La Amazonía es la selva más vasta del planeta y su biodiversidad fascinó siempre al recién llegado. Las descripciones sobre la floresta abundan y algunas pueden parecer extraídas de las páginas de una novela:
La selva produce todo lo que es necesario a la vida del hombre; madera y leña, resinas y gomas; frutos y aceites; puede vestirlos y alimentarlos, dándole hilo para sus redes, arcos para la caza, canoas y remos para cruzar los ríos; de los brazos torcidos de los grandes árboles cuelgan las orquídeas; las lianas, entrelazándose sobre los troncos, forman un tapiz vivo en cuyo centro se aloja el animal; los contornos de las hojas son de gran variedad, singulares y hasta extravagantes los parásitos vegetales, los musgos y los líquenes, deslumbrantes las flores que se descubren por el medio del ramaje de un verde cambiante y siempre vivo, cuyos tonos se combinan o matizan a la luz de una atmósfera siempre saturada de leves vapores. El horizonte observado desde una altura cortada por el río, se prolonga hasta lo infinito, perdiéndose en el azul ceniciento del cielo, y en el corazón del bosque reina una mezcla singular de silencio y de rumores, que tiene algo de misteriosa solemnidad. (1)
Esta intensa sensibilidad por un medio natural deslumbrante, contrasta, de manera dramática, con las afirmaciones del mismo autor sobre los obstáculos para la implantación del capitalismo de la región:
La presencia de numerosas tribus de salvajes en la parte alta del [río] Madre de Dios, es el único inconveniente que podría oponerse al desenvolvimiento de esta magna empresa (…) (2)
Se refería al auge de la extracción del caucho que estaba buscando su apogeo en las últimas décadas del siglo XIX. Bolivia fue parte de ese proceso económico de saqueo de recursos naturales que vinculó de manera forzada a la selva con el mercado mundial capitalista. Primero los exploradores y luego los llamados “industriales de la goma” habían invadido territorios indígenas ancestrales. Para resolver la contradicción planteada, el autor esbozó un plan y su justificación ideológica:
No es tarea fácil atacar [a los salvajes] en sus caseríos y perseguirlos en el bosque. Sólo con el auxilio de buenos perros, la pericia de hombres habituados al monte y la conveniente disposición de las marchas, se puede sorprenderlos y dominarlos. Mas, ¿cuánto tiempo, cuántas campañas serían suficientes? Mejor es defender los territorios aprovechados por la industria edificando fortines, organizando guarniciones militares y haciendo frecuentes batidas; las pestes y el agotamiento de la caza van a dar fin, antes de mucho tiempo con los salvajes que no se prestan a la reducción dejando libre el campo para el desarrollo de las industrias que con ventaja pueden establecerse en aquellos lugares (…)
Por otra parte, desde que es conocida la adaptación de la raza blanca al suelo americano, está planteado el problema por el cual la naturaleza, obligando al hombre a la selección, condena a las razas inferiores a desaparecer del campo que fecunda el trabajo (…) Contra las filantrópicas opiniones de Las Casas, manifiestan los hechos la incapacidad del indio para el motu propio [sic] que por el camino de una esclavización necesaria, lo lleva a una extinción fatal. Contra la perspicacia que se atribuye al indio como prueba de la agudeza de sus facultades, la perspicacia de la vista, el alcance del oído, etc., son cualidades desarrolladas por la vida de cazadores, y comunes a todas las especies de carnívoros (…) la naturaleza y la civilización condenan fatalmente a la extinción a los seres que están próximos a las bestias cuando con la ferocidad de bestias pretenden oponerse al progreso humano (…)
Para librar de todo el peligro la región comprendida entre el Acre y el Bajo Beni, no hay otro medio que librarla de salvajes alejando a éstos a la margen izquierda de dichos ríos. Allí las causas constantes que actúan en la naturaleza como auxiliares de la civilización, los reducirán a la impotencia para el mal. Sin participar del todo de la opinión de aquel general americano “el único indio bueno es el indio muerto”, (3) pensamos que en los tiempos que corren y rotas como están las hostilidades entre ambas razas, es ilusorio pensar en la reducción”. (4)
El mito racista y positivista del indio como estorbo del progreso justificó la necesidad del genocidio ocurrido en la Amazonía como la plataforma sobre la cual se cimentó la economía cauchera; el proceso no ha sido estudiado como se merece, siendo evidente la carencia de fuentes, ante todo porque no hubo interés en dejar pruebas de tan siniestra y poco gloriosa tarea.
