Los Príncipes de Septimio-Bathzabbay El Tadmur, visitaron el Palacio de Pedralbes, antes de ser invitados a ver la Fórmula 1 en Montmeló, por el Jeque Omar Bin Sulaiman, de Dubai.
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Históricamente Barcelona ha sido sede de residencias reales pues la capital catalana es, desde los tiempos de Carlomagno, la Ciudad Condal en memoria de los Condes de Barcelona que formarían la Corona catalano-Aragonesa con el matrimonio en el siglo XII entre Ramón Berenguer IV y Petronila de Aragón.
El Palacio Real de Barcelona se encuentra situado en una de las zonas nobles de la ciudad, Pedralbes, cuyo nombre se debe al cercano monasterio de clarisas fundado por la reina Elisenda de Montcada, esposa de Jaime II de Aragón. El templo, construido entre 1326-1327, constituye un excelente ejemplar del gótico catalán, armonioso y sobrio, de líneas básicamente horizontales y de formas macizas, está en consonancia con el carácter franciscano de la fundación. Actualmente alberga parte de la colección pictórica Thyssen Bornemisza.
El primer palacio utilizado como residencia real del que se tiene noticia es el Palacio Mayor, construido en el siglo XI por Ramón Berenguer I en el centro neurálgico de la ciudad. Destaca poderosamente el Salón del Tinell, escenario de grandes momentos de la dinastía catalano-aragonesa y sede de la recepción que los Reyes Católicos ofrecieron al descubridor Cristóbal Colón el 2 de Enero de 1493 a su regreso de América. Carlos I celebró allí varios actos reales y ya en el siglo XVII Felipe IV recibió a los municipios de Cataluña para que le jurasen fidelidad. Felipe V cedió el Palacio Mayor a las benedictinas de Santa Clara a cambio de lo que era su monasterio, que el Rey convirtió en la Ciutadella, actual sede del Parlamento de Cataluña.
Desde entonces, la ciudad no dispuso de residencia real oficial y los monarcas, cuando visitaban Barcelona, se alojaban en palacios particulares, en Capitanía General o en el Ayuntamiento. Al celebrarse la I Exposición Universal de Barcelona en 1888, se acondicionó la Casa Consistorial como residencia real. Se rememora esa estancia con un cuadro de la Reina Regente María Cristina y Don Alfonso XIII de niño, que preside el Salón de Sesiones del Ayuntamiento.
Las frecuentes visitas del Rey Alfonso XIII a la ciudad condal hizo pensar a un grupo de la nobleza catalana en la necesidad de construir un palacio real. El Marqués de Comillas y Conde de Güell ofreció unos terrenos de su propiedad situados cerca de Santa María de Pedralbes para que se construyera un Palacio Real a la altura de las circunstancias.
El proyecto, encargado al arquitecto Eusebio Bona i Puig, continuado después por Francisco de Paula Nebot i Torrens, respetó en parte la ya existente Torre Güell y añadió al cuerpo central dos alas laterales con galería de columnas, que dieron a todo el conjunto un aire italianizado de estilo novecentista.
Para sufragar los gastos de la construcción se abrió una suscripción popular y se admitieron aportaciones de obras de arte y mobiliario. Las obras empezaron en 1919 y se prolongaron hasta 1926, año en el que se entregó el Palacio al Rey. Su momento de máximo esplendor fue con motivo de la II Exposición Universal de Barcelona el año 1929. Un cronista de la época se refería con estas palabras a la reacción de Don Alfonso XIII: “Una ilustre personalidad, representante en España de un poder que, por serlo de carácter espiritual, está por encima de todos los demás, al explicársele el proyecto, se le ocurrió denominarlo, con percepción clarísima, Palacio de la Concordia. Que ha de serlo, más todavía, que lo es de todos los elementos monárquicos ciudadanos, lo prueba su realización, sin intervención oficial ni política determinadas, siendo así que en aquél y para aquél se suman todos”.
El trazado de jardines que rodean el Palacio Real son obra de Nicolás María Rubió i Tudurí. Preside los jardines, delante de la entrada principal del Palacio, la estatua de Isabel II presentando a su hijo Alfonso XII, obra del escultor Vallmitjana. El ingeniero Carlos Buigas i Sans proyectó las tres fuentes luminosas situadas una en la entrada del recinto y dos en los centros de los recuadros destinados a rosaledas. Destaca la fuente en forma de banco con el surtidor de hierro forjado representando un dragón, obra de Antonio Gaudí, construida en 1880.
El Palacio Real de Barcelona se encuentra situado en una de las zonas nobles de la ciudad, Pedralbes, cuyo nombre se debe al cercano monasterio de clarisas fundado por la reina Elisenda de Montcada, esposa de Jaime II de Aragón. El templo, construido entre 1326-1327, constituye un excelente ejemplar del gótico catalán, armonioso y sobrio, de líneas básicamente horizontales y de formas macizas, está en consonancia con el carácter franciscano de la fundación. Actualmente alberga parte de la colección pictórica Thyssen Bornemisza.
