitectónicos sugerentes para la meditación y la oración personal, quedando relegada el hábitat de la familia real a un tipo de casa muchísimo más corriente y sobria».
El arquitecto valenciano insiste en esta tesis de una Alhambra al servicio y disfrute de lo sobrenatural y argumenta que si excluimos la descripción detallada que Ibn Al-Jatib escribió de la Granada nazarí, «nunca hubo documentación original acerca de la vida que se practicaba en la Alhambra».
En esta manera de mirar a 'La Roja' del experto en arquitectura incluye las hipótesis del arabista Miguel Asín Palacios, quien encontraba cierto paralelismo entre las espiritualidades musulmana y cristiana. Joaquín Lleó encuentra que las inscripciones poéticas de la Alhambra, aquellas que se hallan por todo el monumento, «vienen fundamentadas en las alabanzas del Antiguo y Nuevo Testamentos y revelan, además, hechos históricos verdaderamente trascendentes».
Lleó considera a los palacios nazaríes como una especie de cajas místicas dedicadas especialmente a la oración y a la meditación, un uso superior al de una vulgar y mera vivienda de los sultanes nazaríes.
Las afirmaciones realizadas por Joaquín Lleó en su estudio, un tomo de 300 páginas, «contrasta con el supuesto tan romántico y generalizado de considerar que los palacios fueron concebidos como paraíso sensual para deleite exclusivo del monarca, evidenciando, en cambio, que tanto Yusuf I, iniciador del Cuarto o Palacio de Comares, como su hijo y sucesor Muhammad V, autor del Cuarto o Palacio de los Leones, además de poseer una elevada formación intelectual, ética y estética, fueron personas verdaderamente religiosas, con alto grado de vida interior».
Palacio de oración
La alta espiritualidad de los reyes nazaríes, siempre según Joaquín Lleó, les condujo a «fundamentar su arquitectura en la contemplación del ser humano y, en general, en toda la naturaleza creada».
La tesis del servicio de la arquitectura alhambreña a la realización espiritual de sus autores no significa, siempre según el especialista, que estas construcciones «tuvieran una utilidad no residencial. Sin embargo, hay que reconocer que ni el Palacio de Comares ni el Palacio de los Leones reúnen, en absoluto, las condiciones adecuadas para la vida doméstica, llamando siempre la atención, por ejemplo, la poca importancia que prestaron a las considerables variaciones climáticas que caracteriza a Granada».
Lleó concluye que las construcciones alhambreñas «no fueron realmente ideadas como deliciosas residencias de sultanes, sino como conjuntos de ámbitos arquitectónicos sugerentes para la meditación y la oración personal, quedando relegada el hábitat de la familia real a un tipo de casa muchísimo más corriente y sobria».
El arquitecto valenciano insiste en esta tesis de una Alhambra al servicio y disfrute de lo sobrenatural y argumenta que si excluimos la descripción detallada que Ibn Al-Jatib escribió de la Granada nazarí, «nunca hubo documentación original acerca de la vida que se practicaba en la Alhambra».
En esta manera de mirar a 'La Roja' del experto en arquitectura incluye las hipótesis del arabista Miguel Asín Palacios, quien encontraba cierto paralelismo entre las espiritualidades musulmana y cristiana. Joaquín Lleó encuentra que las inscripciones poéticas de la Alhambra, aquellas que se hallan por todo el monumento, «vienen fundamentadas en las alabanzas del Antiguo y Nuevo Testamentos y revelan, además, hechos históricos verdaderamente trascendentes».