Sin embargo, entre las pocos testimonios disponibles, es posible seguir rastreando el ímpetu criminal por someter a los indios a como diera lugar, aunque a veces afloren sentimientos de culpa como en este editorial impreso en La Gaceta del Norte, el periódico fundado por Antonio Vaca Diez en el barracón Orton el año 1887:
Si es verdad triste que los salvajes han recibido ofensas anteriores hasta ver a sus hijos arrebatados por los cristianos, también es un hecho que el último escándalo se producirá con frecuencia sino se piensa en poner un reparo a la ferocidad de los salvajes… (…)
El salvaje es una fiera que cuando se enoja acomete sin distinción y a la fiera hay que darle caza… lo propio acontece en el río Madera con las tribus de Parintintines y Caripunas, todos los años suceden ataques, obligando a los industriales a perseguirlos y abatirlos heroicamente. (5) (El destacado es nuestro)
Nicolás Suárez, el más renombrado de todos los industriales locales de la goma, a quien la historiadora británica Valerie Fifer no dudó en considerar un “constructor de imperios”, (6) aportó su cuota de sangre en el aniquilamiento de los referidos Caripunas, una etnia que hasta hoy resiste la extinción física habitando en el actual estado brasileño de Rondônia. Un escritor argentino llamado Ciro Torres López entrevistó al ya anciano Suárez en Cachuela Esperanza, donde asentó su emporio económico, gracias al control de los grandes ríos por donde se exportaba el látex proveniente de toda la Amazonía boliviana. El exterminio de los Caripunas se vinculó con el hecho de asegurar ese sector estratégico y nudo de comunicaciones para el comercio internacional:
También estuvo usted en el Madera, en una expedición contra los salvajes, ¿verdad?
Sí, fue a raíz de la muerte de mi hermano Gregorio, asesinado por los caripunas. Organicé una expedición y limpiamos de bárbaros esa comarca, dejándola libre a la navegación. (7)
No es “historia negra”. En todo caso, es una historia dolorosa y triste. Es evidente que la invasión de los caucheros produjo genocidio lo cual, a la vez, termina de configurar la matriz histórica ?cuya génesis hay que ubicarla en la invasión militar de la selva por parte de los europeos en el siglo XVI?, de la cual surgen los que hoy conocemos como Pueblos Indígenas Aislados, Voluntariamente Aislados o No Contactados. Son los pueblos o segmentos de pueblos que lograron escapar de la hecatombe étnica y también de las severas condiciones de trabajo que les fueron impuestas por los empresarios. (8) Otros sobrevivientes de esta tragedia humana son los pueblos indígenas que hoy consideramos en “situación de extrema vulnerabilidad”. (9)
Reflexionando en el marco del cada vez más necesario proceso de descolonización que el Estado pero sobre todo la sociedad nacional debe asumir y profundizar, es preciso proponerse seguir indagando en uno de los momentos más oscuros y terribles de la historia boliviana contemporánea y cuyas graves consecuencias deberíamos tener presente siempre reflejada en la injusta situación que viven en la actualidad los pueblos indígenas en extrema vulnerabilidad.
La tarea no es sencilla, ante todo, porque se trata de desmitificar una etapa considerada como forjadora de la nacionalidad, y que tiene por protagonistas a hombres que siguen siendo respetados como héroes, y cuyos nombres se perpetúan en calles, plazas, ríos, pueblos y provincias y se honran en monumentos, libros y actos escolares.
El naturalista sueco Erland Nordenskiöld asistió al derrumbe de la época de auge del caucho en la Amazonía boliviana. Su mirada de humanista sincero aporta otra visión, igual de descarnada, de la locura por la avidez de riqueza vivida esos años que enlutaron a la selva:
Cuando cayó el precio de la goma, ya no era tan fácil importar champán, paté de foie-gras, gramófonos, joyas y cosas por el estilo. Las mujeres de vida alegre francesas viajaron hacia mejores mercados; había que conformarse con beber aguardiente y flirtear con las indias (…)
Como corren malos tiempos en los bosques de goma, nadie más migra a ellos. El reclutamiento engañoso de los indios ha cesado casi por completo pues ya no es rentable. Esta es una de las mejores caras de la crisis del caucho (…)
Se abandonarán los ríos más alejados que serán progresivamente habitados de nuevo por indios libres. La raza blanca perderá durante algún tiempo parte de lo que ha conquistado con tanta rapidez. (10)
Un día, Nordenskiöld encuentra a un grupo de Ese Ejas (él los llama chamas) que llevan “una auténtica vida indígena”, acampado en las arenas de las playas del río Madidi, cerca a la misión de Cavinas. Allí conocen al padre de un muchacho que el propietario de una barraca gomera de la zona había comprado años atrás, y que ha vuelto para ver a su hijo y “sufrirá si se tiene que ir sin el muchacho”, según anotó en sus memorias de viaje. Reflexionando sobre el hecho, ese hombre y su vástago, Nordenskiöld sintetiza en 1914 el drama que atravesarían los indígenas de la Amazonía todo el siglo XX pero a la vez nos devela una clave que ilumina la necesidad imperiosa de proteger a los últimos pueblos indígenas aislados. Dice así:
Sospecho que algún día intentará llevarse al hijo que perdió antes de que su tribu hiciera la paz con los blancos. ¿Tengo que desear que lo consiga? ¿Tengo que desear que logre llevárselo a lo profundo de la selva, que se rompan por su causa los contactos pacíficos con los blancos?
En las barracas gomeras será un peón más, tendrá que trabajar toda su vida para otros a cambio de un sueldo minúsculo y para tener comida y ropa. Aprenderá a emborracharse.
