Idioma original: español
Año de publicación: La ofensa
Valoración: Recomendable
Menéndez Salmón se ha convertido en los últimos años en uno de los escritores jóvenes de moda, al menos entre la crítica especializada: sus obras han ganado premios de todo tipo, y varias de sus novelas han sido elegidas entre las mejores publicadas en lengua española en sus respectivos años. Aquí en ULAD ya reseñé El corrector (que, como dije entonces, no me emocionó demasiado), pero como ya entonces vi que la crítica no la consideraba la mejor obra de su autor, me prometí leer alguna más. Y la siguiente que ha caído, y no será la última, es La ofensa.
Y bueno, me ha gustado mucho más que El corrector. Esta sí que es una buena novela, e incluso diría que una gran novela. Comienza con un tono lírico y pausado, como de obra intimista con cierto aire a Seda, de Baricco (de quien, aunque puedo equivocarme, diría que Menéndez Salmón ha aprendido mucho). Pero luego el contexto histórico en que se sitúa (la Segunda Guerra Mundial, vista desde el lado alemán) la transforma necesariamente en otra cosa: una novela simbólica o, como se dice en el propio texto, una Metáfora de la relación del hombre (y Europa en su conjunto) con el horror.
La historia se centra en Kurt, un humilde y sensible sastre alemán que se ve recultado por el ejército nazi y llevado al frente de guerra a bordo de un sidecar. Allí, ya en la Francia ocupada, presencia una matanza cruel y sanguinaria, y como consecuencia pierde la sensibilidad. La novela tiene de todo: amor, guerra, muerte, algún elemento casi-fantástico, reflexiones del narrador sobre la culpa, la conciencia, la historia y un estilo conciso y ajustado que sirve perfectamente a la narración.
El único motivo por el que no le he puesto a La ofensa un "Muy recomendable" es que en la última parte se nota un cierto decaimiento en la tensión narrativa, en el pulso de la historia: decrece el ritmo, abundan más las reflexiones del narrador, se olvidan líneas argumentales prometedoras y todo se subordina a una última escena, eso sí, de una poderosísima carga simbólica. El sastre Kurt se transforma, mediante ese último gesto (suyo y del comandante nazi) en una personificación de esa Europa, insensibilizada por el horror (¿o acaso ya era abúlica antes?) y consumida por una ofensa irreparable e inolvidable.
Año de publicación: La ofensa
Valoración: Recomendable
Menéndez Salmón se ha convertido en los últimos años en uno de los escritores jóvenes de moda, al menos entre la crítica especializada: sus obras han ganado premios de todo tipo, y varias de sus novelas han sido elegidas entre las mejores publicadas en lengua española en sus respectivos años. Aquí en ULAD ya reseñé El corrector (que, como dije entonces, no me emocionó demasiado), pero como ya entonces vi que la crítica no la consideraba la mejor obra de su autor, me prometí leer alguna más. Y la siguiente que ha caído, y no será la última, es La ofensa.
Y bueno, me ha gustado mucho más que El corrector. Esta sí que es una buena novela, e incluso diría que una gran novela. Comienza con un tono lírico y pausado, como de obra intimista con cierto aire a Seda, de Baricco (de quien, aunque puedo equivocarme, diría que Menéndez Salmón ha aprendido mucho). Pero luego el contexto histórico en que se sitúa (la Segunda Guerra Mundial, vista desde el lado alemán) la transforma necesariamente en otra cosa: una novela simbólica o, como se dice en el propio texto, una Metáfora de la relación del hombre (y Europa en su conjunto) con el horror.
La historia se centra en Kurt, un humilde y sensible sastre alemán que se ve recultado por el ejército nazi y llevado al frente de guerra a bordo de un sidecar. Allí, ya en la Francia ocupada, presencia una matanza cruel y sanguinaria, y como consecuencia pierde la sensibilidad. La novela tiene de todo: amor, guerra, muerte, algún elemento casi-fantástico, reflexiones del narrador sobre la culpa, la conciencia, la historia y un estilo conciso y ajustado que sirve perfectamente a la narración.
El único motivo por el que no le he puesto a La ofensa un "Muy recomendable" es que en la última parte se nota un cierto decaimiento en la tensión narrativa, en el pulso de la historia: decrece el ritmo, abundan más las reflexiones del narrador, se olvidan líneas argumentales prometedoras y todo se subordina a una última escena, eso sí, de una poderosísima carga simbólica. El sastre Kurt se transforma, mediante ese último gesto (suyo y del comandante nazi) en una personificación de esa Europa, insensibilizada por el horror (¿o acaso ya era abúlica antes?) y consumida por una ofensa irreparable e inolvidable.