Tuesday, October 12, 2010

Los silenciosos pasos del conflicto kurdo.-

Las organizaciones kurdas denuncian que las reformas aprobadas recientemente para garantizar los derechos de esta minoría no se están llevando a la práctica

En un acto político, un joven sube al estrado en un teatro de Estambul: “Arkadas (amigos)”, dice en un turco de fuerte acento, “me he unido a vosotros porque pienso que sois buenas personas, para luchar contra las políticas de este Gobierno y contra el imperialismo de EE UU y la Unión Europea. Aunque me hubiera gustado poder hacer esta intervención en mi lengua”.

Entre los asistentes suenan los aplausos y una chica, turca, se lamenta: “Es cierto, ¿qué hay más natural que poder expresarse en la lengua de cada uno?”

La reunión es un acto del Frente Patriótico, una estructura formada por comunistas de Turquía para agrupar a trabajadores y estudiantes en contra de la entrada en la UE. El joven es kurdo.

Esta escena muestra los contrastes de una sociedad multiétnica como la de Turquía, pero organizada “en torno a una sola bandera, una sola lengua, una sola cultura”, como explica Veysi Altay, miembro del Consejo Directivo de la Asociación por los Derechos Humanos (IHD) en Estambul, asociación que, desde 1986, trata diversos asuntos relacionados con los derechos de las minorías, especialmente el tema kurdo.

Desde la Conferencia de Helsinki en 1999, que abrió las puertas a una posible adhesión a la UE, Turquía ha aprobado diversas leyes para garantizar los derechos de las minorías étnicas, aunque IHD denuncia que “las leyes no se han llevado a la práctica y se han aprobado exclusivamente para cumplir los criterios de la Unión Europea”. La lengua kurda no se puede enseñar en la escuela pública sino solamente en algunas academias privadas, y pocos pueden permitírselo. Y las emisiones televisivas en kurdo no sobrepasan la media hora diaria en el canal público TRT3. “Sólo se pueden ver documentales y noticias sobre Erdogan, y además a las seis de la mañana”, se queja Altay.

Sí se notan, en cambio, avances en la actitud respecto al ‘tema kurdo’ impensables hace unos años. Los kurdos ya no son ‘turcos de las montañas’, se escriben artículos que no reflejan únicamente la visión oficial, se comienzan a publicar diccionarios de lengua kurda y algunos periodistas turcos han cruzado la frontera para observar qué está sucediendo en la nueva región Kurda de Irak.

El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) alega, sin embargo, la lentitud en estas reformas para su vuelta a las armas el pasado verano, cuando puso varios explosivos en el oeste de Turquía que acabaron con la vida de cinco turistas.

El 12 de agosto el primer ministro turco, el conservador Recep Tayyip Erdogan, en una visita a Diyarbakir capital oficiosa del Kurdistan turco-, dijo: “El problema kurdo es mi problema y se arregla con más democracia”. Unos días después, los altos mandos del Ejército contradijeron al primer ministro: “En Turquía no existe tal problema, es sólo un problema de terrorismo”.

Para Altay estas promesas siguen sonando vacías: “Anteriormente [el ex presidente] Demirel ya aceptó que existía el problema kurdo pero no avanzó. No nos parecen sinceros los pasos que ha dado el Estado”.

Estas palabras de Erdogan y una carta de los intelectuales kurdos movieron al PKK a decretar una tregua desde mediados de agosto hasta el inicio de las negociaciones de adhesión. Pero, al contrario que en otras ocasiones, el Gobierno no la aceptó e incrementó las operaciones militares en el sudeste.

Los desplazados

Durante los años más duros del conflicto, con el estado de excepción vigente en 15 provincias y encarnizados combates entre el Ejército y el PKK, murieron 35.000 personas y casi tres millones fueron obligadas a abandonar sus hogares, acusadas por el Estado de “dar comida y cobijo a los terroristas”. El Ejército quemó y destruyó 3.400 pueblos y aldeas y sus habitantes pasaron a engrosar los suburbios de las grandes ciudades: Estambul, Ankara, Bursa, Adana o Diyarbakir. Sin conocer la lengua turca y sin poderse reconocer como kurdos, la mayoría ha sobrevivido en malas condiciones.

En 2004 se aprobó la Ley para la Compensación de Daños derivados del Terrorismo y de la Lucha contra el Terrorismo. Una curiosa manera para ofrecer cierta reparación a las víctimas sin que el Estado se presente como culpable. Pero la ONG TOHAV denuncia que la miseria de estas personas les ha forzado a aceptar indemnizaciones mucho menores de lo que les correspondería. Además, de las 173.208 personas que han demandado una indemnización todavía tan sólo 2.200 han sido recompensadas.

“Existen otros problemas que no se arreglan con dinero, como la gente que ha perdido una pierna por culpa de las minas o aquellos a cuya familia han asesinado -explica Altay-, el Estado debe pedir perdón”. Entre 1984 y 1999, 3.500 políticos, periodistas y activistas de derechos humanos kurdos fueron asesinados o ‘desaparecieron’. Cambios en el movimiento kurdo

Durante los años ‘90 el movimiento kurdo se agrupó en torno al Partido de la Democracia del Pueblo (Hadep) que después modificaría su nombre por el de Dehap- y en torno a una serie de siglas que cambiaban constantemente para evitar la persecución del Gobierno, pero que mantenían un programa común.

Sin embargo, en los últimos años, con el empuje de la UE y la liberación en 2002 de muchos presos políticos, se han comenzado a percibir ciertas contradicciones dentro del propio movimiento. El Dehap, al que anteriormente se acusaba de obrar a los dictados del PKK, ha entrado en la Internacional Socialista como miembro observador. La histórica líder kurda Leyla Zana, junto con otros conocidos políticos, ha fundado un nuevo partido: el Movimiento de la Sociedad Democrática (DTH), y Abdülmelik Firat ha hecho lo propio creando el Partido de los Derechos y las Libertades (Hak-Par), de corte más liberal. “En democracia es normal que existan partidos con ideas diversas”, apunta Altay. Pero, aunque estos nuevos partidos han rechazado el uso de la violencia y no se declaran independentistas, el Estado no ha dejado de buscar subterfugios legales para intentar cerrarlos.

El Partido Comunista, que en el pasado se había presentado a las elecciones en coalición con el Hadep, los acusa de haber dejado a un lado su componente de izquierdas y de ‘venderse a la Unión Europea’. El pasado mes de septiembre, políticos kurdos junto con miembros de asociaciones de derechos humanos se reunieron en Bruselas con parlamentarios europeos que manifestaron su deseo de que estas personas se conviertan en los “nuevos líderes kurdos” y ofrecieron para ello su ayuda “siempre que se alejen de Öcalan”, el líder del PKK, actualmente encarcelado e incomunicado en la isla-prisión de Imrali. Según Altay, el comportamiento de la UE “no es justo, porque no se pueden poner condiciones a los derechos humanos”. “Ademas, no se puede separar a Öcalan de la resolución del conflicto porque el pueblo kurdo sigue viéndolo como su líder”.