En la margen izquierda del recién nacido río Henares, protegida por los cerros de El Mirón, El Otero y La Quebrada, se encuentra la ciudad de Sigüenza, una de las muchas perlas monumentales que nos ofrece la fecunda y sorprendente provincia de Guadalajara. La milenaria Segoncia celtibérica, cuyo nombre significa “la que domina el valle”, nos brinda la oportunidad de pasear por la historia a través de la contemplación de sus centenarias construcciones.
Medievo, Renacimiento y Barroco conjugan un mosaico artístico que hemos de disfrutar sin prisas, aprovechando la belleza de todos y cada uno de sus rincones. Una vez aparcado el coche, del que hemos de tratar de desprendernos lo antes posible para recorrer la ciudad a pie, comenzamos nuestra ruta por la zona medieval, que se extiende desde el castillo, actual Parador Nacional, situado en la parte más alta de la ciudad, hasta la Travesaña Baja; El castillo es la edificación más antigua de la urbe, de fundación visigoda, se construyó sobre una casa de postas romana que se situaba sobre un primitivo castro celtibérico. Escenario del paso de la historia, cayó en un profundo estado de abandono hasta que fue rescatado para construir el actual Parador, inaugurado en 1978 con algunas modificaciones sobre la factura original. No se puede visitar por completo, pero sí que podemos acceder al patio de armas y disfrutar de las espectaculares vistas que sobre la ciudad y sus alrededores se divisan desde allí. En los alrededores del castillo nos encontramos con dos iglesias románicas muy modestas, la de San Vicente, en la Travesaña Alta, y la de Santiago, en la empinada calle Mayor. Se trata de dos edificios de una sola nave, con portada sencilla, integrados plenamente en la fisonomía urbana. Si tenemos ocasión, es recomendable visitar el interior de San Vicente, que nos ofrece unas elegantes líneas que apuntan un incipiente estilo gótico.
En la esquina entre las calles San Vicente y Travesaña Alta nos encontramos con una de las casas solariegas más importantes de la ciudad, el antiguo palacio de los marqueses de Bedmar, la conocida como Casa del Doncel. Allí podemos observar una bella portada adornada con blasones de los Arce y unas extraordinarias dovelas góticas que realzan el conjunto. Los alrededores del castillo nos ofrecen también rincones de gran encanto, como la Plazuela de la Cárcel, la Puerta del Hierro o el Arco del Portal Mayor, estas últimas son los vestigios de los accesos a la primitiva ciudad medieval. Completamos nuestro recorrido por la Sigüenza Medieval en la catedral, declarada basílica por Pío XII en 1942.
Iniciada en estilo románico cluniacense, se continuó en estilo románico cisterciense, más austero en la decoración, con líneas más estilizadas que apuntan la irrupción de un estilo protogótico. El templo fue completándose posteriormente en diferentes estilos, hasta terminarse por completo en el año 1783. Es en su interior donde se encuentra la famosa efigie del ”Doncel”, tallada en alabastro por un autor desconocido, obra maestra del gótico español. Nos la encontramos en la capilla de los Arce, situada en el lugar que ocupaba el primitivo ábside lateral del templo románico. Se accede por una puerta de estilo plateresco digna también de detenida observación.
La otra Sigüenza es renacentista y ocupa los alrededores de la catedral, la Plaza Mayor, el Palacio Episcopal, el Seminario y la Puerta de la Misericordia. Nos vamos a detener en la Plaza Mayor, conocida como la Plaza Mendozina, ya que fue iniciada por el Cardenal Mendoza en el siglo XV, al ordenar derribar una parte del lienzo sur de la muralla para crear un espacio abierto desde el que contemplar la catedral, siguiendo los modelos renacentistas. Allí se trasladó el mercado, que antes se celebraba en la Plazuela de la Cárcel. De singular belleza es el Palacio Municipal, actual Ayuntamiento, reproducido en el “Pueblo Español” de Barcelona. Goza de un patio renacentista recientemente restaurado. A uno de los lados de la plaza se abre la Puerta de la Cañadilla o del Toril, ya que durante muchos años, la plaza Mayor se destinó a presenciar desde sus galerías balconadas los Juegos de Cañas y las corridas de toros.
Oficina Bonaria de Arte Hispánico.
Academia Concordia.
La otra Sigüenza es renacentista y ocupa los alrededores de la catedral, la Plaza Mayor, el Palacio Episcopal, el Seminario y la Puerta de la Misericordia. Nos vamos a detener en la Plaza Mayor, conocida como la Plaza Mendozina, ya que fue iniciada por el Cardenal Mendoza en el siglo XV, al ordenar derribar una parte del lienzo sur de la muralla para crear un espacio abierto desde el que contemplar la catedral, siguiendo los modelos renacentistas. Allí se trasladó el mercado, que antes se celebraba en la Plazuela de la Cárcel. De singular belleza es el Palacio Municipal, actual Ayuntamiento, reproducido en el “Pueblo Español” de Barcelona. Goza de un patio renacentista recientemente restaurado. A uno de los lados de la plaza se abre la Puerta de la Cañadilla o del Toril, ya que durante muchos años, la plaza Mayor se destinó a presenciar desde sus galerías balconadas los Juegos de Cañas y las corridas de toros.
Oficina Bonaria de Arte Hispánico.
Academia Concordia.



