Por Gaston Pardo
El objetivo de esta asignatura, difundida como bien académico en Francia y China tiene el fin de formar a futuros analistas y observadores de los escenarios geopolíticos, para servir en instituciones de investigación social, en los centros de reflexión política (think tanks) o en las unidades de política internacional. Se trata de formar en esos países a personal idóneo para asesorar con información y análisis oportunos a los órganos sensibles del estado encargados de la seguridad del país.
Desde el 2005 las mafias y los grupos criminales han resistido muy bien el ataque de los estados nacionales. La crónica mediática de detenciones de cabecillas de bandas hacen pensar que los gobiernos van bien en su labor de defensa de la integridad de los ciudadanos. Pero la verdad es que los grupos criminales son los que mejor capacidad de adaptación han demostrado en la modernidad y que, en cambio, las fuerzas de seguridad pública se tambalean porque nadie se fía de ellas, ni sus jefes ni el público. La sospecha de haber sido contaminados marca su relación con ciudadanos temerosos.
Un ejemplo de la firmeza de las mafias y los grupos criminales lo da la mafia italo estadounidense, que desde hace un siglo y después de ser sometida a numerosos procesos penales en varias partes de Estados Unidos, no sólo ha salido intocada de las dificultades, sino que se ha introducido, desde 1980 hasta la fecha, aparte de los negocios de siempre, en el secuestro y tráfico de mujeres y niños.
Europa y los países del sur del planeta, donde se reproducen las zonas grises a que nos referimos en el capítulo siguiente, permanecen con su ceguera que parece incurable. El Instituto de Estudios de la Unión europea, que es la agencia encargada de la reflexión estratégica al servicio de la política exterior y de seguridad común de los países de la UE, propone una política de combate a los delincuentes sin mencionar al crimen organizado.
Sin embargo, en el Instituto de Criminología de la Sorbonne VIII que inspira el pensador Xavier Raufer se han propuesto a la opinión pública dos vías posibles de abordaje del tema del “gran crimen”:
1. Es la toma de conciencia intelectual y política de la realidad y la gravedad del problema lo más pronto posible. Aceptar como punto de partida que las entidades criminales siempre han estado un paso delante de la actividad investigativa y represiva del estado es indispensable para mejorar los dispositivos de ataque. Estados Unidos ha tomado un siglo para reconocer la presencia de la mafia en su territorio. Desde que Edgar Hoover, fundador del FBI, dijo que la mafia no existía en su país apenas se avanzó un poco para que el público comenzara a apoyar acciones antimafia.
Esto obliga a reconocer que la naturaleza clandestina del crimen obliga a actuar con retraso
A medida que la percepción se retrasa, las raíces que logre ocultar el grupo criminal será más difícil de conocer.
2. La segunda vía concierne a la implicación de los servicios de información y seguridad. La materia criminal, del fuero común, ha sido por lo general el monopolio de los servicios policiales puramente represivos, es decir, de administraciones que funcionan sobre todo de manera reactiva, a posteriori.
En México esta parte operativa, la que tiene en sus manos el monopolio del asunto exclusivamente para reprimir, sale mal librado del estudio de una ONG estadounidense que ha dicho que de cara a 35 mil homicidios perpetrados en México en condiciones violentas hasta 2009, sólo hubo cien procesos penales y 29 sentencias.
La cuestión que merece respuesta capital es si el estado nacional es capaz de desenraizar al crimen organizado o de decapitarlo, o ninguna de ambas medidas y si éste fuera el caso, ¿qué sería entonces lo más conveniente? ¿Negociar con los grupos criminales?
Primero habría que saber a ciencia cierta si a esos grupos les interesa la negociación. Si no les interesara, queda el recurso de la legalización de las drogas para desarticular, con ella, supuestamente, los canales de la ganancia. Sin embargo, recuérdese que en la segunda guerra el opio ganada por Inglaterra a China en la segunda mitad del siglo XIX los ingleses impusieron a los vencidos la legalización del consumo de opiáceos y con esa legalización el número de consumidores chinos alcanzó la cifra de 40 millones.
Nuevas amenazas al estado nacional
El programa del La geopolítica del crimen organizado partiría del estadio de las nueve mafias: Cosa Nostra, de Sicilia; Cosa Nostra, de Estados Unidos; Sacra Corona Unita des Pouilles; Ndrangheta, de Calabria; Camorra de Campania; la maffya turca; la mafia albanesa-kosovar; Yakuza de Japón; y los gongs estructurados en triadas, de China.
