Monday, May 04, 2009

Ofrenda en la Estatua de Santa Juana de Arco.-




En París, los Príncipes quisieron realizar una ofrenda floral, en la estatua ecuestre de Santa Juana de Arco, la Gran Caballera, allí, frente al Museo del Louvre, apareció cubierta de oro, luminosa, cegando al que la mirara sin razón, ni conocimiento

Un seis de enero de 1412 nace en Domremy, Jeanne, hija de campesinos, que desde niña sintió gran devoción por la oración.

En esos años de niñez, un ataque inglés destruyó por completo su aldea y asesinó a sus padres y hermana, por lo que fue enviada a vivir con unos parientes a otra aldea cercana.

Cuando tenía trece años creyó que había oído la voz de Dios, que se repetía en numerosas ocasiones. Más tarde, confesó haber visto a San Miguel, Santa Catalina de Alejandría y Santa Margarita, cuyas voces la acompañarían durante el resto de su vida.

Desde ese momento Juana, siente que tenía un destino escrito ya por Dios y, aunque suene a historia novelada, lo cierto es que el papel de Juana de Arco en la gesta de lo que es hoy Francia como nación fue más que fundamental.


En 1422 murieron los Reyes Enrique V y Carlos VI.


Tras la muerte de su padre, el Delfín se proclamó rey de Francia con el nombre de Carlos VII, pero los ingleses reclamaron el trono francés para Enrique VI, entonces menor de edad, por lo que Juan de Lancaster, duque de Bedford, actuaba como regente. De esta manera un inglés regiría los destinos de Francia durante un buen puñado de años.

Carlos VII fue reconocido como Rey de Francia en los territorios al sur del Loira mientras que Enrique VI controlaba el territorio al norte de este río.

Durante la invasión del sur de Francia, ocurrida en 1428, el ejército inglés puso sitio a la ciudad de Orleáns, última plaza fuerte que poseían los franceses.

A principios de 1429, en plena guerra de los Cien Años y cuando los ingleses estaban a punto de capturar Orleáns, las voces que guiaban a Juana la exhortaron a ayudar al Delfín. Éste aún no había sido coronado Rey debido tanto a las luchas internas como a la pretensión inglesa al trono de Francia.


El encuentro de Juana con el Delfín, fue sin dudas el comienzo de los suceso inexplicados de la vida de esta joven. Se cuenta que el Delfín temiendo que tal vez esta Doncella fuera una espía inglesa, con intenciones de asesinarle, organizó una recepción muy importante, en la que hizo pasar a uno de sus generales por él. Así, si era realmente enviada por Díos, ella se daría cuenta que no era el Delfín.

Cuando llego Juana fue enviada ante el supuesto Delfín, al pararse frente a él, lo miro a la cara y le dijo: "Usted, es un buen hombre, pero no es a quién yo debo ver".

Inmediatamente otro de los generales le confirmo el engaño pero le sometió a una segunda prueba, que ella misma encontrara al Delfín entre todos los presentes.

Fue así que Juana comenzó a mirar uno por uno hasta mirar a Carlos VII, se arrodillo ante él y le beso la mano diciéndole, estoy en presencia del Rey de Francia.

Esto realmente dejo consternado a todos, esta fue sin dudas una de las pruebas más importantes a la que fue sometida. Como se sabe, en esa época, el pueblo no conocía a sus gobernantes, por lo que Juana ignoraba completamente la fisonomía del Delfín.

Según cuenta la historia, después de esto Juana se acerco a Carlos VII y le susurro al oído, alguna frase importante, ya que éste cambió la expresión de su rostro completamente. Hizo pasar a Juana a una habitación apartada, y allí, a solas, Juana le convenció de su mandato divino de salvar a Francia.

Quizás el misterio más grande de esta historia es saber qué dijo Juana al Delfín para convencerlo de poner en manos de esta joven el porvenir de Francia.

Un grupo de teólogos aprobaron sus peticiones y se le concedieron tropas bajo su mando. Juana supo ganarse el respeto de los Generales franceses, quienes debieron acatar sus ordenes y enseñarle sobre el manejo de las armas y la estrategia militar. Esta decidió vestir uniforme de hombre y cortar sus cabellos, para no ser subestimada por los soldados.

