Idioma original: español
Fecha de publicación: 2011
Valoración: Se deja leer
Definitivamente, tengo un problema con los jóvenes escritores en lengua castellana y sus maneras literarias. Y por esto, para no aburrir a los lectores de ULAD con reseñas dedicadas a despotricar sobre novelas escritas por jóvenes escritores en lengua castellana, me he impuesto a mí mismo una suerte de dieta literaria: durante una temporada sólo voy a leer "clásicos", y con esto me refiero a libros que tengan, al menos, cuarenta años de vida y una osamenta estándar (a saber: introducción, nudo y desenlace bien definidos y conformados), que estén tejidos con un lenguaje cuidado pero no pedante, que no adolezcan de omisiones que empobrezcan la asimilación de la historia, y que presenten un plantel de personajes bien definidos, armados y coherentes. No sé si me explico...
Y bueno, después de esta mini-chapa que algunos acusarán de reaccionaria, vamos con el libro de hoy, obra de la joven (1983) mexicana Valeria Luiselli.
A ver, la novela de Luiselli no está mal escrita, todo lo contrario. La chica tiene un estilo que denota que se trata de una gran lectora y una persona muy sensible que presta atención a detalles que el común de los mortales pasará por alto, y que adora perderse en fantasías e hipotéticos sobre lo que pudo ser y no fue y elucubrar sobre los límites dentro de los cuales un escritor puede experimentar con elementos básicos de la novela (tiempo, narrador, realidad/fantasía) sin perderse por el camino. Pero lo siento, su libro no me ha gustado en absoluto y me ha costado leerlo pese a que sea una novela corta.
De todos modos, casi todas las críticas que he leído sobre esta novela son muy positivas, por eso creo que el problema es mío...
¿La trama? Pues la novela está compuesta por dos voces. Una, la de una joven editora mexicana, casada y con dos hijos, que cuenta sus años de trabajo en Nueva York cuando (ya empieza la locurilla) ve al fantasma del poeta Gilberto Owen en el metro. La otra, la del propio Owen, ya moribundo, recordando su vida en la Gran Manzana (finales de los años 20, en el barrio de Harlem) cuando tenía como compañeros de fatigas a figuras como Lorca o Louis Zukofski.
Y eso, que las dos voces se van superponiendo y complementando y sabemos cosas de la editora mexicana (en su pasado reciente tuvo una gran vida sexual, amigos raritos, mucha bohemia) y de Owen, pero no, bueno, no sé, no... Creo que la cosa no funciona. En primer lugar, porque no me creo ni a la editora ni a Owen; en segundo lugar, porque los personajes secundarios aparecen y desaparecen sin cobrar forma jamás (sabemos que son calvos o que se llaman Dakota y se parecen a Edith Piaf, pero ¿qué? ¿Qué se les pasa por la cabeza? ¿Qué pasado, afciciones, familia tienen...?); y en tercer lugar, la trama, una trama narrada a base de párrafos en los que las dos voces se van pasando la pelota, está llevada de tal forma que marea y aburre... Bueno, más bien, me marea y me aburre a mí.
Y como yo soy el que escribe esta reseña, no me queda más remedio que confesarlo: no me ha gustado este libro que tanto ha gustado a tanta gente importante (incrédulos, consulten Internet).
Fecha de publicación: 2011
Valoración: Se deja leer
Definitivamente, tengo un problema con los jóvenes escritores en lengua castellana y sus maneras literarias. Y por esto, para no aburrir a los lectores de ULAD con reseñas dedicadas a despotricar sobre novelas escritas por jóvenes escritores en lengua castellana, me he impuesto a mí mismo una suerte de dieta literaria: durante una temporada sólo voy a leer "clásicos", y con esto me refiero a libros que tengan, al menos, cuarenta años de vida y una osamenta estándar (a saber: introducción, nudo y desenlace bien definidos y conformados), que estén tejidos con un lenguaje cuidado pero no pedante, que no adolezcan de omisiones que empobrezcan la asimilación de la historia, y que presenten un plantel de personajes bien definidos, armados y coherentes. No sé si me explico...
Y bueno, después de esta mini-chapa que algunos acusarán de reaccionaria, vamos con el libro de hoy, obra de la joven (1983) mexicana Valeria Luiselli.
A ver, la novela de Luiselli no está mal escrita, todo lo contrario. La chica tiene un estilo que denota que se trata de una gran lectora y una persona muy sensible que presta atención a detalles que el común de los mortales pasará por alto, y que adora perderse en fantasías e hipotéticos sobre lo que pudo ser y no fue y elucubrar sobre los límites dentro de los cuales un escritor puede experimentar con elementos básicos de la novela (tiempo, narrador, realidad/fantasía) sin perderse por el camino. Pero lo siento, su libro no me ha gustado en absoluto y me ha costado leerlo pese a que sea una novela corta.
De todos modos, casi todas las críticas que he leído sobre esta novela son muy positivas, por eso creo que el problema es mío...
¿La trama? Pues la novela está compuesta por dos voces. Una, la de una joven editora mexicana, casada y con dos hijos, que cuenta sus años de trabajo en Nueva York cuando (ya empieza la locurilla) ve al fantasma del poeta Gilberto Owen en el metro. La otra, la del propio Owen, ya moribundo, recordando su vida en la Gran Manzana (finales de los años 20, en el barrio de Harlem) cuando tenía como compañeros de fatigas a figuras como Lorca o Louis Zukofski.
Y eso, que las dos voces se van superponiendo y complementando y sabemos cosas de la editora mexicana (en su pasado reciente tuvo una gran vida sexual, amigos raritos, mucha bohemia) y de Owen, pero no, bueno, no sé, no... Creo que la cosa no funciona. En primer lugar, porque no me creo ni a la editora ni a Owen; en segundo lugar, porque los personajes secundarios aparecen y desaparecen sin cobrar forma jamás (sabemos que son calvos o que se llaman Dakota y se parecen a Edith Piaf, pero ¿qué? ¿Qué se les pasa por la cabeza? ¿Qué pasado, afciciones, familia tienen...?); y en tercer lugar, la trama, una trama narrada a base de párrafos en los que las dos voces se van pasando la pelota, está llevada de tal forma que marea y aburre... Bueno, más bien, me marea y me aburre a mí.
Y como yo soy el que escribe esta reseña, no me queda más remedio que confesarlo: no me ha gustado este libro que tanto ha gustado a tanta gente importante (incrédulos, consulten Internet).