El primer palacio utilizado como residencia real del que se tiene noticia es el Palacio Mayor, construido en el siglo XI por Ramón Berenguer I en el centro neurálgico de la ciudad. Destaca poderosamente el Salón del Tinell, escenario de grandes momentos de la dinastía catalano-aragonesa y sede de la recepción que los Reyes Católicos ofrecieron al descubridor Cristóbal Colón el 2 de Enero de 1493 a su regreso de América. Carlos I celebró allí varios actos reales y ya en el siglo XVII Felipe IV recibió a los municipios de Cataluña para que le jurasen fidelidad. Felipe V cedió el Palacio Mayor a las benedictinas de Santa Clara a cambio de lo que era su monasterio, que el Rey convirtió en la Ciutadella, actual sede del Parlamento de Cataluña.
Desde entonces, la ciudad no dispuso de residencia real oficial y los monarcas, cuando visitaban Barcelona, se alojaban en palacios particulares, en Capitanía General o en el Ayuntamiento. Al celebrarse la I Exposición Universal de Barcelona en 1888, se acondicionó la Casa Consistorial como residencia real. Se rememora esa estancia con un cuadro de la Reina Regente María Cristina y Don Alfonso XIII de niño, que preside el Salón de Sesiones del Ayuntamiento.
Las frecuentes visitas del Rey Alfonso XIII a la ciudad condal hizo pensar a un grupo de la nobleza catalana en la necesidad de construir un palacio real. El Marqués de Comillas y Conde de Güell ofreció unos terrenos de su propiedad situados cerca de Santa María de Pedralbes para que se construyera un Palacio Real a la altura de las circunstancias.
El proyecto, encargado al arquitecto Eusebio Bona i Puig, continuado después por Francisco de Paula Nebot i Torrens, respetó en parte la ya existente Torre Güell y añadió al cuerpo central dos alas laterales con galería de columnas, que dieron a todo el conjunto un aire italianizado de estilo novecentista.
Para sufragar los gastos de la construcción se abrió una suscripción popular y se admitieron aportaciones de obras de arte y mobiliario. Las obras empezaron en 1919 y se prolongaron hasta 1926, año en el que se entregó el Palacio al Rey. Su momento de máximo esplendor fue con motivo de la II Exposición Universal de Barcelona el año 1929. Un cronista de la época se refería con estas palabras a la reacción de Don Alfonso XIII: “Una ilustre personalidad, representante en España de un poder que, por serlo de carácter espiritual, está por encima de todos los demás, al explicársele el proyecto, se le ocurrió denominarlo, con percepción clarísima, Palacio de la Concordia. Que ha de serlo, más todavía, que lo es de todos los elementos monárquicos ciudadanos, lo prueba su realización, sin intervención oficial ni política determinadas, siendo así que en aquél y para aquél se suman todos”.
El trazado de jardines que rodean el Palacio Real son obra de Nicolás María Rubió i Tudurí. Preside los jardines, delante de la entrada principal del Palacio, la estatua de Isabel II presentando a su hijo Alfonso XII, obra del escultor Vallmitjana. El ingeniero Carlos Buigas i Sans proyectó las tres fuentes luminosas situadas una en la entrada del recinto y dos en los centros de los recuadros destinados a rosaledas. Destaca la fuente en forma de banco con el surtidor de hierro forjado representando un dragón, obra de Antonio Gaudí, construida en 1880.
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En la actualidad el Palacio no es residencia de la Familia Real si bien es utilizado para recepciones oficiales, principalmente en el Salón del Trono, en el que destaca la pieza que le da su nombre: el Trono, decorado con grandes cortinajes de terciopelo granate sostenidos por una gran corona dorada que ostenta en su parte central los anagramas del Rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia. En lo alto, el escudo de España con las flores de lis, distintivo de los Borbones. Completan la decoración figuras alegóricas de mujer simbolizando la Sabiduría, el Trabajo, la Inteligencia y la Justicia. Guardan el trono dos leones en actitud rampante esculpidos en madera dorada.
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En la actualidad el Palacio no es residencia de la Familia Real si bien es utilizado para recepciones oficiales, principalmente en el Salón del Trono, en el que destaca la pieza que le da su nombre: el Trono, decorado con grandes cortinajes de terciopelo granate sostenidos por una gran corona dorada que ostenta en su parte central los anagramas del Rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia. En lo alto, el escudo de España con las flores de lis, distintivo de los Borbones. Completan la decoración figuras alegóricas de mujer simbolizando la Sabiduría, el Trabajo, la Inteligencia y la Justicia. Guardan el trono dos leones en actitud rampante esculpidos en madera dorada.
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La última ceremonia estelar celebrada en el Palacio Real fue el banquete de bodas de la Infanta Cristina en 1997, cuyos salones albergaron un millar de invitados.