En la selva a veces hay hambre y a veces abundancia. Nunca se sentirá a salvo de los blancos y quizás tampoco de otros indios. Tal vez tenga que vivir como un animal acosado, pero será dueño de sí mismo.
En las barracas se convertirá en uno de los llamados cristianos, en la selva vivirá en constante miedo de los espíritus del bosque.
Como vemos, la cuestión es difícil de contestar. Si yo fuera el chama, me llevaría al niño. (11)
Desarrollo y genocidio
Cien años después de iniciada la tragedia del caucho, la tragedia revivió, pero esta vez vinculada a la expansión de la frontera agrícola, a la construcción de caminos y a la extracción de petróleo. En la década del 70 del siglo XX, durante el auge del militarismo, Santa Cruz comenzó a experimentar el impulso desarrollista que la convertiría, con los años, en el emporio agroindustrial de la Bolivia de hoy.
Como había sucedido cien años atrás, los indios volvieron a ser considerados como un escollo para tal objetivo y el genocidio prosiguió, en una etapa decisiva, que termina de configurar la situación de abandono, menosprecio y vulneración sistemática de todos los derechos humanos que sufrían los indígenas de las tierras bajas del país y que estalla como un clamor al Estado y el resto de los bolivianos y se comienza a hacer visible con la histórica Marcha por el Territorio y la Dignidad del año 1990.
Los testimonios de la época podemos encontrarlos en los periódicos. El 20 de mayo de 1971 una noticia aparecida en el desaparecido matutino católico Presencia, sintetiza de forma desgarradora, a pesar de su visión etnocéntrica, la situación que vivían los pueblos indígenas del Norte Cruceño que estaban siendo acorralados por el avance de la sociedad hegemónica. El artículo (titulado “Selvícolas, abandonados a su suerte, deambulan las selvas de Santa Cruz”) informaba que:
Marginados de todo contacto con la civilización, agobiados por el hambre, las enfermedades y una tremenda miseria, alrededor de cinco mil selvícolas deambulan por las selvas del Norte y el Noreste de Santa Cruz, revelaron misioneros evangélicos. [En declaraciones a la prensa en la ciudad de Montero] (…)
Los religiosos estiman que en los últimos años la mortandad de la población infantil de los aborígenes se ha multiplicado. Manifestaron su preocupación por la suerte de esa gente que “huye” de los colonizadores, que avanzan cada vez con más profundidad en sus territorios.
La situación era desesperante para los indígenas. Por un lado, estaban los colonos. Del otro, los propios misioneros que pretendían protegerlos de los primeros. Sin embargo, como el propio artículo reconoce:
Se dice que tribus de “Sirionós”, “Ayoreos”, “Yuras” [Yuracarés] y otras rechazan contacto con la civilización, posiblemente por experiencias anteriores.
La misma publicación informa acerca de algunas de esas experiencias traumáticas que no son otras que la continuidad imparable del genocidio:
Hace poco más de un año, la prensa local denunció un caso de genocidio con selvícolas en la provincia Ñuflo de Chávez.
Viajeros de esa región denunciaron que habían encontrado siete cadáveres acribillados a bala. Las autoridades prometieron investigar, inclusive la VIII División [del Ejército boliviano] anunció que enviaría al lugar una comisión. Todo quedó, hasta hoy, en la nada.
¿Cuántas víctimas jamás denunciadas, ni siquiera conocidas y que tal vez nunca conoceremos, al igual que estos siete indígenas acribillados en 1970 según la denuncia periodística?, habrán cobrado las llamadas políticas de desarrollo especialmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XX? Es un interrogante que, al menos, para comenzar a despejarse requeriría de una investigación lo más exhaustiva posible en las distintas hemerotecas del país. (12) Estamos convencidos que es preciso no sólo recuperar sino valorar esta parte de la memoria histórica de los pueblos indígenas de las tierras bajas que aparece cubierta por un velo inexplicable de silencio, incluso entre los propios investigadores, ya que en esos años se termina de delimitar el trágico escenario donde se conjugan genocidio y etnocidio, con consecuencias irreversibles para muchos pueblos indígenas.
Pueblos Aislados y descolonización
A pesar de lo expuesto, desde el siglo XV hasta el siglo XXI, los forzados procesos de asimilación y/o aniquilación, no pudieron anular o exterminar a todos los pueblos indígenas de las selvas sudamericanas. Lo intentaron, sí, pero no lo lograron. Al contrario, desde algunas décadas atrás, en todo el continente, se revitalizó un vigoroso movimiento indígena en defensa de sus derechos.
Esa visibilización general de la resistencia indígena frente al colonialismo externo e interno fue producto de una profunda reafirmación ideológica encabezada por los líderes indígenas. A la vez, existe una toma de conciencia creciente por algunos grupos y personas miembros de la sociedad hegemónica que, en solidaridad y trabajo mancomunado con los movimientos indígenas, están dispuestos, ante todo, a denunciar y buscar parar el genocidio sin fin que acosa a los pueblos originarios.
