La Proto Eparquía de Iberia del Rito Ortodoxo Sirio-Bizantino de Tradición Mardaíta, ha roto con las barreras del estoicismo tradicional que mantenían anticuadas ciertas normas, más que dogmas en referencia al Sacerdocio Femenino, y el reconocimiento de la Comunidad Cristiana del colectivo gay y de lesbianas.
Con la Bula, “Sumus Filii Dei”, el Santo Sínodo, en el que estuvo presente el Príncipe de Septimio-Bathzabbay el Tadmur, ha aprobado el Sacerdocio Femenino en igualdad de condiciones, y el amor espiritual de las personas sean estas del mismo sexo, dando conocimiento de el a Dios y a la Comunidad de Fieles. El texto ha sido redactado por el Padre Ambrosio, Prior General de la Orden Benedictina Urbana (O.B.U.).
cuestiona al Con la Bula, “Sumus Filii Dei”, el Santo Sínodo, en el que estuvo presente el Príncipe de Septimio-Bathzabbay el Tadmur, ha aprobado el Sacerdocio Femenino en igualdad de condiciones, y el amor espiritual de las personas sean estas del mismo sexo, dando conocimiento de el a Dios y a la Comunidad de Fieles. El texto ha sido redactado por el Padre Ambrosio, Prior General de la Orden Benedictina Urbana (O.B.U.).
Pero esos sentimientos de miedo y culpa tienen más formas y proyecciones. Tenemos miedo no sólo a ser diferentes sino al
De ahí que en seguida llamemos
Miedo y códigos de pureza
Para ello surgen rápidamente los
¡Cuánta responsabilidad tienen también las religiones, incluida la cristiana, en la fijación de listas de impuros y en el mantenimiento de la exclusión!
En una época como la nuestra en que cada vez resulta más difícil establecer dogmas sobre lo que es natural y antinatural, la ignorancia consentida y extendida por muchos responsables que ocupan puestos de poder (también en la Iglesia) fomenta el miedo a lo diferente.
Cuando uno lee ciertos capítulos del Levítico o del Deuteronomio en la Biblia sobre los códigos de pureza legal siente la tentación de pensar –con cierta sonrisa irónica- que aquello ya está superado, que –como diría el fariseo de la parábola-
Diferencia y madurez
Ser diferente, cuando la diferencia no es agresiva y destructiva, es una riqueza, un capital de la humanidad. Tener miedo a lo diferente –pueblos, sexos, ideas, formas de vida,…- es una patología. Respetar al diferente es signo de equilibrio psíquico y de madurez social. En cambio, la intolerancia hacia el diferente –con palabras del premio Nobel ruso Sajarov-
Lo malo es que esa angustia está demasiado presente en nuestra sociedad.
La historia de la Iglesia tiene muchos capítulos de miedo a los diferentes y a las diferencias; casi desde los primeros tiempos, la Iglesia hizo suyos muchos miedos discriminatorios del mundo griego y romano.
Ha excluido, total o parcialmente, a mujeres, esclavos, judíos, pobres, indios, musulmanes, agnósticos, ateos, izquierdistas, demócratas, homosexuales… Con frecuencia, sólo aceptó a los diferentes si éstos aceptaban, a su vez, hacerse sumisos, es decir, renunciar a su diferencia; si no, la hoguera, la de fuego físico o la de fuego moral.
Pero la madurez psíquica y religiosa está mucho más cerca de aquella idea que, siguiendo a Pablo en la Carta a los Gálatas (3,28-29), podría expresarse más o menos así:
El Dios de Jesús
LA BUENA NOTICIA DEL EVANGELIO DESDE LA PERSPECTIVA HOMOSEXUAL
La Iglesia
No es fácil realizar un análisis sobre la situación actual de las iglesias cristianas actuales. A la Iglesia Católica Romana muchos la encuadran dentro de una primavera eclesial, en la que hoy viven, y que es inicio de una nueva etapa más fecunda y duradera; otros sectores más críticos definen esta situación como un estado de involución tras los años de euforia y aggiornamento posteriores al Vaticano II. Lo cierto es que tenemos opiniones para todo, y quizá eso sea lo que dé riqueza y pluralidad a esta Iglesia universal y apostólica.
Sin embargo, es cierto que existen una serie de minorías que desconocen su papel dentro de la Iglesia, porque desde nunca se les ha reconocido su dignidad como personas que pertenecen y viven dentro de ella. No por mala intención, probablemente, sino por el hecho de que muchos siguen una tradición que hoy les es, cristianamente, obsoleta.
Dentro de estas minorías, sin ser la única, están los gays y lesbianas, sector excluido a lo largo de la historia.
