Tuesday, September 28, 2010

Comienza la Persecución en el Salvador.-

El Salvador siempre ha sido una plaza fuerte del Opus Dei, cabe recordar al anterior Arzobispo, Monseñor Fernando Saenz Lacalle de la línea dura de la Organización, incardinado a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, y En 1962 enviado a El Salvador, al recién fundado centro del Opus Dei en San Salvador.

El Vaticano había nombrado al conservador Sáenz, miembro de la prelatura del Opus Dei, para ocupar la sede episcopal de San Salvador, una diócesis en la que históricamente ha sido mayoritario el clero de ideas sociales y siempre tuvieron fuerza los movimientos progresistas de la iglesia próximos a la teología de la liberación, de esta manera terminar con los movimientos sociales por parte del cristianismo de base, esto fue muy criticada por algunos sectores eclesiales que acusaron al arzobispo Saénz de abandonar la “opción preferencial por los pobres” de sus precursores, Luis Chávez y González, Óscar Romero y Arturo Rivera y Damas.

Saénz tomó posesión de su cargo el 13 de mayo de 1995. Poco después realizó una serie de movimientos del personal arquidiocesano, cierre de programas del arzobispado y de cambios al plan de estudios del seminario diocesano.

Sáenz defendió sus posturas diciendo que la iglesia debe hablar en nombre de los pobres y necesitados, pero nunca debe llegar a estar implicada en activismo o política.

De esta forma empezaron los cambios que llevaron a que obispos como Monseñor Orellana, y Monseñor Luis Quintanilla, Prior General de la Orden Bonaria, para el Salvador a defender como nuevos frailes guerreros los derechos de los necesitados.

Empezaron a surgir Iglesias, que buscaban el trabajo y la lucha con los pobres frente a los poderosos.

Este miedo ha surgido de nuevo en El Salvador, con la Consagración de nuestro Hermano, Monseñor Luis Quintanilla, conocido por su esfuerzo en el trabajo de los más necesitados, y del Arzobispado, comienzan los ataques difamatorios contra nuestro Obispo.

Queridos hermanos y hermanas:

El domingo 26 de septiembre del presente año, he conocido a través de otras personas de un comunicado del señor obispo de la Diócesis de San Vicente, en el cual se hacen acusaciones; ante las cuales quiero aclarar lo siguiente:

En primer lugar es falso que sea de la Orden del Magnificat de la Madre de Dios, la cual conozco pero no pertenezco a ella, como lo han asegurado.

También es mentira que la iglesia es de los apóstoles de los últimos tiempos. Somos una iglesia verdaderamente católica y auténticamente apostólica.

Aclaro que la explicación sobre las ordenaciones de obispo sin decreto pontificio que han dado a la gente es incompleta.

Tampoco es cierto que yo haya promovido un cisma, ya que no fue mi decisión separarme de la estructura diocesana de San Vicente, sino que fue una decisión del obispo José Óscar Barahona, en confabulación con el clero.

El hecho que no estemos bajo la jurisdicción de Roma, no significa que seamos de una secta como lo afirma el comunicado. Somos una iglesia legítimamente constituida, autónoma y autóctona, parte de la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia.

A raíz de estos señalamientos infundados manifestamos ante el pueblo salvadoreño y la comunidad internacional lo siguiente:

• Que el diálogo con la jerarquía de la Diócesis de San Vicente nunca ha sido buena, siempre han evadido hablar conmigo. Lo que han hecho es lanzar difamaciones a diestra y siniestra, por lo cual son ellos los causantes de la confusión en el pueblo. Durante ocho años he sido víctima de su marginación y repudio; y nunca les he reclamado, siempre me he dedicado a la labor pastoral que Dios me ha confiado.

• La elección episcopal, no es algo que yo he buscado, sino que es apoyo de las iglesias hermanas que han visto el trabajo misionero que en El Salvador realizamos. Y para su validez como sacramento, solamente se necesita la materia y forma, sujeto y ministro.

• Se sabe que Cristo fundó una iglesia sobre la base de los apóstoles la cual permanece interrumpida hasta hoy, y si la iglesia de Roma se siente orgullosa de la sucesión de Pedro y Pablo, existen iglesias cristianas católicas que gozan de la legítima sucesión de insignes apóstoles como Mateo, Lucas y Marcos; de quienes recibiré la sucesión.

• Con frecuencia las iglesias católicas, apostólicas no romanas (nacionales, tridentinas, ortodoxas, occidentales, tradicionalistas, vétero, etc) son blanco de críticas por algunas jerarquías romanistas, tras considerarlas irregulares. Argumentan que tanto sus obispos como sus sacramentos no son reconocidos como católicos, cuando hay abundancia de documentos históricos que declaran su validez. San Jerónimo dice: si el que bautiza en su fe herética no puede dañar al bautizado, tampoco el que en su propia fe herética hace la ordenación del sacerdote le manchó. Y San Agustín afirma “una cosa es no tener algo y otra cosa es tenerlo ilegítimamente”. Los sacramentos hay que conocerlos y venerarlos.San León Magno, no rechazó la dignidad del obispo Máximo que había sido ordenado en el cisma donatista, igual hicieron Anastasio II, San Gregorio Magno y León XIII.


• El obispo tiene en virtud de la consagración episcopal una potestad de confirmar y ordenar que no se le puede quitar, porque si la iglesia pudiera anular esta potestad, es lógico creer que lo hubiera hecho en caso de cisma o herejía; y sin embargo nunca lo ha hecho, ya que la potestad episcopal viene de un sacramento y de un carácter impreso en el alma, no de un mero mandato pontificio.

• La excomunión ha sido un arma que Roma ha usado para callar conciencias y matar el Espíritu. Para nosotros es un arma sin filo, significa que la jerarquía eclesiástica declara que no estamos en comunión con ellos, que no estamos bajo su jurisdicción, ni bajo su autoridad. Por lo cual les exigimos que respeten nuestra identidad.

• La disposición legal que la jerarquía eclesiástica toma en mi contra no cambia en nada, ni la relación que tengo con Jesucristo y con su Santo Espíritu, ni nuestra plena pertenencia e integra comunión con la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica como cuerpo místico de Cristo, con toda seguridad afirmo lo que la palabra de Dios declara.

“Donde está el espíritu de Dios, ahí hay libertad” (2ª Cor. 3,17) y "no hemos recibido un espíritu de esclavos para vivir en el temor, sino un espíritu de libertad, que nos hace clamar Abba Padre” (Rm. 8,15) Nuestra fuerza no viene de leyes humanas, sino de la ley de Dios, ni de palabra de hombres, sino de la bendita, infalible e inerrante palabra de Dios. Como dice el salmista. “Mi fuerza y mi poder es el Señor”. (Salmo 27, 7)

+Mons. Luis Quintanilla
Obispo por la gracia de Dios