En este nuevo contexto de reafirmación identitaria y de compromiso militante ?que incluye la revisión de la historia “oficial” que se postula en este texto? es que hay que entender la problemática de los llamados Pueblos Indígenas Aislados y afirmar los pasos que se han estado dando en Bolivia en los últimos años para defender sus derechos, pasos que desde ya se enmarcan en ese tan necesario y urgente proceso de descolonización que se reclama tanto para el Estado como para la sociedad. (13)
En esa dirección, son demasiado útiles las palabras que anotó el destacado antropólogo Bartomeu Melià que transcribo para concluir este trabajo y cerrar estos apuntes con una señal de necesaria esperanza:
Pensar la cuestión indígena exige de todos nosotros una reconversión de categorías y tomar distancia de nosotros mismos. No se trata sólo de devolver tierras sino de respetar territorios donde otros modos de vida y de organización social y política sean posibles. Lo que parecen utopías son espacios reales donde la calidad de vida es un hecho cuando se han respetado las condiciones necesarias. Los pueblos indígenas son memoria de futuro, no harapos de un pasado sobrante del que uno puede deshacerse alegremente. Sobre todo en ecología y medio ambiente, las grandes áreas y territorios indígenas se manifiestan como reservas de gran valor para el futuro del país. Si no hubiera indígenas, habría que inventarlos. (14)
La Paz, abril de 2009
Notas
(1) Pando, José Manuel: Viaje a la Región de la Goma Elástica (N.O. de Bolivia), 2ª. Ed. Cochabamba, Imprenta El Comercio, 1897, p. 53-54
(2) Pando, 1897, p. 37
(3) La frase se atribuye al general del ejército de los Estados Unidos de Norteamérica Philip Sheridan y data de 1875, durante las guerras de exterminio llevadas a cabo contra los pueblos originarios de América del Norte. También la repetía John Wayne en sus películas donde se glorificó el genocidio.
(4) Pando, 1897, p. 95, 107-108. Años después de escribir estos textos, el paladín del liberalismo boliviano, el General José Manuel Pando, asumió la presidencia de la República de Bolivia.
(5) En este caso, la “cacería” de indios estaba motivada, según la fuente, por la muerte de un joven industrial llamado Napoleón Estívarez y dos mozos, “víctimas de la alevosía feroz de los Araunas”. La Gaceta del Norte, 1889, N° 19. Tomado de Gamarra Téllez, María del Pilar: Orígenes históricos de la goma elástica en Bolivia. La colonización de la Amazonía y el primer auge gomero, 1870-1910. En: Historia, N° 20, La Paz, 1990, p. 53.
(6) Fifer, Valerie: Los constructores de imperios. Historia del auge de la goma en Bolivia y la formación de la Casa Suárez. [1970] En: Historia y Cultura, N° 18, Don Bosco, La Paz, 1990.
(7) Torres López, Ciro: Las maravillosas tierras del Acre (en la floresta amazónica de Bolivia). Don Bosco, La Paz, 1930, p. 257
(8) Ver Gamarra Téllez, María del Pilar: Amazonía Norte de Bolivia. Economía gomera (1870-1940) Bases económicas de un poder regional. La Casa Suárez. CIMA, La Paz, 2007.
(9) Sobre el concepto de vulnerabilidad indígena, ver Díez Astete, Álvaro: Interculturalidad y pueblos indígenas amazónicos. En: Memoria del Primer Foro Amazónico. Identidad y desarrollo microregional. Guayaramerín, 18 y 19 de junio de 2007. Ministerio de la Presidencia de la República de Bolivia, La Paz, 2007
(10) Nordenskiöld, Erland: Exploraciones y aventuras en Sudamérica. [1924] APCOB, La Paz, 2001, p. 341-344
(11) Nordenskiöld, 2001, p. 419-420
(12) El antropólogo Fidel Gabriel Castillo publicó un pequeño pero muy valioso archivo de artículos periodísticos, recopilados entre 1971 y 1989. De ahí, se extrajo la noticia aparecida en Presencia. El resto del material puede consultarse en Castillo, Fidel Gabriel: La Amazonía boliviana indígena. Estudio etnohistórico de la economía, la sociedad y la civilización de los pueblos de las selvas bolivianas. CIMA, La Paz, 2004.
(13) Sobre la problemática de los Pueblos Indígenas Aislados en Bolivia, ver: Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario y Contacto Inicial en la Amazonía y el Gran Chaco. Actas del Seminario Regional de Santa Cruz de la Sierra. 20-22 de noviembre de 2006. IWGIA, Copenhagen, 2007. Ver también: Cingolani, Pablo; Díez Astete, Álvaro y Brackelaire, Vincent: Toromonas. La lucha por la defensa de los Pueblos Indígenas Aislados en Bolivia. FOBOMADE-Rainforest Foundation Norway, La Paz, 2008.