A la vista están sus consecuencias: inhumanos sentimientos de culpa, mutilantes represiones, ansiedad, depresiones y en casos extremos hasta el suicidio –un estudio en Estados Unidos reveló que un tercio de los suicidios en adolescentes se debe a esta causa- . En definitiva, una actitud eclesial equivocada y antievangélica que genera muerte en lugar de vida; que no produce por ningún sitio
Y aunque sea evidente su grado de marginación en todos los entornos sociales, con esto no pretenden ningún tipo de victimismo innecesario, sino trabajar por conseguir una dignidad que desde siempre les ha sido negada y que ahora es momento apropiado de reivindicar.
Por ello es un deber para todos los homosexuales creyentes exigir su papel dentro de una Iglesia intolerante y encerrada en los esquemas de la tradición.
Ya en el año 1978 el obispo auxiliar de Madrid, Alberto Iniesta, escribió una carta encabezada por estas palabras:
Son cristianos porque siguen las enseñanzas que Jesús nos dejó en los Evangelios, los cuales la Iglesia ha interpretado muchas veces a lo largo de la historia erróneamente, en la influencia de filosofías como el estoicismo ajenas al evangelio, para condenar ciertas actitudes. Y si bien en algunos campos ha ido evolucionando, en lo referente a la homosexualidad, su condena perdura hasta hoy en día.
¿Hasta qué punto esta condena es Palabra de Dios o es simplemente condicionamiento de la cultura de la época?
La ley
Esto nos lo aclara el Concilio Vaticano II: Nos dice que en la Biblia hay criterios fundamentales y otros secundarios, y que los segundos se han de someter a los primeros.
Lo que es incuestionable en el Evangelio es que Jesús es, sobre todo, salvador y quiere la libertad y la realización plena de todos los hombres y mujeres. Quiere que todos vivamos plenamente:
Si un hombre o una mujer necesita para realizarse una persona de su mismo sexo, ¿puede la Iglesia mutilarlo o mutilarla?
Es importante que, desde la perspectiva utópica del Evangelio y del Reinado de Dios, contemplemos el dilema moral del homosexual desde su propia perspectiva: la perspectiva de un hombre o una mujer que busca REALIZARSE y SER FELIZ (¡ahí es nada!) desde su propia condición, desde sí mismo, desde quien-él-es-y-no-puede-ser-de-otra-manera.
La APA (Asociación Americana de Psicología) en 1978 (DSM-III-R) y la OMS (Organización Mundial de la Salud) en 1992 (CIE10) hicieron caer los últimos prejuicios sostenidos contra la homosexualidad en nombre de la ciencia, eliminándola de sus respectivos listados de trastornos mentales o desviaciones de carácter sexual.
Es un hecho que ha existido desde siempre, en todas las culturas y en todos los tiempos, en porcentajes similares, con independencia de que se lo persiguiera o aprobara.
Habremos de pensar entonces que en la homosexualidad se trata de una condición de la propia naturaleza humana: que es natural (de la naturaleza) que un cierto porcentaje de los hombres y de las mujeres nazcan con una tendencia natural a establecer sus relaciones de afectividad con personas de su mismo sexo; ¿cuál es el problema? Y como creyentes habrán de pensar que si esto está en la naturaleza humana es porque así forma parte del Plan de Dios para este mundo: que Dios los ha creado así porque así los ama y así los necesita homosexuales, con sus dones y sus características para la construcción del
Porque, ¿quién es Él?, ¿quién es el Dios de Jesús?
El Dios de Jesús
Por el Evangelio conocemos al Dios de Jesús, un Dios que se hizo hombre para solidarizarse con la miseria del mundo y para transmitir un mensaje de liberación que nos quite de toda opresión. De ahí que Jesús predicara el Reino de Dios, es decir, la presencia de un Dios vivo, que comparte y se solidariza con todo tipo de indigencia y sufrimiento humanos. Es cierto que la predicación de este Reino atrajo a muchos, por todo ese mensaje de esperanza y alegría que traía tras de sí (atrajo a los que, oprimidos, necesitaban esa esperanza); pero también es cierto que produjo un fuerte rechazo por parte de las autoridades (a las que maldita la gracia que les hacía la esperanza de los oprimidos).
El Evangelio está entonces lleno de todo tipo de gentuza que se acercaba a Jesús para escucharle y seguirle. Estas personas eran los marginados de aquel momento: leprosos, prostitutas, publicanos, pecadores, enfermos, habitantes de Samaria, endemoniados… una larga lista de
Jesús, sin embargo, superando este esquema, anunció que el Reino de Dios es, sobre todo, para esas personas que por no estar dentro de unos esquemas legales, eran excluidos. Ésa fue la actitud más radical del Maestro, y la que causó más entusiasmo y más rechazo a la vez. Sabemos que Jesús no sólo habló, sino que actuó en consecuencia con su mensaje.
