Wednesday, April 30, 2008

SALUDA.-

Han sido dadas por usted todas las facilidades para que mi obra, y en particular mi nuevo libro titulado: «LA VERDADERA HISTORIA DE LA ORDEN DEL TEMPLO DE JERUSALÉN, a la luz de la documentación histórica», sea divulgada en su página Web.
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Mal cristiano sería yo —tal como solía decir fray Carlos Catalán, fundador del convento de Nuestra Señora de los Buenos Aires, de cuyo nombre la Orden que usted preside tomó el nombre—, si no me dirigiese hoy a usted para darle mis más expresivas gracias por tan generoso favor, que sólo puede provenir de un noble corazón y de un espíritu innegablemente caballeresco.
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Los fundadores de vuestra Orden, Señor, al decidir comenzar a servir bajo la advocación de Nuestra Señora, lo hicieron sabiendo que la TERCERA (el 3 es símbolo de la Santísima Trinidad) palabra que profirió Nuestro Redentor desde la cruz fue algo más que la institución de una orden que se dedicase en el futuro a mirarse el ombligo. En la persona de san Juan confió a MARÍA todo el género humano. De esta forma María fue proclamada madre de todo el género humano y, por lo tanto, todos debemos de considerarnos hermanos. El hecho de que los miembros de su Orden y su Orden misma se dediquen a ayudar a los desposeídos del Mundo y a mitigar necesidades, proviene precisamente del encargo que el Espíritu Santo dejó en sus corazones. Y así lo podemos ver reflejado en el Nuevo Testamento, en palabras de san Pablo, cuando les dice a los Gálatas: «Fructus autem Spiritus est caritas gaudium pax longanimitas bonitas benignitas…», es decir: «Pero el fruto de vuestro Espíritu ha de provenir del amor, del gozo, de la paz, de la paciencia, de la benignidad, de la bondad, de la fe…» Gál. 5.22.
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Aprovecho para saludar a todos los Caballeros y Damas de la Orden Bonaria.
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Antonio Galera Gracia.-