(14) Melià, Bartomeu: Prólogo. Totobiegosode. Prehistoria y colonia en el siglo XXI. En Regehr, Verena: El grupo Areguede-urasade en Chaidi, Alto Paraguay- Chaco (2004). GAT, Asunción, 2008, p. 14
La selva produce todo lo que es necesario a la vida del hombre; madera y leña, resinas y gomas; frutos y aceites; puede vestirlos y alimentarlos, dándole hilo para sus redes, arcos para la caza, canoas y remos para cruzar los ríos; de los brazos torcidos de los grandes árboles cuelgan las orquídeas; las lianas, entrelazándose sobre los troncos, forman un tapiz vivo en cuyo centro se aloja el animal; los contornos de las hojas son de gran variedad, singulares y hasta extravagantes los parásitos vegetales, los musgos y los líquenes, deslumbrantes las flores que se descubren por el medio del ramaje de un verde cambiante y siempre vivo, cuyos tonos se combinan o matizan a la luz de una atmósfera siempre saturada de leves vapores. El horizonte observado desde una altura cortada por el río, se prolonga hasta lo infinito, perdiéndose en el azul ceniciento del cielo, y en el corazón del bosque reina una mezcla singular de silencio y de rumores, que tiene algo de misteriosa solemnidad. (1)
Esta intensa sensibilidad por un medio natural deslumbrante, contrasta, de manera dramática, con las afirmaciones del mismo autor sobre los obstáculos para la implantación del capitalismo de la región:
La presencia de numerosas tribus de salvajes en la parte alta del [río] Madre de Dios, es el único inconveniente que podría oponerse al desenvolvimiento de esta magna empresa (…) (2)
Se refería al auge de la extracción del caucho que estaba buscando su apogeo en las últimas décadas del siglo XIX. Bolivia fue parte de ese proceso económico de saqueo de recursos naturales que vinculó de manera forzada a la selva con el mercado mundial capitalista. Primero los exploradores y luego los llamados “industriales de la goma” habían invadido territorios indígenas ancestrales. Para resolver la contradicción planteada, el autor esbozó un plan y su justificación ideológica:
No es tarea fácil atacar [a los salvajes] en sus caseríos y perseguirlos en el bosque. Sólo con el auxilio de buenos perros, la pericia de hombres habituados al monte y la conveniente disposición de las marchas, se puede sorprenderlos y dominarlos. Mas, ¿cuánto tiempo, cuántas campañas serían suficientes? Mejor es defender los territorios aprovechados por la industria edificando fortines, organizando guarniciones militares y haciendo frecuentes batidas; las pestes y el agotamiento de la caza van a dar fin, antes de mucho tiempo con los salvajes que no se prestan a la reducción dejando libre el campo para el desarrollo de las industrias que con ventaja pueden establecerse en aquellos lugares (…)
Por otra parte, desde que es conocida la adaptación de la raza blanca al suelo americano, está planteado el problema por el cual la naturaleza, obligando al hombre a la selección, condena a las razas inferiores a desaparecer del campo que fecunda el trabajo (…) Contra las filantrópicas opiniones de Las Casas, manifiestan los hechos la incapacidad del indio para el motu propio [sic] que por el camino de una esclavización necesaria, lo lleva a una extinción fatal. Contra la perspicacia que se atribuye al indio como prueba de la agudeza de sus facultades, la perspicacia de la vista, el alcance del oído, etc., son cualidades desarrolladas por la vida de cazadores, y comunes a todas las especies de carnívoros (…) la naturaleza y la civilización condenan fatalmente a la extinción a los seres que están próximos a las bestias cuando con la ferocidad de bestias pretenden oponerse al progreso humano (…)
Para librar de todo el peligro la región comprendida entre el Acre y el Bajo Beni, no hay otro medio que librarla de salvajes alejando a éstos a la margen izquierda de dichos ríos. Allí las causas constantes que actúan en la naturaleza como auxiliares de la civilización, los reducirán a la impotencia para el mal. Sin participar del todo de la opinión de aquel general americano “el único indio bueno es el indio muerto”, (3) pensamos que en los tiempos que corren y rotas como están las hostilidades entre ambas razas, es ilusorio pensar en la reducción”. (4)
El mito racista y positivista del indio como estorbo del progreso justificó la necesidad del genocidio ocurrido en la Amazonía como la plataforma sobre la cual se cimentó la economía cauchera; el proceso no ha sido estudiado como se merece, siendo evidente la carencia de fuentes, ante todo porque no hubo interés en dejar pruebas de tan siniestra y poco gloriosa tarea.
