Thursday, August 12, 2010

Presentamos hoy algunos textos escritos por el Gran Maestre, que forman parte del Libro, Grito al Silencio, Filosofía de un Caballero Bonario.-

En el se profundiza la realidad existencial de la tradición caballeresca, e indaga en la búsqueda de otras realidades existenciales.

La existencia en este plano físico nos brinda la oportunidad de crecer en algunos aspectos en los que no podríamos evolucionar sino conviviéramos en ese entorno. Un ejemplo, es el de las relaciones sociales. Por más que pretendamos una existencia libre y pura, nunca lo conseguiremos por completo.

La razón es evidente, una mentira universal nos envuelve: la mentira de las relaciones sociales.

Contra semejante presión exterior no tenemos más defensa que nuestro discernimiento, así y todo, nos veremos forzosamente obligados en participar en esta comedia en la cual deberemos formar parte unas veces como espectadores y otras como actores o comparsas.

No nos está permitido salirnos del teatro, e incluso no es conveniente hacerlo, nuestro progreso y nuestra estancia aquí solo tendrá sentido y forma si participamos activamente y aprendemos las lecciones que hemos venido a experimentar.

O de grado o por fuerza hemos de someternos a esa ley que nos impone la sociedad. Sin embargo, no hemos de someternos voluntariamente a las exigencias y a los convencionalismos sin tomar nuestras precauciones. Encargarnos de un papel en la comedia, vestirnos y gesticular como actores, es una locura que tarde o temprano arruinará nuestra salud corporal y espiritual.

A todos los que opinan sobre la Orden Bonaria, quiero decirles algo, para que lo apunten y mediten sobre ello: Sólo la verdad es moral; la mentira es inmoral (la moral interna no la que debemos observar con nuestros semejantes, ética). La verdad purifica; la mentira corrompe. La sociedad insensata insiste en engañarse mutuamente. El continuo embuste que nos imponemos consume, como un veneno lento, todas las fuerzas vitales y hasta llegamos a encontrar cierta complacencia morbosa en alimentar con nuestra carne y nuestra sangre el gusano roedor que nos devora.

Casi nadie se atreve a ser quien es, a vivir su propia vida, y, no obstante, nuestra salud se funda en el desarrollo libre y espontáneo del individuo, y cuando uno lo hace, llegan los jueces de lo profano, los críticos, periodistas de medio pelo, y opinan, sin contar a todos aquellos que se aprovecharon, y ahora son fieros críticos.

Los maestros y algunos filósofos han comprendido perfectamente cuál es la enfermedad de nuestros tiempos, y han indicado el remedio. Solamente la Verdad -han dicho- puede salvar al mundo. La Verdad debe permanecer siempre y en todo lugar con nosotros. La mentira es la causa de nuestra debilidad. Por el camino que va siguiendo nuestra historia reciente no encontrará más que oprobio y arrepentimiento, no conseguirá más que enervar y paralizar el discernimiento interior.

Para levantarnos de nuestro abatimiento espiritual es preciso cobrar ánimo: tengamos el valor para no mentir a los demás ni engañarnos a nosotros mismos; tengamos fe y fuerza para ser "lo que somos" y si es preciso, adoptar las medidas para " ser lo que deberíamos ser".

En nuestra alma poseemos tesoros de imaginación y de sentimientos, no los dejemos sepultados y estériles.