Monday, April 09, 2007

VISITA A LA CAPILLA DE MOSÉN RUBÍ.

La Familia de los Septimio-Bahtzabbay el Tadmur, con motivo de la Semana Santa, visitó la Capilla de Mosén Rubí de Bracamonte, antepasado directo de la Casa de Tadmur.
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La Casa de Tadmur, desciende un una de sus líneas de Mosén Rubí almirante mayor de Francia, y de su mujer doña Inés de Mendoza, hija de Pedro González de Mendoza, progenitor de los duques del Infantado.
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Mosén Rubí, era descendiente por varonía de Reinaud Iº, vizconde de Normandía, Príncipe Normando conquistador de aquella provincia, y custodio de importantes secretos templarios
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Robin de Braquemont había nacido hacia 1355 y, tras sus primeras armas en el ejército y, quizá, en la flota real, participó en 1384 en la desastrosa expedición a Italia de Luis de Anjou. Su posición en Francia, muy próxima, como la su primo Bethencourt, al duque de Orleans, y la ayuda prestada en circunstancias difíciles a los Trastámara explican el prestigio de que gozó en Castilla, donde actuó
como embajador al menos en 1391, 1393, 1396, 1403 y 1404.
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Ello permite comprender su aclimatación castellana y su matrimonio con Inés de Mendoza, hija de Pedro González de Mendoza, señor de Hita y Buitrago,. Tras frecuentar la península en los años 90, regresó a Francia, donde fue nombrado camarero del duque de Orleans y se le encomendaron importantes misiones.
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Hacia 1402 Braquemont era jefe de la guardia pontificia en Aviñón, por lo que su nuevo viaje y embajada a Castilla debió formar parte de las activas negociaciones desarrolladas entre Benedicto XIII y la corte castellana, tras las cuales fue restituida la obediencia al aragonés el 29 de abril de 1403.
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En esas condiciones, como señala Ladero, la influencia de Braquemont fue decisiva
para que Juan de Bethencourt alcanzase sus objetivos cerca del Papa y de Enrique III. De Benedicto obtuvo sendas bulas el 22 de enero de 1403 otorgando indulgencias a los participantes en la conquista de las islas y estableciendo el régimen eclesiástico del archipiélago. De Enrique, un trato extraordinario para un extranjero hasta entonces desconocido, no sólo en lo que afectaba al plano políticojurisdiccional, sino también en el económico, con el monopolio sobre el comercio exterior de las islas y la concesión del “quinto” sobre todas las mercancías traídas desde allí, derecho real que gravaba los beneficios de las armadas y expediciones.
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Lo que muchos desconocen de la personalidad de Mosén Rubí de Bracamonte, es su iniciación templa
ria,su Brazo de Armas, ya refefleja su iniciación operativa. El inició a su primo Jean de Bethencourt, rey “templario” de Canarias, y su conocimiento esotérico, reflejado en el mismo templo que lleva su nombre, aunque en un principio debería de llamarse de la anunciación, contra los deseos de su tía Doña María Dávila, fallecida le puso su nombre, como marcando un carácter especialmente operativo, el Templo es un octógono perfecto.
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La forma del templo es exactamente igual a la de las Logias de Rito Escocés, y las dos columnas del paso al interior son las reglamentarias y obligadas, no faltando en ellas más que las respectivas iniciales, que acaso en algún tiempo las ostentaran. La vidrieras policromas de los ventanales ostentan los emblemas de los grados 3º y 4º; las alegorías predominantes en los contrafuertes del ábside, en los botareles y en los pilares del interior corresponden a los símbolos de los grados 1º y 3º.
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La columna triangular que soporta el púlpito, de mármol, tiene en sus lados, esculpidos, los emblemas de los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, acaso para significar que sólo podían hablar desde allí los que hubieran obtenido el último. La silla presidencial del coro tiene en lo alto de su respaldo el escudo del grado 30; la figura que corona el triángulo final del altar mayor es la alegoría del grado 33, y toda la ornamentación del edificio ofrece una clarísima interpretación masónica. Es también muy digna de ser tomada en consideración la cláusula testamentaria creadora de la hospedería. Sabido es que la superstición fatídica del número 13 es de la más pura ortodoxia católica y tiene su origen en la Sagrada Cena, pues de entre los trece reunidos en ella, los doce Apóstoles y Jesucristo, salió el traidor Judas Iscariote, que con su villanía hizo posible la Redención, por lo cual los cristianos debieran haberle perdonado, ya que sin su crimen se hubiese frustrado el divino designio.
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Pues para combatir esta superstición, y el combatirlas todas es una de las grandes finalidades masónicas, dispone Mosén Rubí dicha cláusula que seis eclesiásticos den albergue y asistencia a trece ancianos de uno y otro sexo. Recuérdese además que la plantilla de dignidades y oficiales de una Logia consta y constó siempre de trece
hermanos.
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En cuanto a la personalidad masónica de Mosén Rubí, no ofrece duda alguna. Tiene en el templo su estatua, no yacente ni orante, sino erguida y arrogante, en actitud de sacar la espada con la mano izquierda, gesto específico y rituario del Caballero Kadosck grado 30, del cual es evidente que estaba en posesión Mosén Rubí, como atestigua también el paramento del sillón que tenía derecho a ocupar en el coro.
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El edificio es único en el mundo; tiene además el mérito de estar situado en el corazón de una de las ciudades de más obstinada tradición católica, custodiados el templo y las tumbas por la Orden de Predicadores, que tanto cariño les profesa la Casa de los Septimio-Bahtzabbay el Tadmur.
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El Cristo de las Batallas.
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En la Capilla de Mosén Rubi, se custodia la imagen del Cristo de las Batallas. Los Reyes Católicos, lo llevaron en sus reales en cuantas batallas libraron contra los moros, de ahí su nombre. Es de barro cocido, lleva túnica morada y corona de espinas, mide 60 cm. De altura, y para facilitar su traslado, en los campos de batalla, está colocado en una hornacina cupulada. La expresión profunda de su mirada, que deja entrever efectos de ternura y bondad.
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La imagen fue regalada por los Reyes católicos, a la fundadora del antiguo convento de dominicas de Aldeanueva, trasladadas a Ávila, el Cristo y la Capilla de Mosén
Rubí, estan al cuidado de las Religiosas Misioneras de Santo Domingo.
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Cuenta la leyenda, que estando los católicos reyes a punto de iniciar una batalla, y según piadosa costumbre castellana invocaban los ejércitos al Apóstol Santiago, patrón de España, sintieron en voz clara
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“No hace falta invocar vasallo, estando aquí el Señor”.
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Desde, entonces, la Sagrada Imagen, fue objeto de una mayor veneración por parte de los Reyes, en señal del maravilloso prodigio, la boca del Cristo, que había estado cerrada, quedó con ella entreabierta, Y así permanece hoy.
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La Casa de Tadmur, agradece a las Hermanas Religiosas de Santo Domingo, el trato recibido, y el cariñoso recibimiento, especialmente a Sor Irene (89 años), y Sor Asunción de León (81 años). Sor Asunción mostró la Capilla, y acompañó a los Príncipes por el Recinto, la Religiosa, después de ser misionera en Taiwán, Filipinas, Portugal, estuvo durante 15 años en Roma, al servicio privado de Pablo VIº, Juan Pablo Iº, y Juan Pablo IIº.
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