Sin embargo, entre las pocos testimonios disponibles, es posible seguir rastreando el ímpetu criminal por someter a los indios a como diera lugar, aunque a veces afloren sentimientos de culpa como en este editorial impreso en La Gaceta del Norte, el periódico fundado por Antonio Vaca Diez en el barracón Orton el año 1887:
Si es verdad triste que los salvajes han recibido ofensas anteriores hasta ver a sus hijos arrebatados por los cristianos, también es un hecho que el último escándalo se producirá con frecuencia sino se piensa en poner un reparo a la ferocidad de los salvajes… (…)
El salvaje es una fiera que cuando se enoja acomete sin distinción y a la fiera hay que darle caza… lo propio acontece en el río Madera con las tribus de Parintintines y Caripunas, todos los años suceden ataques, obligando a los industriales a perseguirlos y abatirlos heroicamente. (5) (El destacado es nuestro)
Nicolás Suárez, el más renombrado de todos los industriales locales de la goma, a quien la historiadora británica Valerie Fifer no dudó en considerar un “constructor de imperios”, (6) aportó su cuota de sangre en el aniquilamiento de los referidos Caripunas, una etnia que hasta hoy resiste la extinción física habitando en el actual estado brasileño de Rondônia. Un escritor argentino llamado Ciro Torres López entrevistó al ya anciano Suárez en Cachuela Esperanza, donde asentó su emporio económico, gracias al control de los grandes ríos por donde se exportaba el látex proveniente de toda la Amazonía boliviana. El exterminio de los Caripunas se vinculó con el hecho de asegurar ese sector estratégico y nudo de comunicaciones para el comercio internacional:
También estuvo usted en el Madera, en una expedición contra los salvajes, ¿verdad?
Sí, fue a raíz de la muerte de mi hermano Gregorio, asesinado por los caripunas. Organicé una expedición y limpiamos de bárbaros esa comarca, dejándola libre a la navegación. (7)
No es “historia negra”. En todo caso, es una historia dolorosa y triste. Es evidente que la invasión de los caucheros produjo genocidio lo cual, a la vez, termina de configurar la matriz histórica ?cuya génesis hay que ubicarla en la invasión militar de la selva por parte de los europeos en el siglo XVI?, de la cual surgen los que hoy conocemos como Pueblos Indígenas Aislados, Voluntariamente Aislados o No Contactados. Son los pueblos o segmentos de pueblos que lograron escapar de la hecatombe étnica y también de las severas condiciones de trabajo que les fueron impuestas por los empresarios. (8) Otros sobrevivientes de esta tragedia humana son los pueblos indígenas que hoy consideramos en “situación de extrema vulnerabilidad”. (9)
Reflexionando en el marco del cada vez más necesario proceso de descolonización que el Estado pero sobre todo la sociedad nacional debe asumir y profundizar, es preciso proponerse seguir indagando en uno de los momentos más oscuros y terribles de la historia boliviana contemporánea y cuyas graves consecuencias deberíamos tener presente siempre reflejada en la injusta situación que viven en la actualidad los pueblos indígenas en extrema vulnerabilidad.
La tarea no es sencilla, ante todo, porque se trata de desmitificar una etapa considerada como forjadora de la nacionalidad, y que tiene por protagonistas a hombres que siguen siendo respetados como héroes, y cuyos nombres se perpetúan en calles, plazas, ríos, pueblos y provincias y se honran en monumentos, libros y actos escolares.
El naturalista sueco Erland Nordenskiöld asistió al derrumbe de la época de auge del caucho en la Amazonía boliviana. Su mirada de humanista sincero aporta otra visión, igual de descarnada, de la locura por la avidez de riqueza vivida esos años que enlutaron a la selva:
Cuando cayó el precio de la goma, ya no era tan fácil importar champán, paté de foie-gras, gramófonos, joyas y cosas por el estilo. Las mujeres de vida alegre francesas viajaron hacia mejores mercados; había que conformarse con beber aguardiente y flirtear con las indias (…)
Como corren malos tiempos en los bosques de goma, nadie más migra a ellos. El reclutamiento engañoso de los indios ha cesado casi por completo pues ya no es rentable. Esta es una de las mejores caras de la crisis del caucho (…)
Se abandonarán los ríos más alejados que serán progresivamente habitados de nuevo por indios libres. La raza blanca perderá durante algún tiempo parte de lo que ha conquistado con tanta rapidez. (10)
Un día, Nordenskiöld encuentra a un grupo de Ese Ejas (él los llama chamas) que llevan “una auténtica vida indígena”, acampado en las arenas de las playas del río Madidi, cerca a la misión de Cavinas. Allí conocen al padre de un muchacho que el propietario de una barraca gomera de la zona había comprado años atrás, y que ha vuelto para ver a su hijo y “sufrirá si se tiene que ir sin el muchacho”, según anotó en sus memorias de viaje. Reflexionando sobre el hecho, ese hombre y su vástago, Nordenskiöld sintetiza en 1914 el drama que atravesarían los indígenas de la Amazonía todo el siglo XX pero a la vez nos devela una clave que ilumina la necesidad imperiosa de proteger a los últimos pueblos indígenas aislados. Dice así:
Sospecho que algún día intentará llevarse al hijo que perdió antes de que su tribu hiciera la paz con los blancos. ¿Tengo que desear que lo consiga? ¿Tengo que desear que logre llevárselo a lo profundo de la selva, que se rompan por su causa los contactos pacíficos con los blancos?
En las barracas gomeras será un peón más, tendrá que trabajar toda su vida para otros a cambio de un sueldo minúsculo y para tener comida y ropa. Aprenderá a emborracharse.