No son mafias porque no proceden de engranajes clánicos preexistentes, los grupos que protagonizan el crimen organizado al lado de las mafias. Los tres princuipales son los mexicanos, los colombianos y los rusos.
El peso fundamental de esas estructuras es un misterio para la clase política mundial y por ello a criminalización del mundo. es un acontecimiento arrollador sobre el cual no es posible esperar que la clase política actúe de manera decisiva porque desde hace muchos años ha sido rebasada por el crimen. De manera que la geopolítica del crimen tiene que ser el estudio de las tiranías políticas siempre acompañadas de tiranías criminales, como ocurre en Europa oriental. Lo cual es un problema presente, pues Peter Taylor en su Geografía política nos dice que 385 empresas familiares del mundo disponen de los mismos recursos de 2 500 millones de las personas más pobres del planeta. Este es el problema, el de un modelo económico criminal que no puede vivir los mismo sin zonas grises extralegales que sin mercados delincuenciales. El problema abarca a la totalidad del planeta y debemos empezar a estudiar las condiciones de su reemplazo.
En ese sentido, son ocho los temas comprendidos en la geopolítica del crimen:
1. La globalización financiera, que es la descripción del mercado mundial instantáneo de productos financieros que se intercambian en las ciudades mundiales llamadas por los criminólogos franceses zonas grises, de manera ininterrumpida las 24 horas del día.
2. La globalización tecnológica alude a la combinación de tecnología de comunicaciones y de informática y las correspondientes conexiones por satélite, que han abierto el camino a los nuevos paradigmas y a los escenarios desinformativos.
3. La globalización económica, que describe los nuevos sistemas de producción integrada que permiten a las empresas globales utilizar capital, mano de obra barata y espacios en todo el mundo, como ocurren en este momento en Africa.
4. La globalización cultural que se refiere al consumo de productos globales en el mundo, que a menudo conlleva un efecto homogeneizador como el caso de la Coca colización y el Mcmundo.
5. La globalización política que es la difusión de la agenda neoliberal que fomenta la reducción del gasto social y que en cambio extiende la desregulación y la privatización.
6. La globalización ecológica es la inquietud respecto al hecho de que las tendencias sociales actuales sobrepasan la capacidad del planeta para sobrevivir como planeta vivo y por ello aspira a una globalización política verde, que es mediatizada por la presencia de ONGs.
7. La globalización geográfica, que se refiere a la reordenación del espacio que sustituye lo internacional por prácticas transestatales en un mundo cada vez con menos fronteras, contemplado a menudo como una red de ciudades mundiales.
8. La globalización social, que es una nueva mentalidad que ve el surgimiento de una sociedad global o mundializada como un todo social interconectado, que trasciende a las sociedades nacionales. En este capítulo caben los temas de la presión por la soberanía relativa y la aparición de hampa fronteriza.
El sistema llamado de economía neoliberal ha dominado en los escenarios del norte y del sur del planeta creando una cadena multidimensional de conflictos
La psicopolítica, nueva técnica de control social
Para alcanzar ese objetivo neoliberal, consistente en dar importancia fundamental al aquí y al ahora, recomienda marchar de acuerdo a la dinámica de la mundialización económica como sus ideólogos la conciben, sea Léo Strauss o Friedrich Hayek, y así resulta imprescindible reescribir la historia, diseñar otro imaginario y organizar el olvido. Esto tendría lugar sobre la base de un nuevo santoral republicano, pues el pasado es un territorio ajeno en el que se hicieron cosas diferentes.
Hoy, por el contrario, hay que plantar los nuevos cauces para evitar el fracaso, que sería posponer hasta nuevo aviso la instauración de nuevos modelos, nuevos paradigmas y nuevas adhesiones. Todo dentro de un diseño ideológico fríamente calculado.
René Girard, miembro de la Academia Francesa, que es el núcleo donde se mantiene viva la aspiración a fecundar cada día la alta cultura francesa, dice que la clase políticamente actuante tiene a la vista dos problemas que ella no es capaz de resolver. Y cuando un sector dirigente carece de los recursos para resolver un problema con los recursos a la mano, se presenta la crisis.
Esos dos problemas ahora alcanzan su nivel crítico mayor: la ecología, que es el escenario en el que la visión lineal de nuestros políticos deja cada 24 horas vacíos ya imposibles de llenar, por su alta dosis de depredación, y el segundo el terrorismo, cuyo conocimiento ya no digamos solución, se aleja cada vez más de la comprensión del político tradicional, en la medida que tiene dificultad para identificar al centro motriz del terror.