Así condujo al ejército francés a una victoria decisiva sobre los ingleses en Patay, al tiempo que liberaba Orleáns, con esto se cumplió lo que Juana había anticipado. Carlos VII, fue coronado Rey, en la ciudad de Reims, uniendo al pueblo francés y poniendo fin a los sueños ingleses de imponer su hegemonía sobre Francia.

Carlos VII se opuso a realizar campaña militar alguna contra Inglaterra. Tras ello Juana, sin el apoyo real, dirigió en el año 1430 una operación militar contra los ingleses en Compiègne, cerca de París. Fue capturada por soldados borgoñones (estado neutral en este momento de la guerra) quienes ofrecieron a los dos bandos, la posibilidad de rescatar a Juana.

Según los registros de la época se sabe que en Francia se hizo una colecta entre muchos generales y nobles para pagar el rescate, la suma recaudada fue entregada al Rey, quien nunca envió el pago (se supone que Carlos VII, deseaba que Juana fuera capturada por los ingleses, ya que había tomado mucha popularidad y la creía un elemento ahora peligroso para su reinado).

Los ingleses, deseosos de capturar y juzgar a la Doncella que los había humillado, pagaron lo pedido y les fue entregada. Éstos la condujeron ante un tribunal eclesiástico en Ruán que la juzgó de herejía y brujería.

Tras catorce meses de interrogatorio sin que se le pudiera acusar de absolutamente nada, fue acusada de maldad por vestir ropas masculinas y de herejía por su creencia de que era directamente responsable ante Dios y no ante la Iglesia católica.

El tribunal la condenó a muerte, pero al confesar y arrepentirse de sus errores, la sentencia fue conmutada a cadena perpetua. Sin embargo, cuando regresó a la prisión volvió a usar vestidos de hombre por lo que de nuevo fue condenada, esta vez por un tribunal secular, y el 30 de mayo de 1431, enviada a la hoguera en la plaza del Mercado Viejo de Ruán por herética reincidente.

Como último deseo, Juana reclamó que los Sacerdotes alzasen una cruz delante de sus ojos hasta que ella muriese, para que así acabara sus últimos momentos acompañada de Dios.

El hermano Isambard de la Pierre fue a buscarla a Saint Sauveur, la iglesia más cerca y volvió bajo las risas de los ingleses, mientras ella invocaba a Santa Catalina, Santa Margarita y San Miguel.

Juana entonces gritó: «Ruán, Ruán, ¿puedes sufrir por ser el lugar de mi muerte?». Pierre subió a la plataforma y alzó la cruz, y ya, entre las llamas, ella todavía le pidió que bajara para que no se llevara ningún disgusto, pero siempre con la cruz alzada, para que fuese lo último que ella viera. Así lo hizo y Juana se perdió entre las llamas. Pero todavía pudo gritar la palabra «¡Jesús!» varias veces. Con un fogonazo del verdugo, Juana sería rápidamente reducida a cenizas.

Al secretario del rey de Inglaterra, John Tressart, se le escuchó exclamar «Estamos todos perdidos, porque ha sido quemada una buena y santa persona». Después diría que pensó que ahora su alma quedaría en las manos de Dios.

Parece ser, según diversos testimonios, que de Juana quedó su corazón, intacto y lleno de sangre. El propio verdugo, Geoffroy Therage, muy consternad,o fue a buscar a Isambard de la Pierre a una taberna y así lo demostró diciendo que había quemado una santa.

Se contó que sus restos se lanzaron al Sena. Algún soldado inglés, también afligido, afirmó haber visto el alma de la joven marchándose del cuerpo, y algún otro afirmó haber visto el reflejo de Jesús, como otros dijeron también haber visto salir una paloma.

Durante estos últimos días de Juana, un compañero de armas de ella llamado Gilles de Rais planeó un ataque con un contingente de mercenarios a Ruán para rescatar a la Doncella. Sin embargo se demoró demasiado y solo pudo llegar para contemplar sus cenizas. Este hecho dejó consternado a Gilles ante la posibilidad de haber llegado a tiempo.

Esta es la historia de Juana de Arco, así que cuando pasemos por la Place des Pyramides y veámos esa estatua deslumbrante de una mujer guerrera montada a caballo sosteniendo una bandera, podremos acordarnos de esta historia que acabo de relataros, de alguién que dio su vida por un ideal, con censura, difamaciones, pero que no cesó en sus ideales muriendo por ellos.