Es interesante resaltar sus comidas con los pecadores y gentes de mala fama; su amistad con prostitutas e inspectores de Hacienda –publicanos- (marginados en su época, y qué madre no querría hoy que su hijo le saliera inspector); su acogida a la mujer samaritana (¡mujer!, a la mujer de esta época no se la consideraba digna de que un hombre hablase con ella, y de Samaria, región cuyos habitantes eran profundamente despreciados por el pueblo judío… A Jesús le llegan a insultar llamándole
Sus parábolas son enseñanzas de cómo es Dios para los hombres. En ellas vemos una opción preferencial: ¿Quiénes son los que participan en los banquetes del rey, los poderosos o los lisiados y vagabundos? ¿Son el levita y el sacerdote los solidarios, o es más bien el samaritano al que se le revuelven las entrañas al ver a aquel hombre abandonado? ¿Acaso el buen pastor, cuando se extravía una oveja, se queda con el resto del rebaño y se olvida de ella, o el padre de ese hijo que deja su hogar y derrocha su herencia al volver no perdona ni hace un banquete en su honor?
¿Por qué actúa Jesús de esta manera con los marginados? La nueva sociedad, que proclama el mensaje del reino de Dios, es una sociedad basada en la igualdad, la fraternidad y la solidaridad. Por consiguiente en el Reino de Dios no se toleran marginaciones de ningún tipo. Por eso no está de acuerdo con el mensaje del reino de Dios ni una religión que margina a la gente, ni una sociedad que tolera tales marginaciones. De esta manera, Jesús pone al mundo al revés, trastorna las situaciones preestablecidas y proclama la excelsa dignidad de todos los que el orden presente margina y desprecia.
Aquí será importante hacer, como seguidores de este Jesús, aplicación de todo este planteamiento a nuestra sociedad actual que también tiene sus marginados. Ellos [los homosexuales], como una minoría marginada, tienen que sentir muy suyo el mensaje del Evangelio y las palabras de Jesús: un mensaje liberador que les ayude a crecer como personas y como creyentes.
Y en esto hay algo más profundo: la actuación de Jesús con los marginados nos revela una profunda teo-logía: nos revela cómo actúa Dios y cómo es Dios: Él es Padre de todos los hombres y mujeres.
Esto es, que en el asunto de los marginados nos jugamos nuestro conocimiento de Dios, no sabrá más de Dios el que más lo estudie ni el más
A construir Reino
Aquí los cristianos homosexuales (y heterosexuales) tienen ardua
A ellos, desde estas líneas, les invitamos a la buena noticia de que el Dios que conocemos en Jesús, pone el mundo patas abajo, y que también les invita a ellos, homosexuales como los creó, que es precisamente como Él los quiere y necesita, al banquete de la Vida, a su realización, y a la felicidad; que son fenomenales a declarar su amor ante nuestro señor, y recibir la bendición de los Sacerdotes para ello.
Y a las iglesias cristianas, en el nombre del Evangelio, desde estas líneas, les pedimos que cambien su mensaje farisaico de opresión y muerte a la hora de entender la homosexualidad. Que no se dejen aplastar por una tradición que es más grecorromana que bíblica y cero % de Jesús.
Que les dejen poder vivir su sexualidad de una manera libre, y poder expresar su amor tal y como lo sienten (1ª Jn 4,8). Que vean la Voluntad de Dios en el crear una naturaleza humana diversa y rica (muy típico de Él). Que encuentren que su amor no los aleja de Dios, sino que los une más estrechamente con Él y puede ser signo e intermediario de Su presencia en el mundo (sacramento). Y que, finalmente, tengan el coraje evangélico (ese que mostró Jesús) de ponerse a la cabeza del movimiento que trata de defender, adelantándose a los tribunales, los derechos civiles de los homosexuales, buscando cambiar una situación social injusta, a pesar incluso de que no se trate de una causa muy popular.
Observando este precepto justo en derechos civiles, aprobamos el Sacerdocio Femenino, en igualdad de condiciones y formas dentro de la Tradición Ortodoxa Sirio Bizantina del Rito Mardaíta.-
Aceptar, Confirmar y Asumir, siendo conscientes de Nuestra indignidad y abismal fragilidad, con la confianza solo puesta en Jesús el Cristo, y en Dios, y por amor a Su Verdadera Iglesia, y por pasión por el Mundo, por los hombres y mujeres, especialmente por los marginados, los excluidos, los despreciados, la libre y Augusta Decisión y Soberana Voluntad, y firmamos de Nuestra Mano y
Sellamos, fijando aquí nuestro Magno Sigilo en testimonio perpetuo de lo cuál. Dados y pasados en Nuestra Residencia, el 13 de Febrero del Año del Señor del 2.011-
+++ Mar Valentino IV