En la selva a veces hay hambre y a veces abundancia. Nunca se sentirá a salvo de los blancos y quizás tampoco de otros indios. Tal vez tenga que vivir como un animal acosado, pero será dueño de sí mismo.
En las barracas se convertirá en uno de los llamados cristianos, en la selva vivirá en constante miedo de los espíritus del bosque.
Como vemos, la cuestión es difícil de contestar. Si yo fuera el chama, me llevaría al niño. (11)
Desarrollo y genocidio
Cien años después de iniciada la tragedia del caucho, la tragedia revivió, pero esta vez vinculada a la expansión de la frontera agrícola, a la construcción de caminos y a la extracción de petróleo. En la década del 70 del siglo XX, durante el auge del militarismo, Santa Cruz comenzó a experimentar el impulso desarrollista que la convertiría, con los años, en el emporio agroindustrial de la Bolivia de hoy.
Como había sucedido cien años atrás, los indios volvieron a ser considerados como un escollo para tal objetivo y el genocidio prosiguió, en una etapa decisiva, que termina de configurar la situación de abandono, menosprecio y vulneración sistemática de todos los derechos humanos que sufrían los indígenas de las tierras bajas del país y que estalla como un clamor al Estado y el resto de los bolivianos y se comienza a hacer visible con la histórica Marcha por el Territorio y la Dignidad del año 1990.
Los testimonios de la época podemos encontrarlos en los periódicos. El 20 de mayo de 1971 una noticia aparecida en el desaparecido matutino católico Presencia, sintetiza de forma desgarradora, a pesar de su visión etnocéntrica, la situación que vivían los pueblos indígenas del Norte Cruceño que estaban siendo acorralados por el avance de la sociedad hegemónica. El artículo (titulado “Selvícolas, abandonados a su suerte, deambulan las selvas de Santa Cruz”) informaba que:
Marginados de todo contacto con la civilización, agobiados por el hambre, las enfermedades y una tremenda miseria, alrededor de cinco mil selvícolas deambulan por las selvas del Norte y el Noreste de Santa Cruz, revelaron misioneros evangélicos. [En declaraciones a la prensa en la ciudad de Montero] (…)
Los religiosos estiman que en los últimos años la mortandad de la población infantil de los aborígenes se ha multiplicado. Manifestaron su preocupación por la suerte de esa gente que “huye” de los colonizadores, que avanzan cada vez con más profundidad en sus territorios.
La situación era desesperante para los indígenas. Por un lado, estaban los colonos. Del otro, los propios misioneros que pretendían protegerlos de los primeros. Sin embargo, como el propio artículo reconoce:
Se dice que tribus de “Sirionós”, “Ayoreos”, “Yuras” [Yuracarés] y otras rechazan contacto con la civilización, posiblemente por experiencias anteriores.
La misma publicación informa acerca de algunas de esas experiencias traumáticas que no son otras que la continuidad imparable del genocidio:
Hace poco más de un año, la prensa local denunció un caso de genocidio con selvícolas en la provincia Ñuflo de Chávez.
Viajeros de esa región denunciaron que habían encontrado siete cadáveres acribillados a bala. Las autoridades prometieron investigar, inclusive la VIII División [del Ejército boliviano] anunció que enviaría al lugar una comisión. Todo quedó, hasta hoy, en la nada.
¿Cuántas víctimas jamás denunciadas, ni siquiera conocidas y que tal vez nunca conoceremos, al igual que estos siete indígenas acribillados en 1970 según la denuncia periodística?, habrán cobrado las llamadas políticas de desarrollo especialmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XX? Es un interrogante que, al menos, para comenzar a despejarse requeriría de una investigación lo más exhaustiva posible en las distintas hemerotecas del país. (12) Estamos convencidos que es preciso no sólo recuperar sino valorar esta parte de la memoria histórica de los pueblos indígenas de las tierras bajas que aparece cubierta por un velo inexplicable de silencio, incluso entre los propios investigadores, ya que en esos años se termina de delimitar el trágico escenario donde se conjugan genocidio y etnocidio, con consecuencias irreversibles para muchos pueblos indígenas.
Pueblos Aislados y descolonización
A pesar de lo expuesto, desde el siglo XV hasta el siglo XXI, los forzados procesos de asimilación y/o aniquilación, no pudieron anular o exterminar a todos los pueblos indígenas de las selvas sudamericanas. Lo intentaron, sí, pero no lo lograron. Al contrario, desde algunas décadas atrás, en todo el continente, se revitalizó un vigoroso movimiento indígena en defensa de sus derechos.
Esa visibilización general de la resistencia indígena frente al colonialismo externo e interno fue producto de una profunda reafirmación ideológica encabezada por los líderes indígenas. A la vez, existe una toma de conciencia creciente por algunos grupos y personas miembros de la sociedad hegemónica que, en solidaridad y trabajo mancomunado con los movimientos indígenas, están dispuestos, ante todo, a denunciar y buscar parar el genocidio sin fin que acosa a los pueblos originarios.