En ambos campos la situación tiende a agravarse. De manera que si una fuente de radiación fuese colocada en Manhattan y no tardara en activar su capacidad destructora y contaminante, crearía ciertamente un problema ecológico, pero a la postre quedaría comprometido el porvenir de uno o de varios estados de la Unión porque la identidad del responsable se escaparía entre los dedos de las manos.
Una vez planteado el problema y su circunstancia crítica, que lo hace insoluble en el marco del presente, otro académico francés, Jean-Michel Ughurlian, neuropsiquiatra y psicólogo, a la vez que autor del libro Psicopolítica propone esta disciplina como instrumento de integración de un sector público nuevo, de administradores de la cosa pública y del Estado, por medio de esa disciplina, sobre la cual escasean los puntos de vista críticos, aunque los hay de sobra a propósito del comportamentalismo, otro orden de ideas con aspiraciones científicas de alguna manera identificable con la propuesta por el mencionado Ughurlian.
Críticos comportamentalistas del sistema económico son quienes rodean al filósofo francés Jacques Cheminade en una labor política en el interior de un grupo denominado en Francia Solidaridad y Progreso.
La psicopolítica
La psicopolítica es una noción de raíz freudiana, es decir, basada en la psicología profunda, que para sostener su empeño de convertirse en ciencia echa mano de las aportaciones de Jean Tirole, director de la Fundación Jean-Jacques Laffont. Tirole se preocupa por la previsión y el control en el ámbito de las ciencias sociales. Para conseguirlo, asocia a la psicología con la sociología. En la psicología estudia los estereotipos generadores de repetición, de gregarismo, y llega por sus circuitos a la noción de la autoridad real, provista de contenido económico.
Tirole a la vez concentra su investigación sociológica en la calidad de la comunicación y la naturaleza de los mensajes dirigidos a las decisiones de los grupos. Es éste el terreno de lucimiento de los aspectos psicológicos que introduce, con los que aspira a enriquecer el modelo standard de la economía: altruismo, utilidad de anticipación, memoria imperfecta. Para hacerlo propone un modelo para que la información y las decisiones que sean tomadas se ajusten a la disposición comportamental.
El objetivo de esta asignatura, difundida como bien académico en Francia y China tiene el fin de formar a futuros analistas y observadores de los escenarios geopolíticos, para servir en instituciones de investigación social, en los centros de reflexión política (think tanks) o en las unidades de política internacional. Se trata de formar en esos países a personal idóneo para asesorar con información y análisis oportunos a los órganos sensibles del estado encargados de la seguridad del país.
Desde el 2005 las mafias y los grupos criminales han resistido muy bien el ataque de los estados nacionales. La crónica mediática de detenciones de cabecillas de bandas hacen pensar que los gobiernos van bien en su labor de defensa de la integridad de los ciudadanos. Pero la verdad es que los grupos criminales son los que mejor capacidad de adaptación han demostrado en la modernidad y que, en cambio, las fuerzas de seguridad pública se tambalean porque nadie se fía de ellas, ni sus jefes ni el público. La sospecha de haber sido contaminados marca su relación con ciudadanos temerosos.
Un ejemplo de la firmeza de las mafias y los grupos criminales lo da la mafia italo estadounidense, que desde hace un siglo y después de ser sometida a numerosos procesos penales en varias partes de Estados Unidos, no sólo ha salido intocada de las dificultades, sino que se ha introducido, desde 1980 hasta la fecha, aparte de los negocios de siempre, en el secuestro y tráfico de mujeres y niños.
Europa y los países del sur del planeta, donde se reproducen las zonas grises a que nos referimos en el capítulo siguiente, permanecen con su ceguera que parece incurable. El Instituto de Estudios de la Unión europea, que es la agencia encargada de la reflexión estratégica al servicio de la política exterior y de seguridad común de los países de la UE, propone una política de combate a los delincuentes sin mencionar al crimen organizado.
Sin embargo, en el Instituto de Criminología de la Sorbonne VIII que inspira el pensador Xavier Raufer se han propuesto a la opinión pública dos vías posibles de abordaje del tema del “gran crimen”:
1. Es la toma de conciencia intelectual y política de la realidad y la gravedad del problema lo más pronto posible. Aceptar como punto de partida que las entidades criminales siempre han estado un paso delante de la actividad investigativa y represiva del estado es indispensable para mejorar los dispositivos de ataque. Estados Unidos ha tomado un siglo para reconocer la presencia de la mafia en su territorio. Desde que Edgar Hoover, fundador del FBI, dijo que la mafia no existía en su país apenas se avanzó un poco para que el público comenzara a apoyar acciones antimafia.
