Idioma original: español
Año de publicación: 1948
Valoración: Imprescindible
Con la muerte de Ernesto Sábato el pasado día 30 de abril no solo desapareció uno de los escritores fundamentales de la literatura argentina e hispanoamericana del siglo XX (y comienzos del XXI), sino también una de las voces críticas más respetadas y reconocibles de las últimas décadas. Escritor, científico, pintor, ensayista, autor de una obra narrativa sorprendentemente corta (El Túnel, Sobre héroes y tumbas y Abbadón el exterminador), Sábato destacó en las últimas décadas por sus artículos y ensayos como Antes del fin o La resistencia en los que se mostraba a la vez lúcido y pesimista sobre las realidades de nuestro tiempo y de su propia vida.
Sábato se consagró como escritor en el mundo literario argentino con la publicación de su primera novela, El túnel, una novela corta con tintes existencialistas que mezcla sutilmente lo romántico con lo policiaco (en el sentido en el que lo hacía por ejemplo Dostoievski), pero que sobre todo es una disección despiadada de una mente torturada y enfermiza, y de un amor (igualmente torturado y enfermizo) entre los dos protagonistas. La novela tiene un comienzo fulgurante, cautivador, quizás una de las mejores primeras frases que yo recuerdo en una novela, porque sitúa el asunto, el tono y el personaje en tres líneas:
Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.
Evidentemente, el lector (y Sábato lo sabe) sí quiere más explicaciones sobre su persona: quién es María Iribarne; quién es Juan Pablo Castel; por qué y, quizás más aún, porque somos así de morbosos, cómo la mató... Y todo eso se nos cuenta en las setenta páginas siguientes, en las que la relación entre Juan Pablo y María pasa del enamoramiento fantasioso y casi inverosímil, a la plenitud y a la decadencia por causa de los celos y de la autodestructiva psicología del pintor.
El Túnel se ha considerado una obra maestra del existencialismo, y es desde luego un magistral retrato psicológico, pero a mí me despierta todavía más admiración su dominio de la técnica de la perspectiva narrativa: el mundo se nos presenta únicamente a través de la mirada alucinada y difícilmente objetiva de Castel, de modo que, como lectores, nos es imposible saber si lo que él ve, lo que él cree ver, es real o está solo en su imaginación. Las supuestas infidelidades de María Iribarne, ¿existen? ¿Están motivados los celos del pintor (no digo el asesinato)? El lector no puede saberlo, aunque algunos detalles (como esa misteriosa palabra del ciego al final de la novela: "¡Insensato!") ofrecen pistas a este respecto.
No cabe duda de que El Túnel forma ya parte indiscutible del canon literario del siglo XX: es una novela corta, oscura, compleja, sugerente y, si nos permitimos una pequeña exageración, perfecta.
Año de publicación: 1948
Valoración: Imprescindible
Con la muerte de Ernesto Sábato el pasado día 30 de abril no solo desapareció uno de los escritores fundamentales de la literatura argentina e hispanoamericana del siglo XX (y comienzos del XXI), sino también una de las voces críticas más respetadas y reconocibles de las últimas décadas. Escritor, científico, pintor, ensayista, autor de una obra narrativa sorprendentemente corta (El Túnel, Sobre héroes y tumbas y Abbadón el exterminador), Sábato destacó en las últimas décadas por sus artículos y ensayos como Antes del fin o La resistencia en los que se mostraba a la vez lúcido y pesimista sobre las realidades de nuestro tiempo y de su propia vida.
Sábato se consagró como escritor en el mundo literario argentino con la publicación de su primera novela, El túnel, una novela corta con tintes existencialistas que mezcla sutilmente lo romántico con lo policiaco (en el sentido en el que lo hacía por ejemplo Dostoievski), pero que sobre todo es una disección despiadada de una mente torturada y enfermiza, y de un amor (igualmente torturado y enfermizo) entre los dos protagonistas. La novela tiene un comienzo fulgurante, cautivador, quizás una de las mejores primeras frases que yo recuerdo en una novela, porque sitúa el asunto, el tono y el personaje en tres líneas:
Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.
Evidentemente, el lector (y Sábato lo sabe) sí quiere más explicaciones sobre su persona: quién es María Iribarne; quién es Juan Pablo Castel; por qué y, quizás más aún, porque somos así de morbosos, cómo la mató... Y todo eso se nos cuenta en las setenta páginas siguientes, en las que la relación entre Juan Pablo y María pasa del enamoramiento fantasioso y casi inverosímil, a la plenitud y a la decadencia por causa de los celos y de la autodestructiva psicología del pintor.
El Túnel se ha considerado una obra maestra del existencialismo, y es desde luego un magistral retrato psicológico, pero a mí me despierta todavía más admiración su dominio de la técnica de la perspectiva narrativa: el mundo se nos presenta únicamente a través de la mirada alucinada y difícilmente objetiva de Castel, de modo que, como lectores, nos es imposible saber si lo que él ve, lo que él cree ver, es real o está solo en su imaginación. Las supuestas infidelidades de María Iribarne, ¿existen? ¿Están motivados los celos del pintor (no digo el asesinato)? El lector no puede saberlo, aunque algunos detalles (como esa misteriosa palabra del ciego al final de la novela: "¡Insensato!") ofrecen pistas a este respecto.
No cabe duda de que El Túnel forma ya parte indiscutible del canon literario del siglo XX: es una novela corta, oscura, compleja, sugerente y, si nos permitimos una pequeña exageración, perfecta.