Venecia es la Toledo del agua, misteriosa, mágica e imponente, sus canales son el espejo alquímico y trasmutador que evocan otra realidad que está latente en el ambiente, incluso palpable.
En este viaje de reuniones con hermanos de otras sociedades más herméticas y secretas pudimos leer en ese libro abierto y público, pero codificado que es el símbolo del conocimiento, oculto en imágenes y blasones.
Tuvimos la oportunidad de visitar el Palacio Ca Dario, considerado por ciertos iniciados una puerta al infierno. Lo que no saben los coleccionistas de leyendas, es que el palacio fue construido sobre un cementerio templario.
La maldición de este edificio, cuyo nombre procede del senador italiano Giovanni Dario, se remonta a finales del siglo XV, cuando el arquitecto Pietro Lombardo construyó este precioso palacio.
Los primeros propietarios de esta construcción, los Dario, comienzan a tener verdaderas desgracias familiares y desde esa fecha hasta 1992 la mayor parte de los habitantes y dueños que ha tenido este palacio han muerto de forma violenta o se han suicidado.
Son muchos los venecianos que no pasan cerca de la construcción. Sin embargo, dicen que los visitantes no sufren de esta maldición, sino que al contrario, visitarlo -según se ha corrido el rumor- trae buena suerte. Eso sí: desaconsejan habitarlo o comprarlo.
Se trata de un palacio precioso de tres plantas, con muchas chimeneas y con un jardín inmenso. Su hija se casa con un joven de buena familia y cuando comienzan a vivir en esa casa todas sus propiedades comienzan a desaparecer porque se arruinan tanto el padre como el marido. La familia entera se suicida uno tras otro.
Repaso del horror
En el siglo XVII es adquirida por el Gobernador de Candía y al poco de adquirirla es asesinado en extrañas circunstancias. Más tarde un rico comerciante de diamantes armenio se encapricha del palacio y lo compra. Tras perder todos sus bienes muere en la miseria.
Un estudioso inglés llamado Randon Brown piensa que es un buen lugar para escribir y se lleva también a un amigo, pero sin saber cómo ni por qué un día los dos deciden suicidarse.
En 1960 el conde Filipo Giordano compra el palacio. Era homosexual y un día aparece muerto dentro de la casa: su amante Raúl lo había matado en un ataque de celos huyendo a Londres.
En 1981 la propiedad está en manos de Christopher Lamberd, el manager de la banda de música 'The Who'. Poco después de adquirirla se cae de unas escaleras y se mata.
El caso de Fabriccio Ferrari no fue muy diferente. No hace caso de las habladurías, la compra y poco después muere en un accidente de coche. También su hermana, que vivía en esa mansión, aparece muerta desnuda en un descampado.
La casa pasa a manos de un rico empresario químico que se quita la vida por haber sido inculpado por recibir sobornos y por corrupción. La misma suerte corre el tenor Mario del Mónaco: cuando va a comprar Ca Dario tiene un accidente de coche y pasa 8 meses en cama, alguien le explica entonces la maldición del palacio y decide no comprarlo.
La casa pasa a manos de un rico empresario químico que se quita la vida por haber sido inculpado por recibir sobornos y por corrupción. La misma suerte corre el tenor Mario del Mónaco: cuando va a comprar Ca Dario tiene un accidente de coche y pasa 8 meses en cama, alguien le explica entonces la maldición del palacio y decide no comprarlo.
Un jardín misterioso, una rejería casi dando aspecto de fortificación, cristales rotos, las aldabas con caras de diablos... Justo en la calle de al lado, la gente sortea las inmediaciones del palacio...
Meditando en tanta casualidad estaba, cuando llegamos a los Campos del Moro, ahí podemos encontrar cuatro estatuas adosadas a las paredes de los edificios. Este hecho no dejaría de ser una cosa simpática si no fuese por la leyenda que envuelve a los moros.
¿Pero quiénes son los moros? Son los hermanos Mastelli (Rioba, Afani y Sandi), una familia oriental de mercaderes que adoptó ese nombre ya que todo indica que mastelli designa riqueza (arcas repletas de monedas de oro y plata). El cuarto individuo es Antonio Rioba (no confundir con el nombre del primero de los hermanos) y está situado justo en la esquina de la casa.
Además, tiene otra peculiaridad, su nariz postiza de hierro. Este vendría a ser el sirviente de los Mastelli, y para los venecianos era el Pasquino, que juntamente con el jorobado de Rialto, era quien recibía las mofas de los venecianos (lo que vendría a ser el tonto del pueblo)
En la calle Sacca de la Misericordia (al otro lado de Campo dei Mori) se puede ver la fachada del palacio de los Mastelli. También aparece en ella un retablo de piedra en el que hay otro árabe con un camello. Al parecer, representa al propio criado de los Mastelli tirando del animal de carga.
Pero vamos a la leyenda.
El mayor de los hermanos Mastelli, Rioba, se jactaba de ser un comerciante justo y de buen trato. Así que habitualmente cerraba sus tratos clamando al cielo “Que el Señor me convierta en una piedra si lo que digo es una falsedad”.
Los Mastelli eran originarios de Morea, y habían partido de allí por motivos un tanto oscuros. Tenían fama de buenos negociantes, a la par que de fanfarrones y deshonestos.
Un día entro una anciana en casa de los Mastelli. Según parece había quedado viuda y estaba arruinada.
Un día entro una anciana en casa de los Mastelli. Según parece había quedado viuda y estaba arruinada.
Con el poco dinero que había conseguido reunir anhelaba comprarles tela para así poder reflotar el negocio que llevaba con su marido. A Rioba le brillaron los ojos ya que vio que se podría hacer un buen trato... para él, naturalmente.
La anciana, no estaba muy ducha en la materia, así que Rioba le intentó colar gato por liebre. Le dijo que tenía unas telas muy buenas pero que eran también muy caras, pero que para ayudarle se las vendería igual aunque él perdiera dinero con ello. Evidentemente, acabo su discurso con el conocido “Que el Señor me convierta en una piedra si lo que digo es una falsedad”.
Entonces la mano de Rioba empezó a convertirse en una piedra, y sus hermanos intentaron huir en vano, ya que también ellos se empezaron a transformar en estatuas. Hasta el criado se vio afectado por ese mal. Resulta que la mujer era Santa Magdalena, y ellos pagaron un precio muy caro por su osada blasfemia.
Palacio Veneciano Ca Dario