Esto obliga a reconocer que la naturaleza clandestina del crimen obliga a actuar con retraso
A medida que la percepción se retrasa, las raíces que logre ocultar el grupo criminal será más difícil de conocer.
2. La segunda vía concierne a la implicación de los servicios de información y seguridad. La materia criminal, del fuero común, ha sido por lo general el monopolio de los servicios policiales puramente represivos, es decir, de administraciones que funcionan sobre todo de manera reactiva, a posteriori.
En México esta parte operativa, la que tiene en sus manos el monopolio del asunto exclusivamente para reprimir, sale mal librado del estudio de una ONG estadounidense que ha dicho que de cara a 35 mil homicidios perpetrados en México en condiciones violentas hasta 2009, sólo hubo cien procesos penales y 29 sentencias.
La cuestión que merece respuesta capital es si el estado nacional es capaz de desenraizar al crimen organizado o de decapitarlo, o ninguna de ambas medidas y si éste fuera el caso, ¿qué sería entonces lo más conveniente? ¿Negociar con los grupos criminales?
Primero habría que saber a ciencia cierta si a esos grupos les interesa la negociación. Si no les interesara, queda el recurso de la legalización de las drogas para desarticular, con ella, supuestamente, los canales de la ganancia. Sin embargo, recuérdese que en la segunda guerra el opio ganada por Inglaterra a China en la segunda mitad del siglo XIX los ingleses impusieron a los vencidos la legalización del consumo de opiáceos y con esa legalización el número de consumidores chinos alcanzó la cifra de 40 millones.
Nuevas amenazas al estado nacional
El programa del La geopolítica del crimen organizado partiría del estadio de las nueve mafias: Cosa Nostra, de Sicilia; Cosa Nostra, de Estados Unidos; Sacra Corona Unita des Pouilles; Ndrangheta, de Calabria; Camorra de Campania; la maffya turca; la mafia albanesa-kosovar; Yakuza de Japón; y los gongs estructurados en triadas, de China.
No son mafias porque no proceden de engranajes clánicos preexistentes, los grupos que protagonizan el crimen organizado al lado de las mafias. Los tres princuipales son los mexicanos, los colombianos y los rusos.
El peso fundamental de esas estructuras es un misterio para la clase política mundial y por ello a criminalización del mundo. es un acontecimiento arrollador sobre el cual no es posible esperar que la clase política actúe de manera decisiva porque desde hace muchos años ha sido rebasada por el crimen. De manera que la geopolítica del crimen tiene que ser el estudio de las tiranías políticas siempre acompañadas de tiranías criminales, como ocurre en Europa oriental. Lo cual es un problema presente, pues Peter Taylor en su Geografía política nos dice que 385 empresas familiares del mundo disponen de los mismos recursos de 2 500 millones de las personas más pobres del planeta. Este es el problema, el de un modelo económico criminal que no puede vivir los mismo sin zonas grises extralegales que sin mercados delincuenciales. El problema abarca a la totalidad del planeta y debemos empezar a estudiar las condiciones de su reemplazo.
En ese sentido, son ocho los temas comprendidos en la geopolítica del crimen:
1. La globalización financiera, que es la descripción del mercado mundial instantáneo de productos financieros que se intercambian en las ciudades mundiales llamadas por los criminólogos franceses zonas grises, de manera ininterrumpida las 24 horas del día.
2. La globalización tecnológica alude a la combinación de tecnología de comunicaciones y de informática y las correspondientes conexiones por satélite, que han abierto el camino a los nuevos paradigmas y a los escenarios desinformativos.
3. La globalización económica, que describe los nuevos sistemas de producción integrada que permiten a las empresas globales utilizar capital, mano de obra barata y espacios en todo el mundo, como ocurren en este momento en Africa.
4. La globalización cultural que se refiere al consumo de productos globales en el mundo, que a menudo conlleva un efecto homogeneizador como el caso de la Coca colización y el Mcmundo.
5. La globalización política que es la difusión de la agenda neoliberal que fomenta la reducción del gasto social y que en cambio extiende la desregulación y la privatización.
6. La globalización ecológica es la inquietud respecto al hecho de que las tendencias sociales actuales sobrepasan la capacidad del planeta para sobrevivir como planeta vivo y por ello aspira a una globalización política verde, que es mediatizada por la presencia de ONGs.
