Saturday, November 18, 2006

CUADERNO DE HISTORIA.-

El Cuaderno Concordia, saldrá este miércoles con un valioso estudio sobre las situaciones históricas provocadas por el Papa español, conocido como Papa Luna.

El año 1398 trae consigo acontecimientos de excepcional importancia para el Pontificado; hechos que parecían impensables, que suponen una extraordinaria conmoción, un atentado a la autoridad pontificia, y ponen a la luz un debate, de graves consecuencias, sobre la naturaleza, sentido y alcance de la autoridad pontificia.

El 7 de marzo de 1398 la monarquía francesa convocaba una asamblea de clérigos del reino que habría de reunirse dos meses después en París; en realidad se trata de una asamblea del reino, con asistencia de los más importantes magnates, entre ellos los duques de Borgoña, Berry, Orleáns y Borbón, que controlan el poder, o Carlos III de Navarra, así como representantes del rey de Castilla, Enrique III, cuyo solidaridad con la política francesa se considera indispensable.

El objeto de debate es la procedencia de la sustracción de obediencia del reino, y de sus aliados, a Benedicto XIII, y el análisis de los argumentos que justificaran una decisión de tal gravedad y tan cargada de inconvenientes. Era la drástica aplicación de la via cessionis, uno de los procedimientos establecidos por la Universidad de Paris, en los primeros meses de 1394, para concluir con el cisma que se había abierto veinte años atrás con la doble elección de abril y setiembre de 1378.

La asamblea viene a culminar una serie de presiones ejercidas sobre los pontífices, especialmente sobre Benedicto XIII, papa en Aviñón, tratando de obtener una abdicación que se considera como la solución más rápida y eficaz de la división que soporta la Iglesia, y que había sido contemplada como compromiso por los cardenales asistentes al conclave que, en setiembre de 1394, había procedido a la elección de Pedro de Luna.

La cesión había sido recomendada como el medio más sencillo por una asamblea del clero de Francia, en febrero de 1395, que ponía de relieve los inconvenientes que suponía cualquiera de las otras dos vias:el compromiso, un larga serie de negociaciones de las que, acaso, no saliese solución alguna; el concilio, tan plagado de obstáculos, que podría agravar los males, más que resolverlos. Además, en el conclave en que fue elegido Benedicto XIII todos los cardenales habían adquirido el
compromiso -con protesta, precisamente de Pedro de Luna- de obtener la unión, caso de ser elegidos, incluso mediante la cesión.

En la comunicación de la decisión de la Asamblea a Benedicto XIII se le conminaba a su ejecución, salvo que el Pontífice contase con otra propuesta mejor. El proyecto era mucho más radical de lo que la simple comunicación podía hacer pensar: en sus comunicaciones a las demás potencias de la Cristiandad, Francia proponía medidas concretas de ación en caso de que cualquiera de los Pontífices se negara a aceptar
las exigencias planteadas.

La respuesta de Benedicto XIII, única que conocemos, fue elaborada por una comisión de cardenales de su obediencia y contenía una nueva vía, denominada conventionis, consistente en la reunión de los dos pontífices para la discusión de sus respectivos derechos. Era menos compleja y, sobre todo, más respetuosa con la autoridad pontificia.

Como medida de presión, el gobierno francés enviaba, en mayo de 1395, una solemne embajada a Aviñón. Negoció con el Pontifice y con los cardenales, sin desdeñar ningún tipo de presión sobre éstos a fin de que doblegasen la resistencia de Benedicto XIII...