Idioma original: inglés
Título original: Animal farm
Año de publicación: 1947
Valoración: Imprescindible
Que conste que esto no ha sido premeditado: que cuando me compré en la librería de un aeropuerto la edición de Penguin de Animal Farm todavía no había empezado la revuelta de los "indignados" (o por lo menos, yo no me había enterado), y que probablemente la habría reseñado igual, tarde o temprano. Pero ya que todo ha cuadrado así, pues bien cuadrado está: porque la fábula alegórica de Orwell tiene la virtud de multiplicar sus significados y sus implicaciones, y también ahora, sesenta años más tarde, puede tener algo que enseñarnos.
En su contexto de publicación original, Rebelión en la granja (que algunos confunden con una obra infantil, porque está protagonizada por animalitos) era una ácida denuncia de un totalitarismo concreto: el stalinismo soviético, derivación malsana de una revolución socialista cargada inicialmente de ideales y promesas. Personajes y acontecimientos históricos concretos, como Lenin, Trotski o Stalin, son fácilmente reconocibles detrás de su traslúcida máscara porcina. También tienen evidente paralelismo con la historia de la URSS el modo en que los cerdos se apropian de la rebelión en su propio beneficio; manipulan la historia y la transforman en propaganda; esclavizan a aquellos mismos a los que decían estar liberando; y terminan convertidos en aquello contra lo que decían estar luchando.
En su momento, la novela tuvo graves problemas para ser publicada. No hay que olvidar que en 1947 la URSS era un valioso y poderoso aliado de la Inglaterra de Churchill, y que por tanto en esa época cualquier crítica al régimen soviético era censurada o castigada. Fue esa ausencia de crítica ante las atrocidades del totalitarismo, unida a su propia experiencia cuando luchaba en el frente del Ebro durante la Guerra Civil Española, lo que llevó a Orwell a escribir la obra.
Pero, como ya hemos dicho, el género alegórico elegido (muy al estilo de Los viajes de Gulliver de J. Swift, otra obra que parece infantil pero no lo es) permite que sea aplicable a cualquiera de los muchos ejemplos en los que una revolución inicialmente utópica se ve pervertida por los intereses particulares y el fanatismo ideológico: cuando del "todos los animales son iguales" se pasa al "pero algunos son más iguales que otros". Casi todas las actitudes posibles ante un régimen totalitario como este están representadas en la obra: la de quienes se unen al poder y contribuyen a mantenerlo e imponerlo (los perros, el cerdo Squealer); los que aceptan pasiva y dócilmente las consignas del poder (las ovejas); los que siguen creyendo en la revolución mucho tiempo después de que esta haya sido traicionada (el caballo Boxer); o los que se oponen al poder y son castigados por ellos (Snowball).
Con una admirable simplicidad de estructura y estilo, Orwell consiguió crear una obra universal: una denuncia implacable de los excesos del poder y de los peligros del totalitarismo. Nunca está de más leerla, por si acaso. Para recordar ciertas cosas.
Título original: Animal farm
Año de publicación: 1947
Valoración: Imprescindible
Que conste que esto no ha sido premeditado: que cuando me compré en la librería de un aeropuerto la edición de Penguin de Animal Farm todavía no había empezado la revuelta de los "indignados" (o por lo menos, yo no me había enterado), y que probablemente la habría reseñado igual, tarde o temprano. Pero ya que todo ha cuadrado así, pues bien cuadrado está: porque la fábula alegórica de Orwell tiene la virtud de multiplicar sus significados y sus implicaciones, y también ahora, sesenta años más tarde, puede tener algo que enseñarnos.
En su contexto de publicación original, Rebelión en la granja (que algunos confunden con una obra infantil, porque está protagonizada por animalitos) era una ácida denuncia de un totalitarismo concreto: el stalinismo soviético, derivación malsana de una revolución socialista cargada inicialmente de ideales y promesas. Personajes y acontecimientos históricos concretos, como Lenin, Trotski o Stalin, son fácilmente reconocibles detrás de su traslúcida máscara porcina. También tienen evidente paralelismo con la historia de la URSS el modo en que los cerdos se apropian de la rebelión en su propio beneficio; manipulan la historia y la transforman en propaganda; esclavizan a aquellos mismos a los que decían estar liberando; y terminan convertidos en aquello contra lo que decían estar luchando.
En su momento, la novela tuvo graves problemas para ser publicada. No hay que olvidar que en 1947 la URSS era un valioso y poderoso aliado de la Inglaterra de Churchill, y que por tanto en esa época cualquier crítica al régimen soviético era censurada o castigada. Fue esa ausencia de crítica ante las atrocidades del totalitarismo, unida a su propia experiencia cuando luchaba en el frente del Ebro durante la Guerra Civil Española, lo que llevó a Orwell a escribir la obra.
Pero, como ya hemos dicho, el género alegórico elegido (muy al estilo de Los viajes de Gulliver de J. Swift, otra obra que parece infantil pero no lo es) permite que sea aplicable a cualquiera de los muchos ejemplos en los que una revolución inicialmente utópica se ve pervertida por los intereses particulares y el fanatismo ideológico: cuando del "todos los animales son iguales" se pasa al "pero algunos son más iguales que otros". Casi todas las actitudes posibles ante un régimen totalitario como este están representadas en la obra: la de quienes se unen al poder y contribuyen a mantenerlo e imponerlo (los perros, el cerdo Squealer); los que aceptan pasiva y dócilmente las consignas del poder (las ovejas); los que siguen creyendo en la revolución mucho tiempo después de que esta haya sido traicionada (el caballo Boxer); o los que se oponen al poder y son castigados por ellos (Snowball).
Con una admirable simplicidad de estructura y estilo, Orwell consiguió crear una obra universal: una denuncia implacable de los excesos del poder y de los peligros del totalitarismo. Nunca está de más leerla, por si acaso. Para recordar ciertas cosas.