En este nuevo contexto de reafirmación identitaria y de compromiso militante ?que incluye la revisión de la historia “oficial” que se postula en este texto? es que hay que entender la problemática de los llamados Pueblos Indígenas Aislados y afirmar los pasos que se han estado dando en Bolivia en los últimos años para defender sus derechos, pasos que desde ya se enmarcan en ese tan necesario y urgente proceso de descolonización que se reclama tanto para el Estado como para la sociedad. (13)
En esa dirección, son demasiado útiles las palabras que anotó el destacado antropólogo Bartomeu Melià que transcribo para concluir este trabajo y cerrar estos apuntes con una señal de necesaria esperanza:
Pensar la cuestión indígena exige de todos nosotros una reconversión de categorías y tomar distancia de nosotros mismos. No se trata sólo de devolver tierras sino de respetar territorios donde otros modos de vida y de organización social y política sean posibles. Lo que parecen utopías son espacios reales donde la calidad de vida es un hecho cuando se han respetado las condiciones necesarias. Los pueblos indígenas son memoria de futuro, no harapos de un pasado sobrante del que uno puede deshacerse alegremente. Sobre todo en ecología y medio ambiente, las grandes áreas y territorios indígenas se manifiestan como reservas de gran valor para el futuro del país. Si no hubiera indígenas, habría que inventarlos. (14)
La Paz, abril de 2009
Notas
(1) Pando, José Manuel: Viaje a la Región de la Goma Elástica (N.O. de Bolivia), 2ª. Ed. Cochabamba, Imprenta El Comercio, 1897, p. 53-54
(2) Pando, 1897, p. 37
(3) La frase se atribuye al general del ejército de los Estados Unidos de Norteamérica Philip Sheridan y data de 1875, durante las guerras de exterminio llevadas a cabo contra los pueblos originarios de América del Norte. También la repetía John Wayne en sus películas donde se glorificó el genocidio.
(4) Pando, 1897, p. 95, 107-108. Años después de escribir estos textos, el paladín del liberalismo boliviano, el General José Manuel Pando, asumió la presidencia de la República de Bolivia.
(5) En este caso, la “cacería” de indios estaba motivada, según la fuente, por la muerte de un joven industrial llamado Napoleón Estívarez y dos mozos, “víctimas de la alevosía feroz de los Araunas”. La Gaceta del Norte, 1889, N° 19. Tomado de Gamarra Téllez, María del Pilar: Orígenes históricos de la goma elástica en Bolivia. La colonización de la Amazonía y el primer auge gomero, 1870-1910. En: Historia, N° 20, La Paz, 1990, p. 53.
(6) Fifer, Valerie: Los constructores de imperios. Historia del auge de la goma en Bolivia y la formación de la Casa Suárez. [1970] En: Historia y Cultura, N° 18, Don Bosco, La Paz, 1990.
(7) Torres López, Ciro: Las maravillosas tierras del Acre (en la floresta amazónica de Bolivia). Don Bosco, La Paz, 1930, p. 257
(8) Ver Gamarra Téllez, María del Pilar: Amazonía Norte de Bolivia. Economía gomera (1870-1940) Bases económicas de un poder regional. La Casa Suárez. CIMA, La Paz, 2007.
(9) Sobre el concepto de vulnerabilidad indígena, ver Díez Astete, Álvaro: Interculturalidad y pueblos indígenas amazónicos. En: Memoria del Primer Foro Amazónico. Identidad y desarrollo microregional. Guayaramerín, 18 y 19 de junio de 2007. Ministerio de la Presidencia de la República de Bolivia, La Paz, 2007
(10) Nordenskiöld, Erland: Exploraciones y aventuras en Sudamérica. [1924] APCOB, La Paz, 2001, p. 341-344
(11) Nordenskiöld, 2001, p. 419-420
(12) El antropólogo Fidel Gabriel Castillo publicó un pequeño pero muy valioso archivo de artículos periodísticos, recopilados entre 1971 y 1989. De ahí, se extrajo la noticia aparecida en Presencia. El resto del material puede consultarse en Castillo, Fidel Gabriel: La Amazonía boliviana indígena. Estudio etnohistórico de la economía, la sociedad y la civilización de los pueblos de las selvas bolivianas. CIMA, La Paz, 2004.
(13) Sobre la problemática de los Pueblos Indígenas Aislados en Bolivia, ver: Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario y Contacto Inicial en la Amazonía y el Gran Chaco. Actas del Seminario Regional de Santa Cruz de la Sierra. 20-22 de noviembre de 2006. IWGIA, Copenhagen, 2007. Ver también: Cingolani, Pablo; Díez Astete, Álvaro y Brackelaire, Vincent: Toromonas. La lucha por la defensa de los Pueblos Indígenas Aislados en Bolivia. FOBOMADE-Rainforest Foundation Norway, La Paz, 2008.
(14) Melià, Bartomeu: Prólogo. Totobiegosode. Prehistoria y colonia en el siglo XXI. En Regehr, Verena: El grupo Areguede-urasade en Chaidi, Alto Paraguay- Chaco (2004). GAT, Asunción, 2008, p. 14