Título original: Prozac Nation
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1994
Valoración: Recomendable
Aunque normalmente sea al revés, en esta ocasión he visto primero la película y he leído después el libro. Y bueno, he de decir que si la película me pareció algo curioso y pasable, el libro me ha impactado lo suficiente como para llevar una semana (el tiempo transcurrido desde que lo terminé) recomendándoselo a todo ser humano con el que coincido.
¿Pero de qué va la cosa? Ahora mismo lo cuento...
Nación Prozac es un libro autobiográfico escrito por Elizabeth Wurtzel, una periodista con pasado de niña cuasi prodigio (que escribía sus propios libros de cuentos con apenas cinco años y que era ideal en todo, incluso para hacer de modelo) pero traumatizada por el tormentoso divorcio de sus padres, que a partir de los doce años comenzó a mostrar síntomas de desequilibrio emocional.
La pequeña Elizabeth no soportaba estar con otros niños y plegarse a las normas de comportamiento social, se alimentaba a base de queso y piña (se veía gorda), y se autolesionaba rasgándose las piernas con cuchillas de afeitar. Y pese a que su sacrificada madre hacía cuanto estaba en su mano llevándola a los mejores psicólogos (su padre, ausente y egoísta, pasaba olímpicamente de su trastornada pequeña), aquello sólo fue el principio de una interminable pesadilla...
En la universidad, pese a que prontó destacó por sus dotes de escritora y por ser una estudiante curiosa y aplicada, se rodeó de algunas personas poco recomendables con las que entró en una vorágine de drogas y sexo de la que conseguía zafarse de vez en cuando gracias a un puñado de buenos amigos que sí se preocupaban por ella, tanto como su sufrida madre. Con su ayuda, la joven continuó tratando de curarse a base de mil y un fármacos y terapias diferentes hasta que le propusieron probar algo nuevo, el prozac, esa píldora maravillosa que se ha convertido en la vitamina emocional preferida de millones de víctimas de la enfermedad por excelencia del mundo civilizado: la depresión.
En este espacio es imposible mecionar las infinitas anécdotas que la autora cuenta en este libro repleto de frases terribles y lúcidas, sabedora de que su nivel de dolor existencial no es ni lógico ni tolerable, así que concluiré diciendo que Nación Prozac es la lograda obra de desahogo y redención de una mujer de veintiséis años llamada Elizabeth Wurtzel que no tuvo miedo de confesar al mundo entero los vericuetos de su enfermedad y la tortuosa senda de la recuperación. Sin embargo, como ella misma dice, la depresión es un mal que siempre acompaña al enfermo. De lo que se trata es de combatirlo día a día, y ella es un buen ejemplo de esta clase de lucha, constante y sin tregua.
PD: en el cine, la Wurtzel tiene el rostro de esa grandísima actriz que es Christina Ricci, con la que guarda un parecido asombroso; la madre de la periodista está interpretada por la inmensa Jessica Lange, y el cantante Lou Reed tiene un chispeante cameo que no dejará indiferente a casi nadie.
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1994
Valoración: Recomendable
Aunque normalmente sea al revés, en esta ocasión he visto primero la película y he leído después el libro. Y bueno, he de decir que si la película me pareció algo curioso y pasable, el libro me ha impactado lo suficiente como para llevar una semana (el tiempo transcurrido desde que lo terminé) recomendándoselo a todo ser humano con el que coincido.
¿Pero de qué va la cosa? Ahora mismo lo cuento...
Nación Prozac es un libro autobiográfico escrito por Elizabeth Wurtzel, una periodista con pasado de niña cuasi prodigio (que escribía sus propios libros de cuentos con apenas cinco años y que era ideal en todo, incluso para hacer de modelo) pero traumatizada por el tormentoso divorcio de sus padres, que a partir de los doce años comenzó a mostrar síntomas de desequilibrio emocional.
La pequeña Elizabeth no soportaba estar con otros niños y plegarse a las normas de comportamiento social, se alimentaba a base de queso y piña (se veía gorda), y se autolesionaba rasgándose las piernas con cuchillas de afeitar. Y pese a que su sacrificada madre hacía cuanto estaba en su mano llevándola a los mejores psicólogos (su padre, ausente y egoísta, pasaba olímpicamente de su trastornada pequeña), aquello sólo fue el principio de una interminable pesadilla...
En la universidad, pese a que prontó destacó por sus dotes de escritora y por ser una estudiante curiosa y aplicada, se rodeó de algunas personas poco recomendables con las que entró en una vorágine de drogas y sexo de la que conseguía zafarse de vez en cuando gracias a un puñado de buenos amigos que sí se preocupaban por ella, tanto como su sufrida madre. Con su ayuda, la joven continuó tratando de curarse a base de mil y un fármacos y terapias diferentes hasta que le propusieron probar algo nuevo, el prozac, esa píldora maravillosa que se ha convertido en la vitamina emocional preferida de millones de víctimas de la enfermedad por excelencia del mundo civilizado: la depresión.
En este espacio es imposible mecionar las infinitas anécdotas que la autora cuenta en este libro repleto de frases terribles y lúcidas, sabedora de que su nivel de dolor existencial no es ni lógico ni tolerable, así que concluiré diciendo que Nación Prozac es la lograda obra de desahogo y redención de una mujer de veintiséis años llamada Elizabeth Wurtzel que no tuvo miedo de confesar al mundo entero los vericuetos de su enfermedad y la tortuosa senda de la recuperación. Sin embargo, como ella misma dice, la depresión es un mal que siempre acompaña al enfermo. De lo que se trata es de combatirlo día a día, y ella es un buen ejemplo de esta clase de lucha, constante y sin tregua.
PD: en el cine, la Wurtzel tiene el rostro de esa grandísima actriz que es Christina Ricci, con la que guarda un parecido asombroso; la madre de la periodista está interpretada por la inmensa Jessica Lange, y el cantante Lou Reed tiene un chispeante cameo que no dejará indiferente a casi nadie.