Mucho se podría escribir sobre la antigua Segontia de los romanos, sobre el valle del Henares. Con su imponente Catedral y el castillo, además de sus iglesias románicas, y palacios de sabor medieval. Vale la pena pasear por sus calles y perderse entre ellas, y así lo hicimos el Sábado 10 de Octubre, felices por haber adquirido en propiedad la nueva residencia episcopal, y también Sede de la Orden, para todos sus asuntos administrativos, en Villaviciosa de Odon, en Madrid, en premio a nosotros mismos y a la continua generosidad de Dios ,decidimos marchar a Sigüenza, para lo cual abusamos de la paciencia de la Princesa María Rosa, que debió llevarnos en su automóvil, dado que por ser el feriado prolongado de la Festividad de la Virgen del Pilar, Roger el chofer del Gran Maestre, había picado espuelas, y nosotros, somos pésimos conductores, de modo que luego de una hora y media de marcha, estábamos en Sigüenza, y buscando un Convento, una Iglesia, un Monasterio, en fin, dado que en Castilla hay tantas, Don José Manuel Mosquera, opto por buscar una propiedad en esas ciudades medievales y si Dios lo permite comprarla para el clero de nuestra Santa Iglesia.
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En Segontia o Sigüenza nos encontramos que el guardián de la Catedral es un señor Argentino, de Rafaela, Santafecino de ley, Don Oscar Figueroa que nos llevó a conocer las partes recónditas y prohibidas a los turistas, el Deán y Archivero, Don Fernando nos cautivo con su erudición y simpatía, mi anillo episcopal fue la consigna y el Maestre de Coro y Organista, Padre Ignacio, nos llevo frente al Doncel, y allí estuvimos embelesados, frente al arte que vence al tiempo, y me resulto imposible no reflexionar sobre lo fútil y perecedero que es el llamado arte moderno, esas aberraciones pictóricas y formas monstruosas de acero oxidado, formas deformes y colores psicotrópicos, alienación y mal gusto, decadencia y estupidez sucumben frente al Doncel, que plácidamente lee su libro, desde hace 500 años, impávido y dulce es el rostro del soldado, que reposa junto a sus tres hermanos, el Obispo y los dos clérigos.
En Segontia o Sigüenza nos encontramos que el guardián de la Catedral es un señor Argentino, de Rafaela, Santafecino de ley, Don Oscar Figueroa que nos llevó a conocer las partes recónditas y prohibidas a los turistas, el Deán y Archivero, Don Fernando nos cautivo con su erudición y simpatía, mi anillo episcopal fue la consigna y el Maestre de Coro y Organista, Padre Ignacio, nos llevo frente al Doncel, y allí estuvimos embelesados, frente al arte que vence al tiempo, y me resulto imposible no reflexionar sobre lo fútil y perecedero que es el llamado arte moderno, esas aberraciones pictóricas y formas monstruosas de acero oxidado, formas deformes y colores psicotrópicos, alienación y mal gusto, decadencia y estupidez sucumben frente al Doncel, que plácidamente lee su libro, desde hace 500 años, impávido y dulce es el rostro del soldado, que reposa junto a sus tres hermanos, el Obispo y los dos clérigos.
En el Asador Medieval dimos cuenta de una pierna de cochinillo y el Maestre acabo con una parte de lechal y una garrafa de vino manchego, la Princesa y el niño Aimor, disfrutaron del paseo con sus compras y el aire de montaña, A mi Obispo bonario me tocaron las fotos, y se nos fue la tarde, con varias casas en perspectiva de compra y este modo permanente de vivir bonariamente nuestro día a día.
Mons. Alfredo Montrezza