7. La globalización geográfica, que se refiere a la reordenación del espacio que sustituye lo internacional por prácticas transestatales en un mundo cada vez con menos fronteras, contemplado a menudo como una red de ciudades mundiales.
8. La globalización social, que es una nueva mentalidad que ve el surgimiento de una sociedad global o mundializada como un todo social interconectado, que trasciende a las sociedades nacionales. En este capítulo caben los temas de la presión por la soberanía relativa y la aparición de hampa fronteriza.
El sistema llamado de economía neoliberal ha dominado en los escenarios del norte y del sur del planeta creando una cadena multidimensional de conflictos
La psicopolítica, nueva técnica de control social
Para alcanzar ese objetivo neoliberal, consistente en dar importancia fundamental al aquí y al ahora, recomienda marchar de acuerdo a la dinámica de la mundialización económica como sus ideólogos la conciben, sea Léo Strauss o Friedrich Hayek, y así resulta imprescindible reescribir la historia, diseñar otro imaginario y organizar el olvido. Esto tendría lugar sobre la base de un nuevo santoral republicano, pues el pasado es un territorio ajeno en el que se hicieron cosas diferentes.
Hoy, por el contrario, hay que plantar los nuevos cauces para evitar el fracaso, que sería posponer hasta nuevo aviso la instauración de nuevos modelos, nuevos paradigmas y nuevas adhesiones. Todo dentro de un diseño ideológico fríamente calculado.
René Girard, miembro de la Academia Francesa, que es el núcleo donde se mantiene viva la aspiración a fecundar cada día la alta cultura francesa, dice que la clase políticamente actuante tiene a la vista dos problemas que ella no es capaz de resolver. Y cuando un sector dirigente carece de los recursos para resolver un problema con los recursos a la mano, se presenta la crisis.
Esos dos problemas ahora alcanzan su nivel crítico mayor: la ecología, que es el escenario en el que la visión lineal de nuestros políticos deja cada 24 horas vacíos ya imposibles de llenar, por su alta dosis de depredación, y el segundo el terrorismo, cuyo conocimiento ya no digamos solución, se aleja cada vez más de la comprensión del político tradicional, en la medida que tiene dificultad para identificar al centro motriz del terror.
En ambos campos la situación tiende a agravarse. De manera que si una fuente de radiación fuese colocada en Manhattan y no tardara en activar su capacidad destructora y contaminante, crearía ciertamente un problema ecológico, pero a la postre quedaría comprometido el porvenir de uno o de varios estados de la Unión porque la identidad del responsable se escaparía entre los dedos de las manos.
Una vez planteado el problema y su circunstancia crítica, que lo hace insoluble en el marco del presente, otro académico francés, Jean-Michel Ughurlian, neuropsiquiatra y psicólogo, a la vez que autor del libro Psicopolítica propone esta disciplina como instrumento de integración de un sector público nuevo, de administradores de la cosa pública y del Estado, por medio de esa disciplina, sobre la cual escasean los puntos de vista críticos, aunque los hay de sobra a propósito del comportamentalismo, otro orden de ideas con aspiraciones científicas de alguna manera identificable con la propuesta por el mencionado Ughurlian.
Críticos comportamentalistas del sistema económico son quienes rodean al filósofo francés Jacques Cheminade en una labor política en el interior de un grupo denominado en Francia Solidaridad y Progreso.
La psicopolítica
La psicopolítica es una noción de raíz freudiana, es decir, basada en la psicología profunda, que para sostener su empeño de convertirse en ciencia echa mano de las aportaciones de Jean Tirole, director de la Fundación Jean-Jacques Laffont. Tirole se preocupa por la previsión y el control en el ámbito de las ciencias sociales. Para conseguirlo, asocia a la psicología con la sociología. En la psicología estudia los estereotipos generadores de repetición, de gregarismo, y llega por sus circuitos a la noción de la autoridad real, provista de contenido económico.
Tirole a la vez concentra su investigación sociológica en la calidad de la comunicación y la naturaleza de los mensajes dirigidos a las decisiones de los grupos. Es éste el terreno de lucimiento de los aspectos psicológicos que introduce, con los que aspira a enriquecer el modelo standard de la economía: altruismo, utilidad de anticipación, memoria imperfecta. Para hacerlo propone un modelo para que la información y las decisiones que sean tomadas se ajusten a la disposición comportamental.